Entre la locura y la desesperación: una fórmula para convertirse en actor
Hablamos con Claudio Cataño sobre su opera prima Moria.
Claudio Cataño se crió entre artistas: un abuelo poeta, un padre cineasta y un tío escritor. Desde pequeño sintió que ese era su camino. Nunca terminó el bachillerato, pero se dedicó a estudiar teatro desde los 15 años. Su padre lo matriculó en la academia del argentino Rubén Di Pietro, en donde estudió durante tres años. Se crió en el barrio La Candelaria, en el centro de Bogotá, pero cuando empezó en el teatro le tocó mudarse con su mamá al barrio Chapinero, un poco al norte de la ciudad.
Su incursión en la televisión fue gracias a un director de televisión que tuvo la oportunidad de verlo en una obra de teatro y lo invitó a hacer un casting. Desde ese momento ha estado en varias producciones como Padres e hijos, en donde hizo su deber televisivo; Juego Limpio; Criminal (una miniserie protagonizada por Robinson Díaz); y Pocholo, entre otras.
En todas estas producciones realizó actuaciones de reparto que, como él dice, le permitieron hacer escuela sin quemarse en un papel muy llamativo. Luego comenzó a hacer papeles con mayor protagonismo como en La sucursal del Cielo, una serie de época, o en A mano limpia, en donde —en contra de todos los pronósticos— quedó como protagonista luego de audicionar más de quince veces.
Claudio Cataño se ha caracterizado por ser un tipo políticamente incorrecto. Cuando era pequeño lo expulsaron de todos los colegios en los que estudió; en su adolescencia se involucró en pandillas, e incluso consumió drogas. No obstante, cabe aclarar que desde hace dos años “está limpio”.
Luego de la primera temporada de A mano limpia, y de que lo sacaran de la producción, Claudio se quedó un año sin trabajo y con un problema aún más grande, nadie quería arriesgarse a trabajar con él debido a su fama de problemático. A los 24 años, sintió que tenía todas las puertas cerradas y toda una vida por delante sin saber qué hacer.
Para no caer en depresión, comenzó a pintar. Con el poco dinero que le quedaba de sus ahorros, era la única actividad con la que se sentía a gusto y no tenía que invertir mucho dinero. Este fue su primer acercamiento con la imagen, la composición, los colores y la luz. Algo que nunca había estado lejos de su propósito, pues siempre quiso pertenecer al mundo del cine.
Durante esta época tan dura en su vida, apareció Patricia Castañeda, reconocida actriz y su actual pareja. Ella, además de ser su compañera sentimental y cómplice en muchas cosas, ha sido el pilar en esta nueva etapa de la vida de Claudio.
Claudio siempre había querido vincularse con el cine, no en vano fue criado por un conocedor de este arte, Mauricio Cataño, su papá. Con el descontento de que nunca lo llamaran para hacer una película, la desesperación y la angustia causada por los problemas que tenía en el momento, sumado a su pasión por pertenecer al mundo cinematográfico, este actor tomó mucho más en serio la idea de ser director.
Desde ese momento, y con el compromiso de dirigir un corto escrito por Patricia, Claudio comenzó a prepararse. Siempre había sido autodidacta, y esta vez no iba a ser la excepción. Comenzó por ver películas y desglosarlas, leer y estudiar a fondo.
Hace tres años juntos realizaron tres cortometrajes basados en unos cuentos escritos por Patricia Castañeda. El primero de ellos se llamó Apartamento 101, el segundo, El secreto, y el final de esta trilogía, El palo de golf.
Estos trabajos fueron invitados al Colombian Film Festival, un festival de cine colombiano que se hace anualmente en Nueva York; allí Claudio conoció a un joven que estaba preparando su tesis en cinematografía en la New York Film Academy, él le propuso a Claudio que hicieran un corto.
Cinco años atrás Claudio había escrito el guión de un cortometraje que se tituló Moria, un termino griego que significa “locura”, y fue adoptado por Claudio de un libro escrito por Erasmo de Rotterdam en el año 1.500 (Elogio a la locura); un libro que, en su momento, le dio el respaldo para creer en la locura como la puerta al éxito.
Cuando el joven estudiante le preguntó a Claudio si quería hacer un corto en Nueva York, de inmediato pensó en esta historia. Además, ¿quién no quisiera rodar un corto en la Capital del Mundo? Bueno, su padre no. Don Mauricio logró convencer a Claudio de que el material que tenía era suficiente para hacer un largometraje, y que obviamente, debía rodarlo acá, en Bogotá.
La historia es sobre tres personajes: una prostituta, un payaso que sale una noche a que lo maten y un hombre que no habla pero que siente un tremendo gusto por los relojes. Algo raro para muchos, pero que para Claudio está cargado de fuerza.
Gracias a los consejos de su padre, un hombre curtido en el cine, como el mismo Claudio lo define, más el apoyo de Patricia, Moria dejó de ser un corto para transformarse en un largometraje, y de paso convertirse en la ópera prima de Claudio.
Claudio realmente había querido eso desde cuando comenzó a involucrarse con la industria audiovisual y televisiva. Contrario a lo que muchos pensarían, Claudio Cataño no la tenía tan fácil. Era evidente el hecho de que ser un actor conocido le ayudaba a tener credibilidad a la hora de exponer su proyecto, pero, por otro lado, no dejaba de ser el tipo políticamente incorrecto que ya habían vetado de los grandes canales de este país.
Claudio se tomó las cosas en serio. Además de su obsesión por leer y ver películas, realizó un storyboard cuadro a cuadro de cómo se imaginaba su película y lo dibujó él mismo. Así, con la misma disciplina, comenzó a rodar.
Esta cinta, logró finalizarse a punta de amigos y favores, lo que no quiere decir que haya sido gratis; se hizo con “tarifas preferenciales”, como diría algún vendedor de agencia de viajes.
Las cosas fueron así: la película fue financiada por Claudio y su esposa. Fue rodada en la casa de algún familiar, en La Candelaria; los equipos fueron alquilados a precios irrisorios gracias a un amigo, el primero de una larga lista; la dirección de arte estuvo a cargo de un artista plástico y performista que intervino la casa para las grabaciones; al mando de la dirección de fotografía estuvo su papá; la música la compone, otro amigo, Adrián Alemañi. Patricia Castañeda, además de actuar en la cinta, también tuvo la tarea de manejar todos los temas de producción. Los actores fueron Julieth Restrepo, Juan Pablo Barragán y Rafael Uribe, todos amigos de Claudio. Actualmente, la cinta está siendo editada por Juan David Caro, otra de sus amistades.
Además, Moria fue rodada con un presupuesto de 150 millones de pesos, aproximadamente. Un presupuesto muy bajo en comparación con otras producciones, pues se estima que una película cuesta entre 700 y mil millones de pesos. Adicionalmente, fue grabada en 17 días, la mitad de lo que se demora una producción normal.
Claudio no pretende retirarse de la actuación porque es consiente de que ese trabajo le va a permitir seguir financiando sus proyectos; para él hacer cine y ver cine, es como abrir un portal en el que priman los sentimientos; ayuda a la inspiración y tiene la capacidad de conmover hasta la saciedad mediante la construcción de un universo propio. Para Claudio, hacer cine es sentirse vivo de verdad.
Aunque el camino no ha sido fácil, Claudio, en medio de la desesperación, tiene claro que todo ha valido la pena para hallar en el cine una forma de encontrarse y de sentirse completo. Tanto así, que espera a futuro seguir estudiando y produciendo sus propias historias.
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