El Pacífico: entre la salsa y la marimba
Al igual que el Pacífico, Kenia vive entre la salsa y la marimba a lo largo de las páginas de Nadie grita tu nombre. Esta región musical, trepidante, desigual y enigmática es la protagonista de la primera novela del escritor caleño Harold Muñoz, publicada por Planeta. Esta entrega de “Libros llenos de música” es protagonizada por Kenia y la marimba.
n San Antonio, un pueblo del Pacífico colombiano, la salsa suena a toda hora, en cada casa y en cada tienda. Es la música con la que mujeres y hombres se despiertan, trabajan en las minas ilegales, beben y luego duermen. En ese mundo se mueve Kenia, una adolescente que quiere irse a la ciudad a cambiar de vida, junto a su abuela. Pero en San Antonio también hay otra música, la de las cantaoras negras acompañadas de marimbas y cununos. Y ahí comienza la novela: con Kenia encontrando su espacio desde la marimba, mientras la salsa sigue sonando y el mundo alrededor se sigue cayendo a pedazos, muerto por muerto, casa por casa.
¿Cómo aparece la música en su libro?
La música de la novela es la que suena en San Antonio, pura salsa rosa o salsa de motel, pero también la que genéricamente se llama “música del Pacífico”. La primera suena en todas partes, mientras que la segunda está un poco más al fondo, un rumor constante. Por lo menos así es para Kenia. “Ella se encuentra con la música del Pacífico y con la marimba casualmente, casi de la forma en la que yo mismo me encontré con ambas, desde la curiosidad, como un extranjero. Kenia, no por ser negra, toca la marimba. Al contrario, es una extranjera de su cultura, de su tradición, si es que esa debería ser su tradición, y siente curiosidad por ese instrumento. Empieza a aprender a tocarlo para así encontrar un lugar en el mundo”, afirma Muñoz.
La marimba se le aparece a Kenia de manera accidental, de la misma forma que a Muñoz la literatura. “Yo me dedico a escribir y no hay nada en mi historia personal que explique esa pasión: no vengo de una casa llena de libros, ni de una ciudad en donde la literatura abunde, ni tuve profesores de literatura que me apasionaran por ello”. Si algo tienen en común las palabras y la música es la forma en la que atacan y envuelven al que se les acerca: un sonido tras otro. Kenia se encuentra con un instrumento y decide explorarlo hasta las últimas consecuencias, a entender que a lo mejor desde él también puede habitar el mundo. “A Kenia la música no le soluciona la vida, pero quizá le da un motivo para seguir en ella”.
[Lo conocí porque mi abuela me mandó a comprarle unas piñas. Me abrió en pantaloneta, me recibió con Llorarás de Oscar de León, como si me estuviera advirtiendo. Me dijo que, si quería, podía entrar para elegir las piñas y eso hice. Tenía una marimba en la sala, al lado de la hamaca. Se parecía a la del músico de la plaza del pueblo. Otro día volví por más piña y le pregunté en dónde era la foto que tenía colgada en la sala en la que aparecía un puerto. Sonaba Pillo buena gente de Andy Montañez. Esa fue su segunda advertencia, pero yo ya había sido seducida por la marimba y por sus historias, no estaba para escuchar razones.]
¿Qué descubrió sobre la marimba mientras escribía el libro?
Normalmente desde el estereotipo se enseña que la música negra únicamente es alegre y luego uno se da cuenta de que esa música también puede ser muy triste, que sirve para despedir muertos. La marimba suena como lluvia, como gotas de lluvia que caen en la selva, intenta reproducir el sonido del agua y este genera una suerte de tranquilidad, un movimiento, mucha melancolía.
Y eso va en el libro…
Parte de la novela se narra con esa melancolía. Quizá un sentimiento predominante en la novela sea el desarraigo, pero también la nostalgia, que es la nostalgia que a mí me despierta las voces de las cantoras, muy lastimeras, dolorosas, que más que ser afinadas en términos occidentales, son voces que generan algo mucho más natural, más ritual y espontáneo, algo más cercano a la nostalgia y el dolor.
¿Qué tan musical es su literatura?
A mí me interesa utilizar la musicalidad de las palabras del día a día. Yo trato de escribir con mis palabras, las que conozco. A mí me gusta explorar el sonido de las palabras con las que hablamos todos los días y en mi caso particular de las palabras con las que yo hablaba en Cali cuando vivía allá. En esa melodía fuerte que tiene el hablar caleño, que puede sonar imperativa. Cuando llegué a Bogotá me solía pasar que parecía que siempre estuviese reclamándole a la gente o encarándola. Mi literatura es musical dado que hay un cuidado por cómo se entonan las palabras del día a día ya que es con ese tono con el que yo escribo.
Literatura sobre la marimba hay poca, por lo menos de ficción, según explica Muñoz; mientras que en periodismo, antropología e historia hay uno que otro texto. “Hace poco el escritor guatemalteco Rodrigo Fuentes me contaba que era la primera vez en la vida que leía una novela sobre el instrumento nacional de Guatemala, y eso me llamó la atención. La marimba es el instrumento nacional de un país y no hay nada sobre ella en su literatura, sino en la literatura colombiana, pero en la misma literatura colombiana no ha sido tan narrada”. La razón de esto, sugiere Muñoz, puede subyacer en el hecho de que la literatura nunca va a poder narrar la música de la misma forma en la que sí lo hacen otros formatos, como el cine, en donde el sonido sí está, precisamente, sonando.
Así las cosas, Muñoz se propone narrar lo que la música produce en quien la escucha, es decir, narrar la sensación y el sentimiento. Esto lo consigue a través de la actitud de los personajes, principalmente Kenia, su forma de acercarse, de escuchar, de moverse, de actuar cuando está frente al instrumento y este inunda el espacio. La intención de Muñoz es construir un lenguaje nuevo como consecuencia de la curiosidad. Para ello se vale de una operación similar a la utilizada por productores como Nicola Cruz o Quantic e intérpretes como Nidia Góngora o Hugo Candelario: tomar esto que es tradicional y construir a partir de él, de algunas preguntas y del bagaje sonoro de cada uno. “Parte del proceso fue aceptar que yo era incapaz de escribir una novela reivindicatoria de la marimba y que sonara con los tonos de lo que se supone que es lo negro. Y, más bien, a partir de sentirme incapaz, de reconocer que eso no me corresponde, buscar qué se puede crear desde la curiosidad e intentar otro sonido, que es la novela”.
La marimba se aprende a tocar desde el oído y la imitación, a diferencia de otros instrumentos en donde se parte de las notas musicales y la lectura de partituras. La música del Pacífico obedece a una epistemología música totalmente diferente: es entender el sonido a partir de onomatopeyas o frases o palabras que suenan con el ritmo de lo que se pretende tocar en el instrumento. Y esa sensación particular, esa energía especial, es la que mueve a Kenia y por tanto la novela.
[Efrén me da la entrada y yo arranco. Juro que no voy a parar, que le vendí el alma al diablo para aguantar este camino. Soy una moneda que cae en el vacío. Una moneda decide el destino de la gente que la escucha rompiendo el aire. Toco. Toco. Toco. Acabo de cumplir veintiún años y voy a colgar mi propia estrella en la montaña, en un lugar en donde todos puedan verla. Voy a tragarme el mundo que no he visto. Eso es lo único que tengo claro en este momento. No puedo parar, no puedo parar. Tengo que llegar a esa lugar que aún no existe, que construirá el mañana. Atravesar la cólera. Fluir en el espanto.]
Si pudiera elegir cinco canciones para escuchar durante la lectura del libro, ¿cuáles serían?
Fácil…
• Llorarás, Oscar de león
• Panteón de amor, Orquesta Zodiac
• Rumba Chonta, Grupo Bahía
• Todo con coco, Malecón y Nidia Góngora
• Rumba de Juankita, History of Colour
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