Para muchos, el aborto sigue siendo un tabú del que no se quiere hablar. No se trata de promoverlo como un método anticonceptivo sino de una realidad que afecta a miles de mujeres que, presas de la duda, ponen en riesgo su salud practicándose este procedimiento en sitios ilegales.
19 años eran pocos, muy pocos, para enfrentar lo sucedido. Todo ocurrió una noche de viernes a la una de la mañana, cuando ella, junto con sus amigas de tercer semestre de comunicación social, salían de una rumba en la zona rosa de Bogotá. Solo recuerda que no consumió ni una sola gota de licor y que tomó un taxi en la calle con destino a su casa. Al otro día, cuando abrió los ojos, descubrió que estaba en una habitación desconocida. Guardaba el vago recuerdo de tener a un hombre encima suyo, sentía ardor en sus genitales y al mirarse detalladamente, descubrió que su ropa interior estaba al revés y que el resto de su cuerpo estaba completamente desnudo. No sabía qué había pasado y un fuerte malestar rondaba su cabeza. Al salir, descubrió que estaba en la habitación de un motel que no conocía. Las personas del lugar solo pudieron decirle que ella entró con un hombre mayor, que horas después se fue.
Al poco tiempo, empezó a sentirse mal. Tenía náuseas y mareos frecuentes. Además sentía mucho sueño, debilidad y estaba deprimida. Entonces acudió al médico para contarle su historia y realizarse un chequeo. El médico ordenó una prueba de embarazo y una ecografía. La prueba salió positiva. Era un embarazo de cinco semanas, tiempo que coincidía exactamente con ese viernes de rumba. Estaba embarazada, sin saber cómo, ni de quién.
Por la gravedad de lo que pasó y las consecuencias psicológicas que podría traer lo sucedido, el médico la remitió con el psicólogo, quien le realizó una asesoría en opciones y le habló de tres alternativas: continuar la gestación y asumir la maternidad, darlo en adopción o interrumpir el embarazo. Ella escogió la última. Las secuelas emocionales eran muy grandes. El psicólogo le explicó que sin importar que no supiera quién fue la persona que abusó de ella –y de que no recordara con detalles lo sucedido– era muy importante denunciar el hecho, porque además era un requisito para poder realizar el procedimiento de interrupción del embarazo por violencia sexual.
Ella denunció el hecho y regresó a su EPS para terminar lo que no sabe cómo empezó. Fue una decisión en la que nunca hubiera pensado, que le parecía tan lejana –y de la que había escuchado y leído en los periódicos como una gran controversia– pero que ahora la tocaba de frente, sin quererla, sin buscarla y sin esperarla.
*Esta es una historia ficticia escrita por Bacánika.
Con ella pretendemos acercarnos a situaciones que viven muchas mujeres no sólo en Colombia, sino en el mundo.
Un asunto reservado
El aborto sigue siendo uno de esos temas de los que poco se habla; y aunque está aprobado en tres casos en la legislación colombiana –a través de la Sentencia C-355 de la Corte Constitucional–, el tema no se ha mostrado a plena luz. Aún son muchos los aspectos sensibles al hablar de la interrupción del embarazo, pues el tema tiene tanto de perspectiva de derechos como de moralismos. Genera emociones, contradicciones y muchas dudas, sobre todo en la mujer que es, finalmente, quien toma la decisión.
La despenalización
Se estima que cada año en el país se presentan cerca de 398.000 abortos en lugares clandestinos, lo que se ha convertido no solo en una amenaza para la salud de las mujeres sino en una carga adicional para el sistema de salud, que anualmente ofrece tratamiento postaborto a 93.000 mujeres, cuyas complicaciones son evitables.
De acuerdo con cifras de Guttmacher Institute, se estima que una tercera parte del total de mujeres que tienen un aborto en sitios clandestinos presentan problemas de salud y necesitan tratamiento en una institución de salud; asimismo, una quinta parte del total que sufren complicaciones postaborto no reciben tratamiento: estas mujeres no tratadas son propensas a sufrir consecuencias a largo plazo.
Esta sigue siendo la tercera causa de mortalidad materna, mientras que en un aborto con las condiciones adecuadas, las posibilidades de riesgo son de una en un millón. Esta fue una de las principales razones para que la Corte Constitucional despenalizara el aborto.
Es así como la despenalización del aborto abre la posibilidad para interrumpir un embarazo en tres circunstancias:
Malformación fetal incompatible con la vida.
Es requisito indispensable presentar un certificado médico que respalde dicha malformación.
Violación o inseminación artificial no consentida.
En este caso, la mujer debe presentar copia de la denuncia.
Riesgo para la vida o la salud de la mujer.
Para realizar una interrupción apoyada en esta causal, se requiere de un certificado médico, psicológico o psiquiátrico que indique que su salud física o mental está en riesgo y que su proyecto de vida se verá interrumpido a causa de este embarazo.
Datos y cifras
A pesar de que existe la sentencia C-355 desde 2006, al menos 99% de los abortos suceden en lugares clandestinos, en manos de personas no capacitadas, en condiciones inseguras, que generan complicaciones y tienen consecuencias que afectan la salud de la mujer.
Hay evidencia reciente que documenta un alto número de casos de mujeres que encuentran obstáculos y barreras institucionales y burocráticas para acceder a la IVE.
Se estima que cada año, un total de 132.000 mujeres sufren complicaciones debido al aborto inducido practicado en lugares clandestinos.
En Colombia se estima que 21% de las mujeres con complicaciones postaborto no reciben el tratamiento que necesitan.
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