Retrato de mi ovario poliquístico
Vivir con Síndrome de Ovario Poliquístico es mucho más que no menstruar todos los meses: tanto el síndrome como algunos de sus tratamientos pueden implicar cambios sensibles en el cuerpo de quienes lo padecen. La autora nos cuenta su experiencia de la mano de una experta y otras fuentes, para entender mejor este trastorno endocrino.
Cuando tenía 16, dos años después de mi primera menstruación, me diagnosticaron con Síndrome de Ovario Poliquístico. El diagnóstico estuvo acompañado de un veredicto que, en ese momento, fue más preocupante para mi mamá, que estaba sentada a mi lado: “Es posible que no pueda tener hijos”. La noticia de una posible infertilidad me fue indiferente en ese momento. Procedimos a hablar de cómo normalizar mi ciclo menstrual: el tratamiento que me formularon consistió en anticonceptivos orales y duró seis años durante los cuales sangré mensualmente.
El Síndrome de Ovario Poliquístico es un trastorno endocrino complejo y heterogéneo: hay tantas maneras de padecerlo como personas que lo padecen. El diagnóstico se da cuando se cumplen 2 de los 3 criterios de Rotterdam, un consenso establecido en 2003 por un grupo de especialistas, y que ha sido perfeccionado en años posteriores. Los tres criterios son oligo/anovulación, hiperandrogenismo y morfología ovárica poliquística. Pero aquí va el primer matiz del diagnóstico: los tres criterios de Rotterdam pueden estar presentes en una persona sin que ésta padezca el Síndrome. En la adolescencia, durante los primeros años después de la primera menstruación, el funcionamiento cerebro-glándula pituitaria-ovario no está del todo calibrado (a esta tríada se le llama eje hipotálamo-hipófisis-ovario). Es decir: una adolescente, durante esos años, no entra necesariamente en la regla diagnóstica, pues su cuerpo apenas está aprendiendo a ser fértil, y la cronología hormonal para ello está apenas construyéndose y encontrando sus medidas y sus tiempos como lo explica la guía Fisterra del Síndrome de Ovario Poliquístico.
En cuanto al origen del Síndrome, la ginecóloga adscrita a Colsanitas Sandra Marcela Gómez dice que aún no existe corroboración de ninguna de las 3 hipótesis que intentan explicar de dónde viene el SOP.
Hasta ahora se sigue investigando cuál podría(n) ser la(s) causa(s) en torno al factor genético (estudios indican que un 60% de pacientes con SOP tienen un antecedente familiar de diabetes tipo 2), al factor medioambiental (la hipótesis sostiene que el aumento masivo del diagnóstico tiene que ver con lo que comemos hoy, comida procesada y ultra procesada) y otra hipótesis sostiene que una alteración en el receptor de insulina es lo que conlleva a que se presente el Síndrome.
1 de 3: alteraciones en el ciclo menstrual
A lo largo de 17 años que llevo menstruando ha habido períodos hasta de once meses sin que me venga la regla. A veces lo he agradecido, no voy a mentir. Pero la mayoría de las veces la ausencia del ciclo ha sido angustiosa. La duda de un embarazo es constante. Me he tenido que hacer más pruebas de embarazo de lo que cualquier mujer que no desea embarazarse se ha hecho. Y reconozco que al momento de cada prueba han resonado, al fondo, las palabras de mi primera ginecóloga: “es posible que no pueda tener hijos”, así que las he hecho con una tranquilidad un poco cínica. Pero quizá lo más terrible de la ausencia del sangrado ha sido llegar a pensar que soy una mujer “incompleta”. No por la posibilidad de no poder tener hijos, sino por la distancia que llegué a tener con la rutina mensual. He estado muy lejos de ese evento femenino periódico y de todo lo que eso implica. No es que crea que ser una mujer se reduzca a eso y, honestamente, nunca he romantizado de ninguna manera la menstruación. Pero su ausencia (en mí) es simplemente extraña. Quería sangrar porque sabía que sangrar indicaba que las cosas allá adentro andaban bien, y no sangrar, por el contrario, era sinónimo de un desequilibrio.
Uno de los criterios para el diagnóstico del SOP es la alteración en el ciclo menstrual. Esta alteración puede tratarse de oligomenorrea o de anovulación. La primera se refiere a ciclos menstruales que duran más de 35 días y menos de 90. Y la segunda es la falta de ovulación: las mujeres con anovulación pueden tener ciclos menstruales normales, irregulares o ausentes (porque sangrar no es sinónimo de ovular).
Once meses sin menstruar tiene consecuencias psicológicas y emocionales. De hecho el SOP tiene repercusiones en la salud mental de las personas que lo padecen: depresión, ansiedad, fobia social. En mi caso, esa “feminidad truncada” me acechaba el pensamiento. Tiempo después, pensé que aquello era más bien un extrañamiento de mi propio cuerpo: la ropa se me ajustaba de una manera distinta, no era que hubiera bajado o subido de peso, era más bien como si mis formas hubieran sido reemplazadas por otras. Además, el vello facial empezó a crecer más rápidamente, no solo en el bozo, sino en el mentón y en la quijada. Por aquellos meses recuerdo haberle dicho a una amiga, a manera de broma amarga, “me estoy convirtiendo en un hombre”. También recuerdo haber llorado varias veces por eso.
2 de 3: hiperandrogenismo clínico o bioquímico
Otro criterio para el diagnóstico del SOP es el hiperandrogenismo: exceso de andrógenos, como la testosterona o la androstenediona. La forma clínica de determinarlo consiste en un examen físico en el cual se identifican factores como el hirsutismo, el acné y la alopecia. También se puede determinar un hiperandrogenismo bioquímico por medio de exámenes de sangre. El hiperandrogenismo puede causar una redistribución de la grasa corporal y el aumento de la grasa corporal, más comúnmente en el área del abdomen. He llegado a suponer que algo así me ocurría a mí.
Acudí a una especialista en medicina biológica alemana que le agregó un segundo diagnóstico a mi SOP: resistencia a la insulina. El tratamiento para ambas cosas fue una dieta de cero carbohidratos y cero azúcar, cinco horas de ejercicio a la semana y un par de terapias neurálgicas, que consistían en punzadas en el abdomen para despertar a los ovarios.
Llegué a estar muy flaca y también muy débil. Porque para mantener ese estilo de vida hay que tener tiempo y plata, y yo vivía en Nueva York donde trabajaba y estudiaba y donde pertenecía a la población menos pudiente para los estándares de la ciudad. Sin embargo, hice mi mejor esfuerzo por seguir las instrucciones de la doctora y en un par de meses sangré sin ayuda de químicos ni anticonceptivos. Pero duró poco: mi voluntad de hacer esa dieta, mi tiempo o energía para hacer ejercicio. Mi ciclo volvió a desaparecer y ahora tenía una preocupación adicional: la resistencia a la insulina que, mal llevada, podía convertirse en diabetes.
La relación entre la insulinemia y el SOP es como la del huevo y la gallina. Los cuerpos de las personas poco sensibles a la insulina, producen aún más insulina. La insulina actúa en la estructura celular de los folículos ováricos para crear andrógenos, que posteriormente se convertirán en los estrógenos encargados de preparar el endometrio y procurar la ovulación. Entonces, como hay mucha insulina, hay muchos andrógenos. Y cuando hay muchos andrógenos, el desequilibrio (y sobrecarga) hormonal en los ovarios obstaculiza la ovulación.
Pero si por otra razón, un cuerpo genera un exceso de andrógenos primero, la consecuencia de ese exceso puede ser una obstaculización en la acción de la insulina en el cuerpo. Según la doctora Gómez, siempre va a existir la disyuntiva, y también la discusión entre la endocrinología y la ginecología, de si es primero una alteración en el receptor de insulina que posteriormente genera un SOP o si se nace con un SOP heredado y luego se desarrolla una resistencia a la insulina.De hecho, la mayor preocupación de la medicina con respecto a las pacientes con SOP va por este lado: su asociación a otras condiciones de salud. La más común es con algún síndrome metabólico (la alerta en ese caso está en los niveles de hemoglobina, glucosa, colesterol, triglicéridos, sobrepeso u obesidad). Sandra Marcela Gómez dice que un 50% de las pacientes con SOP pueden desarrollar con mayor frecuencia en edad adulta (45 a 50 años) diabetes mellitus, hipertensión arterial y un mayor riesgo cardiovascular.
3 de 3: ovario poliquístico
Me han hecho muchas ecografías transvaginales para ver mis ovarios: imágenes de áreas baleadas, dos receptáculos llenos de huecos negros. El tercer criterio de Rotterdam es la presencia de quistes en los ovarios. “Más de 20 quistes de 2 a 9 milímetros de diámetro cada uno y/o un volumen ovárico de más de 10ml” confirman una morfología ovárica poliquística, según el Tratado EMC de Medicina del presente año de Síndrome de Ovario Poliquístico escrito por A. Bachelot.
Los quistes son folículos que no llegan a madurar correctamente y que, por lo mismo, no propician la maduración de un óvulo. Hay varias hormonas responsables de la maduración de los folículos y de la ovulación. La insulina, como ya mencioné, es una. Pero también están la hormona folículo estimulante (FSH) y la hormona luteinizante (LH), que aparecen en todos los exámenes de sangre que ordenan los ginecólogos y endocrinólogos. Ambas son segregadas directamente desde el cerebro, desde la glándula pituitaria. El desequilibrio en cualquiera de estas conlleva a que en los ovarios se vayan acumulando “folículos fallidos”, que forman posteriormente los quistes.
Un diagnóstico correcto de Síndrome de Ovario Poliquístico debe haber descartado previamente otras patologías ováricas o suprarrenales. Y una vez hecho, hay que saber que los síntomas del Síndrome se pueden exacerbar o aplacar. Los tratamientos –hay varios– dependen de si se desea o no un embarazo. Ahora bien, lo más importante con respecto al control sí tenía que ver con lo que aquella doctora de medicina biológica me recomendó: cambios en el estilo de vida.
En este momento la piedra angular de mi tratamiento es el ejercicio. También me quedó la costumbre de no consumir las cosas más procesadas como jugos de mentira, gaseosas o pan empacado. Como de todo, pero trato de medirme especialmente con el azúcar y con las harinas procesadas. Ahora que sé cuál es la relación entre la insulina y mis ovarios, hago lo que puedo para ayudarle a mi cuerpo a asimilar la insulina. He aprendido, también, que la grasa abdominal es la más activa metabólicamente y la que puede afectar directamente el procesamiento de la insulina, así que no dejar crecer mucho mi barriga ahora tiene un sentido más allá de la vanidad. La doctora Sandra me cuenta que ya está demostrado que una dieta rica en proteína y vegetales y 5 a 6 horas de ejercicio semanales ayudan a controlar en un 60% los síntomas del Síndrome; también que una reducción del 5 al 10% de la grasa corporal es ya suficiente para el mejoramiento de los síntomas. Además me sacó de la duda: las mujeres con SOP no son infértiles. Los expertos en medicina reproductiva las denominan subfértiles y esto solo significa que, de querer un hijo, probablemente tendrán que esperar un poco más para embarazarse, pero pueden hacerlo.
Nunca he querido ser la persona que le dice a todo el mundo que haga ejercicio o dieta. Y creo absolutamente que no todo el mundo tiene que hacerlo. Pero a decir verdad, he aprendido a agradecer que eso sea lo que mi cuerpo necesita para estar bien y no un montón de pastillas; algo que está en mis manos.
Creo que los episodios críticos de desbalances en mi cuerpo me han hecho ser una persona que quiere al futuro un poco porque le toca quererlo, porque ya está allí adentro donde no lo veo, pero donde ya es posible alterarlo con lo que hago o dejo de hacer de una manera muy explícita.
No estoy hablando de un hijo, porque todavía no he llegado a querer eso, hablo del futuro refiriéndome a mí misma. El otro día leyendo a Maggie Nelson me encontré con esta cita: “¿Para qué molestarse con un diagnóstico, si un diagnóstico no es más que un replanteamiento del problema?” En efecto: ahora entiendo un poco más de qué me pasa, pero aún me falta aprender constancia y disciplina. También mi voluntad está a prueba todo el tiempo (me encantan los postres y el alcohol, por ejemplo). De los siete meses que van de este año, he menstruado cuatro, así que supongo que, por ahora, no lo estoy haciendo nada mal.
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