¿Qué hay que ser para ser muchas cosas?
Entre los creativos es muy común tener muchos oficios al mismo tiempo. Pero, ¿cómo lo hacen? ¿Hace falta algo especial para ser bueno en muchas disciplinas? Respuestas a estas y otras preguntas en esta mirada intimista al arte de hacer de todo.
Y aunque así solo a medias me ilustro, soy doblemente feliz.
Johann Wolfgang von Goethe
La primera banda que tuvo Brian May la fundó mientras estudiaba en la Escuela Hampton en Inglaterra y la llamó 1984, por la novela de George Orwell. En 1968 fundó su segunda banda, Smile, que dos años después se convertiría en la predecesora de Queen. Se dice de él que es músico, cantante, guitarrista, tecladista, activista y que escribió canciones como ‘We will rock you’, ‘Fat bottomed girls’, ‘Save me’, ‘Too much love will kill you’ y ‘Flash’. También es, entonces, compositor. De alguna manera, entre los más de 700 conciertos que ha dado con Queen antes y después de Freddie Mercury, los más de 18 álbumes de estudio tanto en grupo como solista y los más de 71 videos musicales, Brian May se graduó de Física y Astronomía del Imperial College de Londres e hizo un doctorado en Astrofísica del que se graduó con el trabajo An Investigation of Motion of Zodiacal Dust Particles donde estudió el reflejo de la luz del polvo interplanetario en el sistema solar. Además, es fotógrafo estereoscópico.
¿Qué tipo de ser humano hay que ser para tener una vida así de majestuosa, así de heterogénea?, ¿cómo se ve un cerebro que puede ir hacia tantos lados? Podría decirse que hay que ser un poco renacentista, un poco erudito; pero la respuesta no es –no tiene porqué serlo– tan refinada. Habría que responder que cualquiera, un ser humano cualquiera. Como un diseñador de letras que se levanta todos los días un poco más temprano para trabajar en su marca de camisetas estampadas, o un fotógrafo retratista que se gana la vida haciendo libros de paisajes para otros, o un ilustrador que anima caricaturas ajenas mientras garabatea en una libreta lo que le sale de la cabeza, o un escritor que es también copy creativo, estudiante asiduo del portugués, arreglista musical y jardinero.
Hubo, tal vez, una época en la que la especialización parecía tener sentido, pero antes y después de esto lo que abundan son personas que por deseo o necesidad llevan a cuestas, en el mejor de los sentidos, oficios múltiples. Daniel Divinsky, que es abogado pero también editor y fundador de Ediciones de La Flor, que publica en Argentina a Quino, Roberto Fontanarrosa, Liniers, Silvina Ocampo, Rodolfo Walsh y otros, dijo alguna vez que no cree en las vocaciones, “Salvo, tal vez, en la carrera sacerdotal o en la medicina. Pienso que uno siente inclinaciones y quién sabe si esas la satisfacen totalmente”. Susan Sontag, que fue profesora, directora de cine y guionista y que escribió sobre la enfermedad, la fotografía, la mujer y la estética camp, describió en sus diarios la vida de la mente como una suerte de “avidez, apetito, ansia, anhelo, deseo, insaciabilidad, entusiasmo, disposición”. Una mente así, como es la mente humana, no puede hacer ni pensar en una sola cosa.
Cuenta Leonardo Palacios, profesor de Neurología de la Universidad del Rosario y neurólogo adscrito a Colsanitas, que el cerebro “tiene una capacidad casi ilimitada”. Aprender y hacer modela nuestro cerebro y abre nuevos caminos que aparecen en forma de conexiones neuronales y de inauguración de zonas antes inexploradas. Expandir las capacidades humanas es también expandir el cerebro y transformarlo físicamente, como un músculo que crece. Esto sucede, además, sin más esfuerzo que el de ser humano; lo natural es tender a ser polímata, dice Palacios. Friedrich Schiller, entonces, estaba equivocado.
Schiller, que fue poeta, filósofo, historiador y editor pero sobre todo es considerado el dramaturgo más importante de Alemania, escribió que Alexander von Humboldt, naturalista al que le debemos la concepción contemporánea de la naturaleza como una red de vida, “Nunca lograría nada grande porque le interesaban demasiadas cosas (...) nunca podría crear, solo dividir”. Humboldt, claro, lograría contradecirlo no solamente entrelazando conocimientos de geografía, botánica, astronomía, poesía, humanismo y exploración, sino disciplinas enteras que parecían condenadas a estar en cerebros distintos, como lo eran el arte y la ciencia. En la portada de la primera edición de Ensayo sobre la geografía de las plantas, Humboldt decidió poner a Apolo, el dios de la poesía, corriéndole el velo a la diosa de la naturaleza, “dejando perfectamente claro lo necesaria que era la poesía para comprender los misterios del mundo natural”, escribió Andrea Wulf en La Invención de la naturaleza: el nuevo mundo de Alexander von Humboldt.
Sin embargo, una pregunta: ¿será que para crear y no dividir es necesario ser bueno en eso que busca hacerse? El escritor argentino Fabián Casas, que estudió filosofía y ha sido también periodista y editor, dijo que su vida es la historia de hacer cosas para las que no está dotado: “Todo lo hice sin tener capacidad. El boxeo, el karate, la escritura”. Y sin embargo, escribe y, al parecer, da golpes por ahí. La también escritora argentina Hebe Uhart sí pensaba en la capacidad, pero también en el tiempo, en que la expansión del cerebro y las habilidades por deseo solo son posibles si sobran las horas: “Uno hace lo que le sale más fácil y lo que está acostumbrado a hacer. Pero uno tiene muchas vocaciones, lo que pasa es que no te da el tiempo para tantas cosas. Mis otras vocaciones serían la observación de animales, de monos. Y si hubiera sido hábil con las manos, me hubiera gustado hacer artesanías”.
Lo que habría que decir, entonces, es que para quienes se reparten entre oficios para llegar a fin de mes, cualquiera que sea el oficio, y para quienes han tenido trabajos en campos difíciles de unir en una sola oración, hay esperanza. Hay un cerebro ejercitado y hay un lugar al cual llegar con eso que parece heterogéneo y distinto. Tal vez no revolucionarán la forma en la que se piensa la vida o tal vez no fundarán una de las editoriales más importante de Argentina, ni tocarán canciones legendarias mientras piensan en el polvo espacial, pero eso ya se hizo. ¿A qué lugar se llega sabiendo programar, ilustrar, escribir, hornear y abonar las plantas? No lo sabemos, pero estamos esperando.
En la famosa entrevista que Jonathan Cott le hizo a Susan Sontag para Rolling Stone ella dijo que: “Los norteamericanos tienden a creer que cualquier cosa es posible, y eso es algo que me gusta de ellos, y en ese sentido me siento muy norteamericana. Pero llega un momento en que hay que reconocer que uno ya no está postergando las cosas, que realmente es preciso elegir”. Pero elegir no tiene que ser decantarse por un oficio o una forma única del pensamiento, sino elegir qué hacer con todo eso que ya se tiene, a dónde hay que ir para poder ser, cabalmente, tanto.
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