Te lo juro por Beyoncé
Este playlist es un elogio al pop, que todo lo puede y todo lo cura. Amén.
Voy a decirlo de una vez por todas: ¡me encanta el pop!, me chifla. Puedo oír un CD entero de M2M o ABBA en loop y siento el mismo amor y devoción por Beyoncé que una adolescente de trece años por Justin Bieber. Tengo el iPod -de 64 gigas, para ser más precisa- repleto de Britney Spears, Madonna, N’Sync, Mariah Carey, Michael Jackson y Mandy Moore; la canción con mayor número de reproducciones en mi iTunes es “Mmmmbop” de Hanson y los títulos de mis playlist son tipo Happy pop hits, Wierdo pop, Baby one more time… y así.
El pop, además de ser en exceso pegajoso –a veces siento que necesito de un exorcismo para dejar de cantar canciones de Katy Perry–, tiene efectos terapéuticos altamente efectivos para vivir una vida plena. Lo digo en serio. Desde la perspectiva de los puristas musicales y otros expertos del sonido, el pop es una basura, una fórmula infinitamente repetida para hacer bailar a adolescentes brutos. La parte de adolescentes brutos no la comparto; la parte de la fórmula repetitiva, sí. Pero esto no significa algo malo. De hecho, es lo que más me gusta. El pop para mí funciona como un mantra, como un sonido con altos poderes de transformación psicológica y espiritual que, entre más se escucha, más poder transmite.
Por ejemplo: me he sentido infinitamente empoderada cantando en ciclo “Who run the world? Girls” de Beyoncé (dato curioso: esto no me pasa solo a mí, también a Hillary Clinton y no creo que ustedes piensen que ella es una bruta, ¿o sí?). He salido de tusas con el patrocinio de frases como “You're gonna hear me roar” de Katy Perry. He querido conquistar el universo y he entendido que la dueña de mi destino soy yo a punta de “We run things, things don’t run we” de Miley Cyrus. He replanteado las dinámicas de mis relaciones afectivas con “Always 50 - 50 in relationships” de Destiny’s Child. He celebrado el pensamiento feminista con: “Feminist: the person who believes in the social political, and economic equality of the sexes” de Beyoncé con Chimamanda Ngozi Adichie. He entendido las misteriosas maneras en las que funciona el deseo con “Intoxicate me now, I think I’m ready now” de Britney, por citar unos cuantos ejemplos.
Nota mental: escribir un libro que se titule Autoayuda pop. Acto a seguir: mandar a registrar esta idea.
En las ceremonias litúrgicas de mi vida Beyoncé es la sacerdotisa mayor y el pop es todo. Y confieso: estoy cansada de que me digan que soy una bruta porque este es el género musical que le habla directamente a mi corazón. Sí, el pop es fácil. Sí, yo sé que Britney Spears no canta, que Cher abusa en exceso del autotune, que hay un ejército de gente detrás de lo que hace Taylor Swift. ¿Y a mí qué? Igual me hacen bailar y cantar en la ducha, me hacen feliz cuando grito sus canciones como loca en el carro mientras paseo por la ciudad.
El pop me gusta porque me hace feliz y eso es todo lo que necesito saber al respecto.
FIN.
A continuación, un playlist para cantar, bailar y gozar. Se lo aseguro.
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