Al tercer día...
Se abrió el tercer día para recibir a los rockeros (y raperos).
La mañana y la tarde del lunes festivo caminaba entre risas, siestas sobre el pasto, comida, música, crestas, pantalones anchos, pañoletas y hip hop. Sí señores: en Rock al Parque también se ha rapeado a lo largo de veinte años.
Esto es Rock al Parque, pero también es música”, dijo, sobre el escenario, Ata. Y frente a ellos, cientos, miles de raperos y rockeros (amantes de la música, al fin y al cabo) gritaron emocionados. Todos levantaron la mano, pero no para hacer cuernos sino para ladearla de arriba abajo al son de las mezclas y de las líricas de La Etnnia, una de las bandas más emblemáticas de hip hop de Colombia.
Meses atrás, Facebook se llenó de mensajes que rechazaban el concierto de La Etnnia en el festival. “¡Esto es un festival de ROCK, no de RAP!”, decían. Crearon grupos, trinaron, maldijeron al festival y a su curador, Chucky García. “¿Cómo se les ocurrió?”, preguntaban muchos. La respuesta es que, aunque no parezca, el rap también es rock; bandas como RUN DMC, Cypress Hill, Public Enemy, Aerosmith, Red Hot Chili Peppers, Madball, P.O.D., Rage Against The Machine, Linkin’ Park, entre muchas otras, combinan la lírica y la base del hip hop con la fuerza de las guitarras eléctricas, el bajo y la batería. La Etnnia también tiene lo suyo: Kany, Kaiser y Ata, con el escuadrón 5-27, han ensamblado, desde sus principios y sutilmente, un sonido rockero (hardcore), lúgubre y callejero en sus canciones infestadas de vivencias de la calle (las drogas, los parches, las vueltas, la violencia), del rap.
En Rock al Parque respetaron su estilo, pero se arriesgaron a sonar más rock. Terminaron dos de sus canciones con baterías y guitarras golpeando para poguear. Pasaron, de vez en cuando, de rap puro a rock puro. “La música se hizo para unir, no para destruir”, dijo Ata para el público. Y sí, a las 11 de la mañana, los raperos madrugaron para poguear, poco, pero lo hicieron. Llenaron la plaza con sus pintas, llevaron su hierba y levantaron las manos y cantaron, desde el alma, todas las canciones; desde “Real” hasta “Malvado instinto”, desde el “estado superior del cerebro inhalo el humo, esto lo celebro…” hasta “La Etnia 5-27, con el cool represente la cuna al ataúd”.
Este público, como gritaba y celebraba y se movía al unísono y se montaba sobre los hombros y fumaba, no era el mismo que recibía a muchas bandas de rock en el festival; a ellos les faltaba flow, a estos, no. Ata pedía, el público repetía. Ata quería que dijeran 5-27, el público decía 5-27.
“¡Mero hardcore!, ¿si o no?”, comentaba la gente.
Así, a las 11 de la mañana, con rap, se hizo historia en el tercer día de Rock al Parque. ¡La música, quedó demostrado, es un lenguaje sin dueños ni tierras ni parches!
UN REPASO AL MAGNO EVENTO
El 18 de agosto de 2014, tercer día de Rock al Parque, fue la jornada con más asistencia en 20 años de festival. Vimos a Molotov, chingándoles la madre a los capitalinos y visitantes de todo el país, mientras cantaban “el que no brinque es puto, puto, puto…”. Muchos viajaron al 2003 con “Frijolero” y hasta hubo pogo. De La Tierra, a pocos metros de ahí, le calló la boca a cualquier crítico del baterista de Maná y le dio una gran alegría al público cuando Andrés Giménez se bajó de la tarima y se fue en slam a cantar con los que no tienen entrada VIP.
Como balance del festival, el metal fue el protagonista. Varios homenajes a Dimebag Darrell (el guitarrista de Pantera que fue asesinado hace casi diez años) por parte de Headcrusher, Black Label Society y Anthrax dan fe de un legado imborrable. Hubo sonidos extremos con algunos problemitas de ecualización pero también montajes impecables como el de Soulfly.
Pero, contra cualquier crítica, también sonaron fusiones como Fishbone, Choc Quib Town, Juana Molina, La Ronera, Sidestepper, Colombian Blues Society, Járanatambó, Edson Velandia y Hoppo!; hubo reggae, electrónica, pop y punk; las bandas distritales se lucieron (hay unanimidad frente a proyectos como El Sagrado, Juan Pablo Vega, Salidos de la Cripta, Skampida, Meridian Brothers, Danicatack, Flora Caníbal y Revólver Plateado); y, lo mejor, a pesar de la gigantesca afluencia, por encima de las cifras, no hubo disturbios.
Y aunque todo fue dicha para unos, para otros hubo complicaciones. El escenario Eco, el más pequeño de los tres, tuvo problemas de organización. Para los que querían ver alguno de los conciertos en esta tarima, la odisea incluía cruzar toda la zona de comidas (donde fácilmente podían estar 20.000 personas haciendo fila), para poder llegar.
El sonido fue otro de los líos que se sufrió en varias tarimas: Aterciopelados perdió casi 20 minutos porque había un ruido que molestaba, una guitarra con un sonido bajo y un lapso en el que casi no escuchamos a Andrea Echeverry.
Aún con estos inconvenientes, las presentaciones no se opacaron: la buena actitud de los músicos en escena y el público que pedía más y más, con respeto por todos los estilos, hacían que el rock subiera más y más. Además, ¡no llovió! Desde las 11 de la mañana, con el sol infernal que acompañó a La Etnnia, hasta el calor del público en Anthrax, el heavy metal de Black Label Society bajo una leve llovizna y el rock inolvidable de La Derecha para los amantes del sonido nacional.
Podemos decir, con orgullo, que este sí fue un festival de música y, como lo merecíamos, celebramos con pogo, punk, mosh, hardcore, cabezazos, metal, reggae, amigos, ska y buena convivencia, los 20 años de Rock al Parque.
Ojalá haya continuidad con este proyecto curatorial y el público vuelva a apropiarse de un festival que no es sólo de los bogotanos sino un orgullo para toda Latinoamérica.
TEXTO Y FOTOGRAFÍA:
Luisa Forero, Juan Sebastián Salazar, Nathaly Mancera
Suscríbase a nuestro boletín
Sin spam, notificaciones solo sobre nuevos productos, actualizaciones.
Dejar un comentario