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MAMBO

Cruz-Diez, Apóstol y Castro Arias: por el MAMBO con Eugenio Viola

Fotografía

Hasta este 9 de junio estarán expuestas tres muestras que han atraído a cantidad de visitantes al MAMBO. Las variedad de técnicas y búsquedas estéticas de Carlos Cruz-Diez, Alexander Apóstol y Carlos Castro Arias se reúnen como un conjunto vibrante, diverso e irónico. Hicimos el recorrido con Eugenio Viola, su curador. Y si aún no ha ido pase, aproveche este último fin de semana.

“El museo presenta el trabajo de tres artistas diferentes: dos artistas venezolanos de generaciones diferentes, y un colombiano contemporáneo. Los tres hablan de la parábola del auge y el cuestionamiento del sueño modernista latinoamericano”, indica Eugenio Viola, curador y director artístico del Museo de Arte Moderno de Bogotá, para describir el concepto detrás del tríptico de exposiciones que ha reunido por semanas a cientos de visitantes en el museo desde que se hiciera viral la indudable belleza y fotogenia de las exhibiciones a través de TikTok. 
El ciclo expositivo presenta, en orden ascendente, desde el primer hasta el tercer piso del museo: Cromofilia, una muestra que resalta el trabajo de Cruz-Diez a propósito del centenario de su natalicio; Postura y geometría en la era de la autocracia tropical, con distintas obras de Alexander Apóstol; y El pasado nunca muere, no es ni siquiera pasado, exhibición que recoge varios trabajos del colombiano Carlos Castro Arias. Se trata de un diálogo con la historia y la monumentalidad del pasado, en sus apuestas, fracasos, absurdos y matices, ampliamente enriquecida por líneas de tiempo, cartografías y dispositivos museográficos y educativos que contextualizan las obras.

Una propuesta curatorial de Viola que hace patente una mirada aguda, insinuada desde la entrada misma del museo en su diversidad plástica, histórica y conceptual.

Lobby / El exilio irónico de Isabel la Católica y Cristóbal Colón

A la entrada del museo, en el Lobby de doble altura, el visitante se encuentra dos enormes esculturas que llenan el espacio: Cristóbal Colón y la reina Isabel, la Católica, dúo de bronces del maestro italiano y director de la Academia de Bellas Artes a finales del siglo XIX Cesare Sighinolfi. Colón, sin embargo, está inclinado, mal apoyado sobre lo parece ser un frágil globo terráqueo escolar, mientras señala a Isabel la Católica, arrimada en un rincón como una niña regañada, de espaldas al Lobby, tras un conjunto de palmas nativas como las que nunca conoció en su viaje jamás concebido a las Indias que colonizó.

Esta disposición fue propuesta por Carlos Castro Arias, quien aprovechó el par de esculturas removidas de sus pedestales (hasta hace unos años localizados sobre la Avenida el Dorado, en un monumento por norma general vacío y residual) para entablar un diálogo con su origen:

Fotografía de Gregorio Díaz. Cortesía del Museo de Arte Moderno de Bogotá

“Fue un encargo del entonces presidente Carlos Holguín Mallarino –el mismo que regaló el Tesoro Quimbaya a la reina de España– con motivo del ‘Cuarto Centenario del Descubrimiento de América’”, señala Viola, marcando las comillas con sus manos. Fueron removidos preventivamente del monumento por las mismas fechas en que, alrededor del mundo entero, se comenzaron a derrumbar los monumentos de personajes centrales de la historia colonial y esclavista.

“Para muchas personas ha sido curioso e impresionante ver estas dos esculturas ya no como monumentos, si no ‘solo como obra de arte’, agrega Viola marcando de nuevo las comillas. En el mismo espacio los dos bronces enormes dialogan con una pequeña escultura de Castro Arias llamada Encuentro, que exhibe una cabeza reducida de factura indígena sobre un torso escultórico, también reducido y abierto exhibiendo los órganos, de aspecto broncíneo. Contraste entre tradición ritual local indígena e idea anatómica europea del cuerpo –moderna y pretensión científica, moderna, universal– que insinúa un desencuentro que el resto de exhibiciones irá iluminando por partes.

Primer piso / Cromofilia: arte óptico y cinético para la ciudad moderna

Carlos Cruz-Diez fue uno de los mayores exponentes del arte óptico latinoamericano. Nacido en 1923 en Caracas, Cruz-Diez recibió una cantidad significativa de comisiones públicas para desarrollar distintas obras de site specific que lo convirtieron en un referente regional e internacional. Viola aclara que esto se debe a que el arte óptico –como el abstraccionismo en general– no es político en sus postulados y exploraciones, lo cual resulta muy conveniente para el Estado.
La muestra exhibida en el MAMBO está conformada principalmente por algunos cuadros llamados Fisiocromías, dispositivos con fondos de unos tonos atravesados por listones verticales de otros que en conjunto cambian de color por ocultamiento y superposición a medida que el espectador se mueve delante de ellas. También hay algunas Transcromías de mayor tamaño que las Fisiocromías, construidas bajo el mismo principio, pero que aprovechan la transparencia que ofrecen materiales como el PVC.

Según explica Viola, varias de estas exploraciones fueron hechas a lo largo de décadas de trabajo desde los años sesenta con diferentes materialidades y paletas de colores. Varias de ellas pertenecen a distintas colecciones privadas colombianas, con lo cual la muestra es también una celebración del coleccionismo nacional alrededor del artista, explica el curador.

Sin embargo, Ambiente cromointerferente podría considerarse el centro de gravedad de la muestra: “En la exploración del color que hace Cruz-Diez, este espacio representa un clímax, el momento a partir del cual el color se libera de la materialidad para ser solo luz, solo color”, explica Viola. Para acoger la obra, el MAMBO creó un white cube, cubriendo de blanco el suelo de una de sus salas para que los cuatro proyectores pudieran producir los patrones de color que se superponen e iluminan todas las superficies del espacio.

Segundo piso / La (im)postura nacional:

Una vez subidas las escaleras que llevan al segundo nivel, el espectador se encuentra en una esquina un retrato a blanco y negro sobre una pared roja, vibrante. La foto a tamaño pliego retrata a una mujer trans ataviada con un vestido, maquillaje teatral y aspecto sombrío. Debajo de ella se lee “La reina de belleza que no conoce otra historia”. Al acercarnos, descubrimos que esa es la entrada a una galería de retratos organizados en cinco grupos y que la enfrenta –en el otro extremo– al Libertador, aquí “El Héroe” con un montaje y disposición similar. El rojo vibrante de la pared escogido por el museo alude a los colores tradicionalmente usados por la izquierda revolucionaria, los estandartes de guerra y de la sangre, por supuesto. Realza la obra, su crudeza. Estamos en el terreno del arte político. 

“Alexander Apóstol crea estos retratos para documentar la idiosincrasia e historia reciente de Venezuela, usando como modelos una docena de miembros de la comunidad LGBTIQ+, vestidos y maquillados de modo teatral”, explica Viola en medio de la serie. Aparecen personajes desdibujados y ocultos (como “El muerto” o “La prepago”), tipificados (“El expatriado oportunista con el bolsillo en el sistema” o distintas variaciones de los roles militares y policíacos), y otros claramente reconocibles como Hugo Chávez, aquí “El Caudillo”.

La obra de Apóstol revisa la Venezuela de hoy, expuesta desde sus márgenes a través de numerosos videos, fotografías y pintura. De hecho, el colorido mural alrededor del patio interior donde termina la escalera, presenta una composición hecha con todos los colores de los partidos políticos desaparecidos en el país, desprovistos de sus nombres y logos. “Lo cual, por supuesto, contradice lo que comentaba antes: que el arte abstracto no es político”, agrega Viola al respecto con una sonrisa.

Tercer piso / La estética cínica: la historia reciente de Colombia desde la sorna

En el último piso, un mezanine iluminado desde el techo que mira al patio de la pintura mural, una serie de gobelinos y bronces rodean al espectador sobre un fondo celeste. “Esta es una tentación autobiográfica: el Museo de Capodimonte en Nápoles, mi ciudad, tiene los gobelinos de la batalla de Pavía sobre este color”, señala Viola. Esos lujosos tapices de la tradición europea aristocrática y medieval, explica el curador, servían para retratar y conservar la Historia, el recuerdo de las grandes gestas y momentos de los reyes. Y Carlos Castro Arias vuelve a ese formato –y al de las esculturas de bronce– para explorar la historia reciente colombiana.

Los gobelinos expuestos aquí recrean imaginarios característicos medievales y renacentistas como las escena bucólica del unicornio, el lecho de muerte del gobernante, la evocación del arca de Noé o la sangrienta batalla, para retratar figuras como la de Diomedes Díaz, Carlos Lehder o Pablo Escobar con escenas como el capricho de su hija con el caballo del cuerno único o los escabrosos episodios del Bloque Metro en Medellín, por solo mencionar algunas. El asta de la bandera Colombiana mira al suelo, “como necesitando urgentemente una pastilla de Viagra”, agrega Viola.

La exposición termina con una galería de lo que podrían ser bronces. “Son resinas que proponen una tensión, muy posmoderna, entre lo real y lo ficticio, el original y la copia”, explica el curador. Encontramos allí réplicas del Colón de la entrada y de partes de la reina Isabel, junto al emblema de la Academia Colombiana de Historia, entre otros, intervenidos con patrones propios de la cultura Inga, elaborados con chaquiras. Y este conjunto de falsos bronces irónicos está completado por un enorme retablo trabajado en negativo, retirando fragmentos de material con corte láser, para formar una imagen. Se llama Penetración y reproduce el grabado de las minas de Potosí del maestro renacentista Theodor de Bry, junto a un televisor donde vemos a un Simón Bolívar de pan ser devorado por las palomas.

Entre risas, el visitante podría salir y pensar en cuánto absurdo cabe en el relato histórico reciente de Colombia y Venezuela, y entonces podría reparar en el pequeño Bolívar inserto dentro de lo que parece una Transcromía de Cruz-Diez dispuesto junto a la escalera. “Cuando Carlos Castro se enteró de lo que estaba preparando aquí, me dijo que él había tenido este proyecto desde hacía años y se animó a llevarlo a cabo para que estuviera aquí”, concluye, satisfecho, Eugenio Viola, al término de nuestra visita. 

El ciclo expositivo estará abierto en el MAMBO hasta este domingo 9 de junio. Para conocer los horarios y programar su visita, consulte los detalles aquí.

Jorge Francisco Mestre

Escritor, periodista e historiador. Ha publicado dos libros de poesía, Música para aves artificiales (2022) y Música de los abismos moleculares (2024), y el ensayo Enema of the State (2024). Ha sido colaborador de El Malpensante, Bacánika, Bienestar Colsanitas y el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República. Cuando las estrellas se alinean, escribe sobre astrología en esta revista como Mestre Astral. Fanático del café y las historias contadas con calma.

Escritor, periodista e historiador. Ha publicado dos libros de poesía, Música para aves artificiales (2022) y Música de los abismos moleculares (2024), y el ensayo Enema of the State (2024). Ha sido colaborador de El Malpensante, Bacánika, Bienestar Colsanitas y el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República. Cuando las estrellas se alinean, escribe sobre astrología en esta revista como Mestre Astral. Fanático del café y las historias contadas con calma.

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