Historia general de las muñecas: el juguete que conquistó las masas
Las muñecas han sido compañeras omnipresentes de nuestras vidas. Aunque no siempre se destinaron al juego, su evolución a lo largo de los siglos refleja los avances culturales, tecnológicos y sociales de cada época. Descubra aquí la historia del juguete más antiguo de la humanidad
Recuerdo que de niña tenía tres muñecas favoritas. Una de ellas tenía la piel morenita y un cabello siempre desordenado, con unos ojos miel profundo que parecían misteriosamente vivos. No pasaba una sola noche sin dormir a su lado. Otra de ellas tenía el cabello color oro, esponjoso, al que peinaba con delicadas trenzas que, al pasar el tiempo, se deshacían un poco, pero eso no le quitaba su encanto. Mi hermana solía llamarla “Chucky”, quizás por su tamaño similar al de una niña real y por el leve rastro de colorete que manchaba su ceja. La última de todas era “Cerecita”, una muñeca de trapo con una hermosa pava roja. Su atuendo era escarlata y sus ojos, un par de cristales azul celeste, abatibles, que parecían parpadear cuando la acunaba entre mis brazos.
Imagino que igual a esa pequeña de ocho años que fui hace tanto tiempo, la infancia de muchas se vivió entre muñecas de todos los tamaños, funcionalidades y formas. Aquellos raros artefactos antropomorfos, imaginariamente vivos, con los cuáles jugábamos a ser mamá, papá o con los que inventábamos una vida de sueños y triunfos, son en realidad un medio para reflejar la viva imagen de nuestras costumbres. Quizá en nuestra ingenuidad nunca llegamos a plantearnos por qué la figura humana era plasmada en un objeto inanimado o por qué era más probable perder un examen que a tu muñeca favorita. Sabíamos con certeza que la amábamos, pero ¿alguna vez nos preguntamos quién la creó, por qué, cuáles fueron sus razones, si más niños también tuvieron su Bratz de la suerte, su Barbie futbolista?
Más allá de todo lo que hayan significado para nosotros, lo cierto es que las muñecas son tan antiguas como la civilización y que en el pasado fueron apreciadas como poderosos instrumentos de comunicación. ¿Tal vez aún hoy?
De la antigüedad hacia la edad moderna: en busca de la figura humana
Tal como la vieja y conocida historia de Pinocho, las muñecas se crearon para replicar escenarios de la vida humana y por tanto, se convirtieron en un reflejo de nuestra evolución como sociedad. El hada madrina está y ha estado siempre en los detalles del fabricante.
Aunque se desconoce el origen exacto de la primera muñeca en la historia, ciertos indicios arqueológicos la sitúan en el antiguo Egipto, donde era común presenciar la escena de un niño o una niña moldeando con sus propias manos una muñeca de barro, para luego envolverla en delicadas telas —así lo asegura el artículo Las muñecas-juguete y el juego simbólico infantil en el antiguo Egipto. A través de esta simple figura, el niño aprendía lecciones de vida y del mundo que lo rodeaba.
En el siglo XIX, las muñecas llegaron a adquirir un nuevo estatus al convertirse en los medios para exhibir la alta costura de la época. Surgió la idea de que cuanto mayor fuera la similitud con la figura humana, mayor sería su valor
La muñeca, cuidadosamente esculpida por el artista, le servía a los mayores para enseñar la clase social a la que pertenecía el infante, los deberes a los que estaba destinado, el Dios al que debía adorar y sobre todo, las habilidades prácticas que cumpliría para desempeñarse en sociedad. Cuando por infortunio, el niño se aproximaba a la muerte, los tesoros que había creado en vida, tales como sus muñecas, le seguían hasta la tumba como testigos de su paso por este mundo. Sin embargo, es probable que esa historia haya sido vivida más por niñas que por niños, pues, la mayoría de los descubrimientos a menudo representan figuras femeninas, con facciones que evocan la feminidad y la maternidad; por lo cual ha sido interpretado por los investigadores como una forma de enseñar roles en aquella civilización.
Las muñecas cobraron vida a medida que los materiales fueron otorgándoles mayores atributos. En un principio, sus extremidades eran confeccionadas con paja y tela, con una estructura anatómica simple: cuatro extremidades, cabello o no según fuera el caso. Durante la Edad Media, las muñecas de cera –muy valorada debido a su maleabilidad y capacidad para dar exactitud a las facciones humanas, muy valiosa en el desarrollo de la iconografía sagrada– se emplearon como representaciones simbólicas de figuras religiosas. La dificultad consistía en lidiar con la fragilidad de las figuras que acababan derretidas por el calor.
Con el tiempo finalmente se optó por materiales de mayor perdurabilidad. Ya en el siglo XIX, en plena época victoriana, las muñecas llegaron a adquirir un nuevo estatus al convertirse en los medios para exhibir la alta costura de la época. Las personas enviaban diminutas damiselas como obsequios. Surgió la idea de que cuanto mayor fuera la similitud con la figura humana, mayor sería su valor. Las facciones y los gestos se perfeccionaron. Los vestidos se llenaron de talles exquisitos, accesorios y pequeñas imitaciones del mundo adulto. La muñeca pasó a ser un elemento artesanal y sofisticado, ataviado con las mejores galas de su época; asunto que tiene, claro, su propia historia.
Moda, lujo y siglo XIX
“Las propias muñecas eran un modelo en miniatura del ciclo del consumismo de la moda: nuevos atuendos, nuevos peinados, nuevos accesorios y nuevos muebles para estas bellezas [en] bisque. Todo fue un ensayo general del ciclo consumista de la feminidad” escribe María Teresa Hart en un artículo sobre todo este asunto en el Smithsonian Magazine.
A partir de la introducción de la muñeca “Springfield” y las creaciones de Albert Schoenhut, las muñecas se empezaron a realizar en masa. Su gran experiencia como fabricante de pianos le permitió reemplazar los materiales tradicionales.
En 1850, la elegancia se respiraba en cada rincón de las grandes capitales europeas, las damas de alta sociedad se congregaban en sus enormes mansiones a la hora del té. Conversaban sobre los hechos de la época, acompañadas muchas veces por aquellas muñecas de edad adulta, meticulosamente vestidas y peinadas. Los ojos de las mujeres, afanosas de impresionar, observaban con fascinación los acabados y se decían la una a la otra quién sería la que tendría el mejor vestido para la próxima temporada. Las francesas se alzaban por encima de las demás, enorgullecidas de las bondades de la moda parisina. Las muñecas, imponentes en su diminuto tamaño, las hacían imaginarse a sí mismas con los talles más exquisitos. Desde la punta de sus delicados zapatos hasta los tocados que adornaban sus sedosos cabellos, las muñecas personificaban la búsqueda incansable por la perfección y el lujo.
Fue entonces cuando protagonizaron toda una revolución gracias a su facilidad para convertirse en los modelos de la alta costura, justo después de que la moda parisina captase las miradas del mundo entero. Desde el siglo XIV, las cortes francesas e inglesas enviaban maniquíes de tamaño natural como gestos de cortesía y regalos de colección, pero solo fue hasta el siglo XIX que Francia adoptó a las muñecas como los lienzos ideales para exhibir las tendencias de la moda. En su artículo La muñeca a lo largo del siglo XIX, Teresa Montiel Alvarez especifica que los materiales utilizados en la fabricación de muñecas incluían madera, papel maché, porcelana y celuloide, materiales cuya fragilidad hacía casi imposible su conservación a largo plazo.
La revolución industrial y su apariencia hasta nuestros días
A partir de la introducción de la muñeca “Springfield” y las creaciones de Albert Schoenhut, las muñecas se empezaron a realizar en masa. Su gran experiencia como fabricante de pianos le permitió reemplazar los materiales tradicionales y con ello, los modelos empezaron a ser estandarizados.
Esta transformación marcó una de las mayores revoluciones en la industria de las muñecas, especialmente con la llegada de las muñecas de porcelana, fabricadas a mediados del siglo XIX y popularizadas en 1850. Con una amplia gama de semblantes, que iba desde sonrisas radiantes hasta expresiones melancólicas, este acontecimiento permitió que la muñeca fuera vista como un artefacto de colección y también de comercio industrializado.
Aparecieron entonces en diversas partes del mundo los que serían los más grandes fabricantes de muñecas. Según Montiel Álvarez, uno de los primeros en proponerle al mercado una alternativa de lujo y sofisticación fue Pierre François Jumeau, quien fundó su primera empresa en París. Sus creaciones estaban elaboradas a partir de papel maché y “biscuit”, término que entre sus distintas acepciones en francés incluye el nombre del productor de la primera cocción de la cerámica. Su modelo de muñeca presentaba ojos de cristal y boca abierta, lo que marcó un hito en la industria de los juguetes. La expresión de los rostros y el elaborado detalle de los vestidos, le permitió a Jumeau adquirir una gran reputación como fabricante de muñecas de lujo. Su marca se destacó en exposiciones de talla internacional.
Con cuerpos de PVC plastificado, cabello de nylon o poliéster y una amplia gama de vestimenta elegante, Barbie se convirtió en un símbolo de empoderamiento femenino y un ícono cultural global
Otro de los más sonados fue Jules Nicholas Steiner, quien introdujo innovaciones mecánicas en las muñecas tales como la capacidad de mover la boca como al hablar y de realizar movimientos más complejos. Entre sus creaciones más destacadas se encuentra el bebé mecánico que pateaba y lloraba o la dama que bailaba. La marca de Steiner ganó numerosos reconocimientos y a su vez se hizo con diferentes patentes.
Sin embargo, una de las cosas que más llamó la atención en la época fue la producción de muñecas realistas y expresivas por parte de Kammer & Reinhardt, una empresa alemana que tuvo su época dorada entre 1886 y 1932. Sus muñecas se posicionaron en la industria por imitar la fisionomía humana de los bebés, por ejemplo. Se caracterizaban por ser articuladas y tener gestualidad, llegando a ser aún más expresivas que las que hasta entonces se habían visto.
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Durante muchos años el canon de la muñeca fue presentado a través de esos rasgos infantilizados que servían como modelo de educación para las niñas en lo concerniente a la maternidad. Hasta que en 1956, Ruth Handler creó a Barbie, inspirada en las propias necesidades de su hija y en un modelo mucho más maduro. Personificaba una imagen moderna y sofisticada de la mujer con el fin de que las niñas pudieran proyectarse como adultas. Con cuerpos de PVC plastificado, cabello de nylon o poliéster y una amplia gama de vestimenta elegante, Barbie se convirtió en un símbolo de empoderamiento femenino y un ícono cultural global.
Hoy las muñecas son parte del recuerdo memorable de nuestra niñez, casi como si fuera imposible retroceder en el tiempo sin recordar alguna de esas icónicas figuras de nuestra época. Recordemos cómo costaba dar un paso entre los platos, tazas y accesorios esparcidos por el suelo, que poco después serían transformados en el engranaje de una gran hazaña de juego. De fondo una melodía suave y familiar acompañaba la escena. Tenías ocho, diez, catorce, pero ahora tienes veinte, treinta, cuarenta. Entonces nos proyectábamos en roles adultos. Hay quienes hoy las coleccionan por hobbie, quienes las guardan en sus armarios durante años y las heredan a sus hijos como legado. Poco o nada pensábamos en ellas, quién las había creado. Pero ahora tu yo de ocho años, ya sabe de donde vino nuestra amiga de infancia.
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