Y
a saben la situación: están un sábado por la tarde tendidos en su casa muriéndose del guayabo.
Ustedes dijeron, una vez más, que este fin de semana sí harían cosas, que saldrían a un parque, irían a un museo, visitarían a su familia, qué sé yo. Pero, en cambio, se embrutecieron de nuevo y, antes de darse cuenta, ya era de noche y no hicieron nada de lo que se habían prometido.
En vez de escuchar las historias familiares de sus abuelas o de cambiar el plan de buscar un parque para refigiarse de la lluvia, están echados, viendo un partido de fútbol del torneo colombiano porque solo para eso aguanta la cabeza a estas alturas.
Ustedes son afortunados si el partido es de Millonarios o Santa Fe porque pueden conciliar el sueño y el guayabo se les va a ir más rápido. Pero si son desafortunados y siguen despiertos cuando llega el medio tiempo, quizás noten algo extraño: los periodistas deportivos atacan el terreno y logran sacarle un “estamos haciendo lo que dijo el profe”, o un “esto es una final” al marcador de punta de turno que no alcanzó a esconderse de los micrófonos a tiempo.
Y quizás ustedes piensen “¡Ah! Qué respuesta tan tonta, qué vaina tan cliché, hasta yo puedo dar una respuesta más inteligente”. Si lo piensan, es porque no pueden ver más allá. Y si no pueden ver más allá, probablemente es porque siguen enguayabados, pero está bien, por esta vez los perdonaré.
Si pudieran ver más allá, si de hecho se pusieran en los guayos de esta noble raza de jugadores que tienen la mala suerte de atraer las cámaras, entonces se darían cuenta de que ustedes no podrían responder la pregunta de manera inteligente, porque el periodista encargado de sacarle palabras a personas que vienen de 45 minutos de ejercicio anaeróbico ni siquiera se dignó a hacer una pregunta.
No, “buen partido...” no clasifica como una pregunta. Tampoco “les van ganando por debajo...” y mucho menos “deberían jugar con tres atrás”. “Muérase, señor periodista”, deben pensar los jugadores, “Póngase usted la pantaloneta y salga a hacer el ridículo contra el Alianza Petrolera, que yo ya no aguanto más”. ¿Por qué no un simple “¿cómo ve el partido?”, un amable “¿cree que puedan remontar?” o, si hace falta, un confrontacional “¿cree que su técnico los mandó con la formación apropiada?”. ¿No? ¿No es posible? ¿No está dentro de la descripción mínima de ser periodistas dedicarse a hacer preguntas?
Si miran una rueda de prensa, es evidente que para este tipo de periodistas deportivos no es así. "Profe, que se equivocó saliendo 4-4-2"; "doctor, que ‘El Camello’ Serna no era el jugador para este partido"; "honorable, que es que usted sí que la cagó bien feo ahí".
Pero, ¿por qué es tan difícil hacerle una pequeña entrevista a un jugador o a un técnico de fútbol? Le pregunté a Paulo César Cortés, periodista deportivo de Noticias Uno y de ESPN; él dice que esta es una plaga tan extendida en el país que ya incluso tiene un nombre: el mal de la “pregunta-comentario”.
Cortés cree que el problema es que este tipo de periodistas deportivos no han asumido sus deberes y responsabilidades como periodistas, “así, sin apellido”. Según Cortés, “su labor consiste en cubrir un juego, que no es una ciencia exacta, sobre el cual sólo se pueden emitir opiniones, todas controvertibles”. Así que aprovechan la idea falsa de creer no necesitar ser rigurosos y, en vez de dedicarse a cubrir la noticia, se la pasan es inflando su autoridad moral y haciendo pasar sus opiniones como si fuera análisis puro y duro.
“No me imagino a Gossaín comentando algo como ‘Ve, Petro, sos un petardo, tenés que irte’, como algunos colegas le decían al ‘Bolillo’ Gómez”, dice Cortés quien se queja de que los periodistas deportivos se convirtieron en jueces de todo y de todos y dejaron de informar.
Por otra parte Nicolás Samper (que ha tratado con muchos futbolistas y periodistas deportivos, pues es panelista de Fútbol Mundial de La FM, de La Jugada de RCN Radio y columnista de Esquire Colombia y de Publimetro) asegura que este es uno de los problemas más grandes del cubrimiento deportivo del país y que no es algo nuevo, pues el problema “cobija tanto a los de vieja data, como a los de la nueva guardia”. Su frustración es tan grande que nunca va a ruedas de prensa, pues sabe que de allí no va a salir con algo interesante, no va a haber preguntas y respuestas, sino solo periodistas comentando sobre el partido.
Federico Arango, subeditor de opinión de El Tiempo y uno de los creadores del Bestiario del Balón, aventura una explicación para este mal, pues cree que se trata de un afán de erudición, que es a su vez un problema de género: “el varón necesita afianzarse en sus conocimientos del fútbol. Muchas veces, para quienes están comenzando, la entrevista es el único espacio que tienen para demostrar su conocimiento e intentar ascender en su carrera”.
Los periodistas deportivos necesitan mostrarse, que alguien los note, que la gente recuerde su nombre y así poder vender su trabajo. ¿Y los jugadores? ¿Qué importan? Según Arango, lo que les importa a los periodistas es poder “imponer su punto de vista, es puro machismo discursivo”.
Esto, me parece a mí, incluso le pasa a las mujeres encargadas de las entrevistas deportivas, que buscan abrirse lugar en un mundo dominado por hombres. Sin embargo, hay esperanza. Claudia Bautista (la esposa de Arango) comenzó cubriendo fútbol hace 10 años sin ser una experta en el tema. La estrategia que le funcionaba era “hacerse la pendeja”, decir: “yo no sé nada, usted hable”.
Bautista encontró que de esta manera se obtenían resultados interesantes y que esto demostró que los futbolistas no son ignorantes ni están llenos de lugares comunes, sino que no se sabe cómo abordarlos.
Arango opina que el problema radica en que en el periodismo deportivo colombiano “se llega con los taches del conocimiento arriba: yo tengo una visión, confírmemela”. Aunque esto no es un asunto exclusivamente colombiano, hay ejemplos en otras partes que demuestran que sí se puede hacer periodismo deportivo que pregunte cosas.
Arango compara la entrevista que le hicieron a Lionel Messi en Día a Día (el programa mañanero de Caracol TV)
con el especial que hizo el Informe Róbinson de España
La primera fue una larga hilera de chistes malos hechos por los presentadores, mientras Messi y demás jugadores ignorados miraban desconcertados; pero la segunda soltó a Falcao, lo aflojó, supo cómo llegarle al personaje.
Parece que el problema seguirá creciendo por ahora, mientras surgen nuevos medios deportivos y cada uno quiere gritar más fuerte que los demás para ser tenido en cuenta. Pero Cortés cree que hay una solución sencilla y es tener claro que “para hablar de algo uno tiene que estar informado y además formado, tiene que saber cómo decir las cosas, cómo contar la historia”.
Así, quizás, el periodismo deportivo no sea sólo una interrupción a nuestro guayabo, sino que además abandone las opiniones que sólo le interesan a quien las emite y llegue a contar historias que nos interesen y entretengan, en vez de torturarnos con una apreciación más de la parábola descrita por la línea de mediocampistas.
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