Las vidas y muertes de Abelardo Carbonó
El pasado 22 de noviembre, murió uno de los principales precursores de la champeta criolla. Este íntimo homenaje recoge anécdotas y voces en torno a las múltiples resurrecciones de este extraordinario guitarrista cienaguero.
Najle Silva, autor de la ilustración de la icónica portada del álbum El maravilloso mundo de Abelardo Carbonó (Vampisoul, 2013), revisita la pieza original en este homenaje al músico.
na mañana de enero de 2015, un taxi abandonado paralizó el tráfico de la concurrida calle 72, en Barranquilla. Su dueño había salido a correr despavorido, sin pensar en nada más, para lograr darle un abrazo a Abelardo Carbonó.
El taxista, a quien no alcancé a preguntarle el nombre, llevaba un rato escuchando a Abelardo en entrevista en vivo, en el noticiero Atlántico en Noticias de Emisora Atlántico, y cuando se vio cerca de la emisora emprendió marcha a toda velocidad. Llegó un momento en el que el embotellamiento en la transitada 72 le impidió avanzar, así que, temeroso de que el músico abandonara las instalaciones de la radio antes de poderle manifestar su admiración, no tuvo problema en dejar el carro en mitad de la calle ni en ignorar el caos que iba a armar.
Momentos antes, yo ingresaba a la emisora con un hombre de corta estatura cuyo aspecto no llamó la atención de nadie. Cuando entré a la cabina los periodistas nos miraron con la cara de siempre, como pensando “aquí llegó de nuevo Daniella con otro de sus artistas”. En el receso de la transmisión los saludé a todos. “Señores, les presento a Abelardo Carbonó”, les dije. Ante eso, la disposición de los periodistas cambió radicalmente. “¡Abelardo Carbonó! ¡‘A otro perro con ese hueso’! ¡No lo puedo creer! ¿Qué te habías hecho tú?”, le dijo uno de ellos a Abelardo, a quien conocía de nombre pero no de vista.
Al salir de la emisora luego de la entrevista, la reacción del taxista fue parecida. Mientras lo abordaba saltando y dando gritos de alegría, le dijo “Yo conocí a mi mujer bailando el ‘Guana Tángula’. No puedo creer que seas tú. ¡Yo estaba convencido de que Abelardo Carbonó había muerto!”
Y algo de razón tenía ese taxista al creer que Abelardo ya no estaba entre nosotros. Aquel 2015 hizo parte de una época de resurrección para Abelardo. Un “revival”, como bien lo llamaron los europeos, cuando el sello español Vampisoul editó en 2013 el compilado El Maravilloso Mundo de Abelardo Carbonó, gracias a los titánicos esfuerzos de su manager, el cineasta y fundador de Palenque Records, Lucas Silva. De cierta manera, Abelardo llevaba un tiempo estando “muerto”, en un periodo de inactividad que lo mantuvo lejos de los escenarios y de las grabaciones por muchos años, en esa Barranquilla en donde muchas veces las leyendas de la música local viven en el olvido. Como si estuvieran muertos.
Abelardo ya sabía lo que era la muerte pues había vivido muchas vidas. Había muerto y resucitado varias veces. Por eso, al recibir la noticia de su reciente fallecimiento, el pasado 22 de noviembre, tuve la sensación de que esta no es la primera vez que Abelardo muere, pero sí la última.
Entre todas las vidas que tuvo Abelardo está la del policía activo que en los años setenta rompió en dos el bolillo en frente de su comandante, oficializando su renuncia a la institución después de nueve años, para dedicarse del todo a la música. Con el fin de esa vida empezaba otra como leyenda de la música, creador de un sonido único que integró la guitarra eléctrica a la champeta criolla grabando en sellos como Felito Records, Codiscos, Ham Music y Machuca. Esa leyenda que luego murió cuando pasó al olvido, y años después le daba paso a la ya mencionada resurrección. Todas esas vidas vivió Abelardo Carbonó, y quién sabe cuántas más.
La razón de la entrevista en Emisora Atlántico era anunciar que, luego del éxito de la reedición de su música en Europa, Abelardo volvería a juntar a su grupo después de 15 años de estar fuera de los escenarios. Esto se haría en el Carnaval Internacional de las Artes, evento de la Fundación La Cueva en el que trabajé por varios años. Fue a partir de esa presentación, en el teatro Amira de la Rosa, que Abelardo y su grupo comenzaron una serie de presentaciones y giras por Colombia y el mundo.
Portada del álbum El maravilloso mundo de Abelardo Carbonó (Vampisoul, 2013). © Cortesía de Lucas Silva / Ilustración de Najle Silva.
El regreso de la muerte y nuevos viajes
En muchas de las conversaciones que tuve con él, Abelardo solía referirse constantemente a cómo su música “regresó” a él desde Europa, como si hablara de una persona que emprendió un viaje largo para volver de manera inesperada. Así lo dijo también durante su participación en el Carnaval Internacional de las Artes en 2015.
“Yo tengo una producción en España y de allá se han regresado, los temas se han venido de Europa. Yo lo que trabajo aquí no lo escuchaban, pero resulta que la venta mía estaba pa’ Europa. Entonces, con el tiempo los trajeron para acá, y como que siempre hay un momento en que uno, como los árboles, tiene una rama muerta pero retoña un tronquito.”
Pocos años después, en 2018, sería él quien emprendería una gira por Europa, siguiendo el paso de su música, recorriendo el camino que su sonido había abierto allá. En esta gira fue testigo de una popularidad y de una aceptación del público que nunca antes había gozado en su propio país y en su región. Contaba que llegaba gente de todas partes a entrevistarlo, hasta el punto de que él, que siempre fue de pocas palabras, terminaba diciendo: “Ey, ya no tengo nada más que contarte. Me va a tocar ponerme a inventar”.
En Europa su música ha sido aún más exitosa en los últimos años y recientemente el sello japonés Okra publicó su disco con los temas “El cucaracho” y “La cumbia sampuesana” junto a Eblis Álvarez de Meridian Brothers con una portada del artista visual y coleccionista Mateo Rivano.
El gemelo brasileño de Carbonó
Más allá de lo musical, aspecto en el cual la cercanía es simplemente inaudita, hay una innegable similitud física, estética y temporal entre Abelardo Carbonó y el guitarrista Joaquim de Lima Vieira, de Brasil. Me di cuenta del curioso paralelismo entre estos dos personajes un día que Mario Galeano, líder de Frente Cumbiero y de Ondatrópica, me mostró el disco Lambadas das quebradas Vol. 3, de Vieira e Seu Conjunto. “Mira, un primo amazónico de Abelardo”, me dijo entre risas.
Al escuchar el disco me di cuenta de que el paralelo iba más allá. El Mestre Vieira, como es conocido en Brasil, es el creador del género llamado guitarrada, estilo proveniente de la Amazonía brasileña que acusa una innegable similitud sonora con la champeta criolla, incorporando además elementos del samba y la lambada. A nivel sonoro la guitarrada suena como el producto de un universo paralelo al de la champeta criolla, en donde la guitarra eléctrica también es el eje central.
El parecido entre Abelardo y el músico brasileño Vieira trasciende lo sonoro. Su aspecto casi idéntico pudo confundir a más de uno.
Tras años de buscar ese disco por fin pude encontrarlo. En él fui descubriendo más y más paralelos entre los mundos de Abelardo y Mestre Vieira. Ambos iniciaron su carrera en la misma época y su periodo más prolífico transcurrió a finales de la década del setenta y principios de la del ochenta. Los dos tocaron en un formato de siete músicos, en grupos que incluyeron a algunos de sus hermanos. Contrastar portadas de sus discos, como la de Lambadas das quebradas Vol. 3 y la de Abelardo Carbonó y su Grupo (Felito Records – Discos Victoria, 1986), significa asombrarse por lo razonablemente parecidos que se ven, tanto en lo físico como en la estética visual y en el vestuario.
Al evidenciar esta casual hermandad musical me puse en la búsqueda de Mestre Vieira con el objetivo de traerlo a Colombia y juntarlo con su par cienaguero. En esa búsqueda alcancé a tener una fugaz comunicación con su manager, una mujer de nombre Luciana, que, al igual que Lucas Silva –manager de Abelardo–, también es cineasta. El sueño de juntarlos se frustró tras la muerte de Vieira en febrero de 2018, a sus 83 años. Queda la obra musical de ambos, prueba suficiente de esta curiosa similitud de universos musicales entre la champeta y la guitarrada, con sus dos mayores exponentes de la guitarra en ambos géneros.
Ecos y reencarnaciones sonoras
“El verdadero maestro de la psicodelia en el Caribe colombiano, se llama Abelardo, se llama Abelardo Carbonó”, le cantó el artista bogotano Masilva en “Abelardo”, canción que compuso en su honor hace unos años. Poco después, el cuarteto de jazz latinoamericano de vanguardia Bituin incluyó en su más reciente disco una versión de “Palenque Palenque”, una de las canciones más recordadas de Abelardo, probando así la vigencia de su sonido en las agrupaciones actuales sin importar sus disciplinas sonoras. No se puede negar que su aporte musical es una influencia crucial en las nuevas músicas colombianas. El sonido característico de su guitarra influenció a muchos músicos en México y otros países de Latinoamérica, muchas veces sin que sus involuntarios seguidores descubrieran aún quién era el que estaba detrás de la creación de ese particular estilo de ejecución de la guitarra.
Eblis Álvarez dijo en su cuenta de Twitter que Abelardo “Logró unificar el toque colombiano y el toque africano desde una visión desconocida, todavía desconocida”. Y así es: la obra de Abelardo es algo que aún no se termina de entender, no se termina de divulgar, no se termina de procesar ni de conocer. Su vida fue, como su sonido, única, inusual, e inclasificable. Y es que el mundo mismo de Abelardo era como su sonido, heterogéneo, múltiple, hecho a partir de muchos otros mundos. Ese sonido en donde se mezclaban tantas cosas. Donde logró rescatar elementos de la champeta, del rock n roll hasta de la música country, la música africana, la música árabe y mucho más. Todo lo que pasaba por su sonido terminaba siendo entretejido en un engranaje único con otras músicas y con elementos a veces muy disímiles. Juntar y poner a dialogar tantos universos es lo que significa ser verdaderamente cosmopolita. Lo que él pudo hacer en un solo paso terrenal, a nosotros, los que aún estamos aquí, nos va a costar varias vidas entenderlo, valorarlo y divulgarlo en su totalidad.
Mateo Rivano compartió en sus redes la última portada que creó para un disco de Abelardo con el mensaje: “Abelardo Carbonó le entrega la guitarra a la próxima generación y deja este mundo destruido y sin sentido del que le tocó ser parte. Se va otro músico que casi cae en el olvido si no fuera por sensibles como @palenquerecords. Esta sería la última portada de su discografía algo premonitoria.”
Con esta última muerte de Abelardo a muchos nos queda la sensación de un deber cumplido y así lo manifestó Mario Galeano, que es una de las personas que también se dedicó a difundir la obra de Carbonó. “Nuestro parche reconoció, acompañó y se influenció de la obra de Abelardo. Pusimos a sonar los discos, lo reeditamos, lo grabamos, lo sacamos de gira. Es decir, hicimos la tarea más bien completa. Eso merece mención también. Que no pare esa tarea nunca.”
Así es. Esta tarea no puede parar nunca. Para mí, la historia de Abelardo Carbonó es una prueba de cómo a través de la gestión y la investigación musical se puede hacer justicia peleando contra el olvido. Se puede resucitar a los muertos y se puede también ser inmortal, transgrediendo los límites de la vida y la muerte.
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