Mi casa de los sueños: Design House Colombia en NC Diseño
La galería NC Diseño estrena su sede en Bogotá con Design House Colombia, una exposición de disímiles propuestas guiadas por el componente emocional de habitar un espacio. La autora nos cuenta su experiencia en esta exposición que despertó su memoria emotiva mientras la recorría. La muestra estará abierta hasta el 16 de marzo.
“Todo lo superfluo se vuelve feo con el tiempo”. Desde que conocí esta frase, adjudicada al magnífico Alvar Aalto, se convirtió en mi premisa para comprender el diseño de calidad. Además de “la forma sigue a la función”, uno de los principios de la Bauhaus, he tomado las palabras del arquitecto finlandés como precepto para anular la decoración, que significa diseño sin sentido.
En mi carrera periodística he visto muchas maneras de residir en un hogar. Durante los cuatro años que trabajé en la revista Axxis y los siete que estuve en la extinta revista Habitar conocí casas de grandes coleccionistas de arte, arquitectos, diseñadores y millonarios que le han dado carta blanca a los expertos para que materialicen su casa de los sueños. Lo que he aprendido me ha inspirado. Mi actual apartamento, en el que vivo hace más de ocho años, lo he venido componiendo con algunos elementos copiados y reinterpretados de estos espacios. Tiene 53 metros cuadrados, pero algún día pienso cambiar de vivienda y tener la chequera robusta para cubrir todos los pisos en cemento esmaltado y enchapar todo mi baño en mármol de Carrara.
Creo que todos tenemos una casa de los sueños, y esta es la mía, la que supera cualquier esbozo de mi imaginación porque, además de su estética impecable, recorrerla despertó mi memoria emotiva. Se trata de Design House Colombia, la exposición con la que inaugura la nueva sede de la galería NC Diseño (@ncartediseno). Lejos del concepto de una feria comercial, en la que las marcas gritan su nombre y las piezas se ubican en una especie de escenario intocable, la curaduría de esta propuesta parte de la premisa del diseño emocional. Aquí no hay cabida para la decoración ni para lo superfluo.
Mónica Barreneche, fotógrafa y periodista especializada en diseño y arquitectura, tenía en mente desde hace tiempo hacer en Bogotá un modelo de exhibición que había visto en grandes capitales del mundo como Nueva York, París, Madrid y Ciudad de México. Un concepto que consiste en ocupar un predio o una casa que esté a punto de ser demolida donde los espacios son intervenidos por diferentes estudios de arquitectura y diseño para que los visitantes recorran desde la cocina hasta la habitación principal.
Diez estudios de diseño convocados por la curadora recorrieron la casa desocupada al mismo tiempo. Las directrices de la curaduría consistieron en que los espacios debían tener un significado personal para cada una de las firmas
“Me moría por hacer un Design House en Colombia y tenía clarísimo que quería que estuviera ligado al arte. El mundo del arte y el del diseño caminan en paralelo, pero rara vez se entrelazan”, recuerda Barreneche, gestora y curadora de esta idea que coincidió con la apertura de NC Diseño.
Después de doce años de presentar exhibiciones de arte contemporáneo con características de sitio específico, el espacio cultural y educativo NC Arte amplió su programa en 2022 con propuestas que exploran la intersección y el diálogo entre el arte, el diseño y la arquitectura. La primera exposición, dedicada al trabajo de Jorge Lizarazo con su equipo de Hechizoo, desdibujó los límites entre las disciplinas y presentó una comunión de piezas de diseño catalogadas como obras de arte funcional, como también sucedió con la siguiente muestra, que estuvo a manos de Sebastián Errázuriz.
Pero el espacio de NC Arte quedó corto para darle un lugar permanente a NC Diseño, que acaba de inaugurar su nueva sede a pocos pasos al sur de NC Arte, en el barrio Bosque Izquierdo, en un edificio de 1536 metros cuadrados declarado como patrimonio arquitectónico. “Estaba desocupado y abandonado. Se iba a alquilar para un ministerio, pero resultó ser ideal para el programa de diseño de NC”, recuerda Estefanía Neme, directora de NC Diseño y líder de la restauración de este edificio azul que conserva tanto el color de su fachada como sus elementos ornamentales en piedra, cornisas, molduras, volumetría y espacialidad interior.
El proceso comenzó con la visita de diez estudios de diseño convocados por la curadora. Todos recorrieron la casa desocupada al mismo tiempo y cada uno de ellos se fue conectando con las diferentes salas, como el estudio, la cocina, la habitación principal, el comedor y el patio interior, entre otros. Las directrices de la curaduría consistieron en que los espacios debían tener un significado personal para cada una de las firmas y que la propuesta incluyera colaboraciones con otros diseñadores.
Estos fueron los espacios con los que más conecté.
Inmersión tropical
Por Del Valle Studio
Así como adoro el chocolate negro con naranja, y la oblea con arequipe y salsa de mora, me fascina la combinación de verde con dorado. La alfombra fue lo primero que se llevó mi atención en este espacio. Incluso le comenté a David Del Valle —artífice de esta atmósfera— que su tapete bien podría estar en el catálogo de Nanimarquina junto a modelos de los hermanos Bouroullec y de Ron Arad.
La mesa de centro es un poema dedicado a la Serranía de Chiribiquete. Es un punto de luz, una pieza fundida en bronce con martillado manual que representa el tesoro antropológico y territorial mejor guardado de Colombia. La composición, que cambia el estereotipo de una sala protagonizada por un largo sofá, presenta una oda a la naturaleza, un paisajismo realmente inmersivo que se refleja en el sobrecielo rectangular y que invita a contemplarse desde el par de poltronas denominadas Butaque C. Estas sillas, además de comodísimas, son un homenaje a la diseñadora cubana Clara Porset, una reinterpretación de un ícono hecho a mano con metal y una pátina que evoca el color del chocolate derretido.
La mesa infinita
Por Jotaele Arquitectura
Cuando conocí el trabajo en diseño interior de la arquitecta Jimena Londoño, hace más de una década, admiré su gusto exquisito para crear ambientes contemporáneos compuestos por ciertos elementos del siglo pasado. En sus proyectos, incluso en su casa, pareciera que sacara los muebles de la dirección de arte de Mad Men.
Recorrer anticuarios hace parte de su ejercicio. Entre uno de sus hallazgos consiguió en Dessvan un bifé diseñado por William Piedrahita en los años setenta. Una pieza que quería utilizar, pero no había encontrado el proyecto preciso. Fue entonces cuando escogieron con la arquitecta Laura Escobar, su socia en Jotaele Arquitectura, hacer su instalación en el espacio del comedor de esta casa. El área, revestida en las paredes con la madera original de los acabados, me lleva al comedor de mi abuela paterna, un punto de encuentro familiar de todos los domingos en el que nos reuníamos alrededor de comida libanesa. Eran doce sillas de espaldar de madera tallada con ornamentaciones que aquí son representadas con la silla Avispa, de Jaime Gutiérrez Lega (Bucaramanga, 1932), el padre del diseño industrial en Colombia.
El bifé, por su parte, me transporta al armario del comedor de mi abuela materna, una señora de Salamina, Caldas, que atesoraba manteles tejidos por ella misma, vajillas, galletas danesas y licores. Finalmente, Jimena y Laura son de Manizales y su referente emocional para crear La mesa infinita partió del comedor como epicentro de los hogares de la región cafetera, donde crecieron.
Espacio común dúplex
Escultura de Claudia Hakim
Desde que nací he vivido en apartamentos, pero como el pasto siempre es más verde al otro lado de la cerca, tengo una fijación por las casas de dos o tres pisos que separan el área social de las habitaciones. Lo más probable es que venga de mi infancia, de una de las últimas escenas de La bella durmiente, cuando la princesa Aurora y el príncipe Felipe bajan las escaleras del palacio para encontrarse con los reyes.
Los cinco metros y medio de alto de la obra Resplandor, de la escultora Claudia Hakim, encontraron el punto exacto para instalarse en el techo del dúplex para desde ahí caer en el piso en parqué de madera como un vestido largo de elegante cadencia. Un traje de gala que de nuevo me regresa a la Europa medieval de mi película favorita de Disney. Desde que conozco el trabajo de Hakim, me ha cautivado la manera en la que aplica su conocimiento del quehacer en la industria textil, en la que trabajó con cabuya, yute y lana, entre otros materiales que tienden a apelmazarse y decolorarse. Su exploración la condujo al metal, y en él encontró una vejez hermosa. Con los fundamentos de la trama y urdimbre, teje los aros, construye patrones y compone cadenas que se entrelazan con esplendor. Bien descrita con el nombre que la titula, esta obra brilla con luz propia.
Reflejos en el silencio
Por Cruz de La Pava
Mis abuelos paternos eran libaneses. Llegaron a asentarse en Colombia en 1925 y consigo trajeron su historia material. La primera casa en la que vivieron estaba en el barrio La Candelaria, yo nací 60 años después y sus muebles damasquinos, que heredaron de sus padres, hacen parte de la escenografía de mi vida. Mesas auxiliares, consolas, marcos de espejos de piso a techo, portarretratos, cofres, portavasos y cajas de taule (backgammon) me han venido acompañando durante mis 37 años. Estas piezas, algunas sirias y otras hechas en Trípoli, al norte de Beirut, se componen de hilos de plata, madera de cedro y concha de nácar.
Cuando entré a este espacio, diseñado por Camilo Cruz Sánchez y Felipe Gutiérrez de La Pava, me acerqué inmediatamente a lo que fue el espaldar de una cama damasquina, que aquí se posa como un cuadro en la pared. Reflejos en el silencio propone un refugio para desconectarse de los aparatos electrónicos, para detenerse a observar los movimientos del agua en la obra del artista sonoro Leonel Vásquez, para recostarse con una manta y un libro en el sofá tapizado en cuero cámel —tono que cierra mi paleta de color favorita con el verde oliva y el dorado— que cumple el bienestar y la comodidad que siempre persigue el estudio Cruz de La Pava.
Habitar en gris
Por Camila Buitrago Estudio & Granada Garcés Arquitectos
El sofá de la sala, la cobija con la que me arropo para acostarme a ver televisión en las tardes de domingo, las sábanas, fundas, los cojines y el cobertor de la cobija de plumas de mi cama son grises. Alguna vez una arquitecta que entrevisté me enseñó que el gris es el color neutro por excelencia, más que el blanco. Lo incorporé también en las paredes del corredor de mi apartamento. Y en la ropa. Una pinta típica mía es camiseta gris, tenis blancos, jean negro y accesorios plateados. Puede que combine con todo, pero cuando uso gris complemento la paleta de color con blanco y negro. Siempre.
Al entrar a esta habitación, sentí encontrar mi cama en un espacio más grande y enriquecido con dos joyas: la obra de Miler Lagos incrustada en el techo y la silla Ovejo, de Jaime Gutiérrez Lega, de la que escribí en la sección Ícono para Habitar y de la que hablé también aquí en Bacánika. En mi lista de materiales favoritos, después de la esmeralda y el mármol, va el concreto, que le da forma a esta mesa de noche diseñada por el arquitecto Guillermo Arias con su firma Octubre. Sin duda, en la casa de los sueños, sería mi cómplice para poner el libro de temporada, el diario en el que escribo y el vaso con agua que me sirvo todas las noches antes de dormir.
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