COLEGIATURA: creatividad con impacto social
Vivimos en un mundo intensamente competitivo, pero también muy creativo, cargado de innovación y siempre en diálogo con la tecnología y la cultura digital. Las grandes empresas valoran y reconocen el pensamiento creativo como parte fundamental del desarrollo económico mundial. Las grandes ideas vienen de una línea reflexiva que se escapa de lo convencional y por eso son disruptivas y transforman la cultura.
COLEGIATURA es líder en el contexto educativo nacional al ofrecer una serie de posibilidades de aprendizaje que están relacionadas principalmente con la Creatividad, Felicidad y Comunicación Esencial. Ubicada en Medellín, esta institución se ha caracterizado por desafiar los estándares tradicionales y crear un plan de estudio que valora y escucha las habilidades únicas de cada uno de sus estudiantes, permitiéndoles desarrollar un perfil original, único, al promover las búsquedas particulares de los estudiantes, al ofrecer espacios de encuentro entre talentos diversos y al abrir el diálogo transdisciplinar e interdisciplinar como herramienta de transformación, entre otras muchas vías para estimular el crecimiento creativo.
Con una serie de programas académicos especializados, COLEGIATURA se ha enfocado en ofrecer las herramientas y espacios que permitan destacar y potenciar la creatividad y la innovación. Además, ha emprendido una tarea importante en la formación de jóvenes y adolescentes, aportando también la experiencia del bachillerato con énfasis en la creatividad. El proceso empieza desde EL COLEGIO, pasando por carreras como Comunicación en Narrativas Transmedia o Diseño Estratégico, para finalizar en posgrados como la especialización en Creatividad Estratégica.
Este modelo curricular vanguardista ha permitido que algunos de los estudiantes y egresados de COLEGIATURA se conviertan rápidamente en líderes de sus áreas de interés, impactando desde la creatividad espacios como el marketing, la comunicación, la gastronomía, el diseño, la publicidad o el pensamiento estratégico para el desarrollo de modelos de negocios. Hablamos con algunos miembros de la comunidad universitaria de COLEGIATURA, incluidos estudiantes, egresados, docentes y otros perfiles relacionados, para conocer por qué esta institución está cambiando, para bien, las reglas del juego en la educación formal colombiana.
Estos cinco personajes destacados de los programas de COLEGIATURA son una muestra de esa diversidad de perfiles que integran talento, creatividad e innovación.
Jaime Villa, el puente entre el humano y el dato
Jaime Villa Velásquez, “Molo” para los amigos, ha hecho de todo en el mundo de la publicidad y el marketing. Con más de treinta años en el juego, el paisa ha construido un recorrido fascinante en el área de mercadeo y ventas para sectores tan diversos como son el de ventas, la moda, los fondos de pensiones o el sector financiero. Molo es egresado de la especialización en Intervención Creativa, uno de los fuertes a su modo de ver de COLEGIATURA, en la que tuvo que enfrentarse a una deconstrucción interna que lo llevó a cuestionarse sanamente para resurgir como un individuo nuevo quien, utilizando la empatía como preocupación central y la tecnología como vehículo de transformación, ha venido trabajando desde la innovación para construir un mundo mejor, en el que quepamos todos.
Esto no es un lugar común, ni una promesa de campaña electoral. El Molo sabe que se puede transformar el planeta que nos ha tocado si entendemos al individuo al que buscamos impactar, si leemos y comprendemos sus deseos y temores. Si llegamos al fondo último de lo que le hace vibrar, por miedo o emoción. “Cuando estudiamos Estética, nos entregan un concepto que es el de los cuerpos de los entre-cuerpos”, explica el innovador creativo. “Yo miro el cuerpo, miro el otro cuerpo, pero no miro el entre-cuerpo. Yo miro la puerta y miro el marco, pero no miro el entre-cuerpo, que es el que permite que la puerta se cierre, pero también que la puerta se abra. Cuando veo la unión entre baldosas, el entre-cuerpo, permito que la baldosa se junte con la otra por ese cemento, pero es lo que hace que esté separada. Mira qué lindo”, añade. En ese sentido, como resalta cada vez que puede, su proceso académico dentro de COLEGIATURA le hizo entender que, para poder intervenir el mundo, tenía que primero intervenirse a sí mismo y transformarse. En sus acciones y en sus lógicas, pero también en la manera como se acercaba a los otros.
“La intervención creativa se da en uno. Cuando uno se interviene personalmente y se pregunta cosas como para qué putas estoy aquí y cuáles son mis anclajes, para qué existo, arranca una pregunta muy bonita: esto que yo soy y que he sido con qué se conecta”, enfatiza emocionado Villa. En ese sentido, Básica, la empresa que fundó hace más de una década cumple con la promesa de valor del individuo que la regenta. “Nada de lo que hace mi empresa se da sin entender el contexto. Desarrollamos 35 algoritmos en machine learning, en inteligencia artificial, para ser capaces de entender el contexto, de leerlo”, comenta sobre su compañía. “Con eso vamos y entendemos al humano que esa compañía atiende y si esa compañía le mejora, le empeora o le jode la vida. Vamos y llevamos una solución que mejore la vida. Me han echado de compañías por hablar del tema. ‘¿Para qué vas a seguir llenando de plásticos el mundo?’, ‘¿Para qué vas a seguir cortando árboles y haciendo daño si aquí hay otras soluciones?’, esas son propuestas que lleva a cabo la compañía Básica a otras compañías. La juntanza del contexto en datos con la del contexto en humanos, nos permite tener una visión más completa para poder proponer soluciones que mejoren el mundo”.
Para el Molo se trata de impactar positivamente en el planeta, entendiendo conceptos que vienen de las humanidades como la otredad y la alteridad para insertarse en los circuitos del mercado y propiciar un cambio desde las mismas herramientas que ofrece el sistema. “Cuando yo me pregunto por esas cosas, soy capaz de conectar esas cosas que yo soy con las causas del mundo, se genera una explosión hermosa entre lo que yo soy, lo que son mis anclajes y lo que es el mundo y con lo que yo puedo contribuir. A ti te enseñan a intervenirte a ti mismo para que desde tu intervención tú puedas intervenir e impactar. Si hubiera más interventores culturales en esta vida, el mundo sería mejor. Porque quien sea capaz de intervenir una ComúnUnidad, una sociedad, un proceso, un producto o marca para generar transformaciones que mejoren el mundo, porque eso es lo que COLEGIATURA propone”, explica orgulloso.
Básica es un orgullo para las empresas colombianas, pues emplea a más de 140 personas y tiene presencia en tres países del continente. “Básica es una compañía que hoy usa las seis tecnologías: tecnologías móviles, tecnologías sociales, tecnologías de nube, tecnologías de OiT, tecnologías de inteligencia artificial y tecnologías de blockchain. Y con esas seis tecnologías propone soluciones al mercado. Pero desde el humano, no desde la tecnología, desde la comprensión del humano”, complementa Villa, quien ya estaba trabajando con machine learnig e inteligencia artificial antes de que el mundo prendiera las alarmas por el surgimiento de herramientas como Midjourney o ChatGPT. El empresario entendió durante su especialización que el ser humano es único e irrepetible y que esta unicidad puede reflejarse en procesos creativos únicos. Así mismo, sabe hoy que la creatividad no está limitada a unos cuantos, sino que es un atributo propio de nuestra especie a la que todos podemos acceder.
En tal virtud, Básica se quedó pequeña y es así como, aún en pandemia, Villa cofundó Error404 en línea, que se refiere a un error de programa en la conectividad moderna. “Eso significa que esta parte del sistema no encuentra a la otra. Y lo que nosotros pensamos es eso: no es que hay que acabar el sistema, no es que hay que acabar todo, lo que está pasando es que esta parte del sistema no se encuentra con esta parte del sistema. Pasa hace un año y pasa hoy también”, explica sobre su fundación. Así, el Molo y su equipo viajaron a territorios y encontraron más de cincuenta proyectos sociales en los que encontraron mucho valor. “Los desmenuzamos y los entendimos, los pusimos en Cocrea y nos fuimos a las empresas y conseguimos, por ahora, diez mil millones de pesos para ocho proyectos que ya funcionan. Así, por ejemplo, las terrazas verdes funcionan para sembrar en la ciudad, permitiendo que las madres cabeza de familia no tengan que dejar a sus hijos para ocuparse de limpiar la casa de los más poderosos, mientras una niñera que tampoco está formada para el cuidado de infantes los vigila y castiga.
“Yo soy un poco contracultura, cuestiono muchas cosas en el mundo de los negocios. COLEGIATURA resetea cerebros, te saca de la matriz”, concluye el Molo Villa, quien sabe que su proceso, si bien avanzado, aún continúa. Por ello, cada que puede, vuelve a COLEGIATURA a conversar, a presentar sus ideas y locuras. Para reírse junto a sus docentes quienes son ya sus colegas y amigos. El Molo Villa habla a los putazos, pero sonríe y ejecuta. Es un agente de cambio, de transformación, desde la intervención creativa que no es otra cosa que una acción ética que nace de la empatía. De conectar con el otro. Porque para poder abrazarnos es necesaria una distancia entre nuestros cuerpos. Una distancia que no desaparecerá, pero que podemos reducir al sentirnos y vibrar juntos.
Juanita Zuleta, escribir desde el compromiso
Desde que tenía seis años Juanita Zuleta, quien se encuentra terminando sus estudios de Comunicación Publicitaria en COLEGIATURA, estuvo escribiendo. La joven antioqueña supo siempre que su lado creativo era el que la llevaría a alcanzar grandes cosas y también tenía claro que su relación con el mundo estaba mediada por la palabra. “Sentía esa habilidad creativa muy desarrollada desde que estaba en el colegio y, también, sentía mucha afinidad por la escritura. Desde que empecé a escribir, noté que era algo que me fluía y que me gustaba”, explica Juanita sobre su encuentro con su pasión. “Entré al bachillerato y mi mamá me insistía en que estudiara Comunicación Social y Periodismo, pero sentía que la parte de Periodismo era algo que no estaba alineado conmigo porque sentía que eso limitaba mi lado creativo que tenía”, complementa.
Como las casualidades no existen y el azar obra de manera oportuna, Juanita terminó encontrándose con su carrera por un evento que no había planeado. Una amiga del colegio estaba interesada en estudiar Diseño de Modas y conocía el trabajo de COLEGIATURA. Como era una persona tímida, le pidió a Juanita que la acompañara a una suerte de feria universitaria que se iba a realizar y fue allí cuando Zuleta conoció su destino. “Poco tiempo antes había visto una activación BTL que había hecho una marca de bebidas. Eran unos dispensadores de gaseosa, como los que hay en el cine, que había colocado en la playa y que funcionaban como duchas. Eso me pareció una cosa espectacular y me llevó a preguntarme quién hacía esas cosas tan increíbles”, comenta.
Juanita se inscribió en la pasantía de Comunicación Publicitaria y ya no hubo vuelta atrás. “Fueron tres días en los que estuvimos en una jornada casi laboral en la institución. Tuvimos la oportunidad de ir a Básica, que es una agencia de publicidad, a ver cómo funcionaba más o menos este mundo y me enamoré perdidamente. Fue amor a primera vista. Era la carrera que yo estaba buscando, la fusión entre comunicación y creatividad que yo le estaba pidiendo al cielo”, subraya emocionada. Así, en el segundo semestre de 2019, Juanita ingresó a COLEGIATURA. Hoy, mientras cursa su último semestre y desarrolla sus prácticas profesionales, no puede estar más segura de haber tomado la decisión correcta.
Con la llegada de la pandemia Juanita empezó a trabajar de manera independiente en oficios varios, basados en los aprendizajes que tenía de la institución. “Empecé a explorar con la creación de logos, redacciones para marcas, manejo de redes sociales. Empecé a ganar experiencia sin ser trabajos tan demandantes, sino cositas esporádicas que me ayudaban a fortalecer mi ejercicio como estudiante de Comunicación Publicitaria”, comenta. Estos avances profesionales le permitieron ingresar a una empresa de Medellín especializada en mobiliario. “Comencé en el cargo de content manager, encargándome de toda la parte de contenido, pero ya manejo el tema de copies, identidad verbal de la marca, relaciones públicas con aliados potenciales y público directo. Además, desde la parte estratégica, también me he encargado de ejecutar y de pensar en esas experiencias para los distintos públicos que tenemos”, responde eficiente.
Uno de los principales aprendizajes de su carrera fue la posibilidad de buscar en el mundo, antes que en el aula, las respuestas a sus inquietudes. COLEGIATURA tiene un enfoque experiencial que alienta a su cuerpo estudiantil a habitar otros espacios que están por fuera de las aulas de clase, por lo que rápidamente se familiarizan con el mercado laboral de su campo. “El estudio me brindaba herramientas necesarias para desarrollar mi labor, pero el trabajo me brindaba experiencia que complementaba muy bien lo que estaba viendo cuando estaba en clase”, reflexiona Juanita. “Si uno tiene esa capacidad de manejo de tiempo, lo recomiendo mucho, porque se nota cuando uno da ese paso extra en su ejercicio académico”.
Después de un tiempo en el mercado, Juanita es consciente de una ventaja que su educación le ha brindado por encima de otros perfiles profesionales. “En esta época, más después de haber sobrevivido a una pandemia, creo que las personas nos dimos cuenta de lo necesario que es sentir conexiones reales”, reconoce. “En eso está el valor de las personas creativas, porque nosotros casi que desafiamos la gravedad y el status quo. Creo que eso nos pone en un lugar muy especial dentro del mercado que, aunque todo el mundo es creativo, no todo el mundo se anima a romper el molde y de verdad ver más allá”, complementa, señalando también que porque una fórmula haya probado ser exitosa no quiere decir que es esa la mejor manera de hacer las cosas, sólo una forma que se ha probado que tiene resultados.
Durante su formación, Juanita obtuvo cuatro menciones especiales, “no por ñoña, sino por pura pasión” y está comprometida con transformar el mundo desde el amor, la creatividad y la comprensión del otro. “Me siento feliz de corresponderle a esa Juanita de seis años que estaba empezando a escribir. Siento que mucho de lo que soy yo es escritura, creatividad, conversar con distintas personas. Me proyecto como una persona que siempre está relacionándose con otros para adquirir conocimientos y poder contar historias”, concluye Juanita a tres meses de recibirse como profesional de una carrera que, más que proveerla con una salida laboral, le ha aportado las herramientas para volcar sobre el mundo su creatividad desatada.
María Teresa Vélez, Naan y un abrazo para el alma
Compartir la comida con las personas que amamos, o hacerlo por voluntad de servicio para devolver parte de las atenciones que se nos han dado, son pequeños rituales que a la luz del rápido ritmo de la vida moderna están desapareciendo. La comida como alimento, como parte esencial de lo que lleva un individuo por dentro, es una pregunta que hemos olvidado por la facilidad de pedir a domicilio cualquier tipo de preparación que se le antoje a nuestro apetito. Olvidamos que antes de ser pan hubo una semilla, una mano que la sembró en el suelo y que la cosechó convertida en trigo cuando la lluvia, el sol y el aire con sus tiempos volvieron sobre el círculo virtuoso que es la esencia de la vida. En Naan, sin embargo, estas son algunas de las reflexiones cotidianas que plantea María Teresa Vélez, egresada de Gastronomía y Cocina Profesional de COLEGIATURA, quien regenta el restaurante con sabores de la cocina india desde hace más de una década.
“Desde que era muy chiquita me metía a la cocina”, cuenta Vélez al otro lado de la línea. Si estaban las tías haciendo buñuelos yo iba, cogía la masa y hacía bolitas. O me paraba en un banquito y ayudaba a armar la lasaña. Siempre visitaba la cocina y era un lugar que me llamaba la atención. No sabía mucho cocinar, pero me metía. Ahí empezó a nacer ese interés”, añade sobre cómo empezó a interesarse por el mundo de la alquimia cotidiana que es la Gastronomía. Cuando Vélez terminó el bachillerato, ya tenía claro que ese era el camino que quería seguir, pese a las dificultades profesionales que planteaba la carrera, que en ese momento únicamente se impartía a nivel técnico. Para el padre de Vélez era importante que su hija tuviera un título profesional, por lo que le propuso que se fuera a Francia a aprender el idioma, estudiase a su regreso una carrera y luego, si aún le interesaba, volviera al viejo continente para estudiar Gastronomía. Vélez se matriculó en la Escuela de Ingeniería.
Tras un par de semestres estudiando cómo se entreteje el mundo entre ecuaciones y sistemas, la antioqueña recibió una llamada de una amiga de su hermano, quien estaba estudiando Diseño Gráfico.“¿Sabes que COLEGIATURA acaba de abrir Gastronomía?”, le dijo. “Ahí te dejo el dato”. Vélez decidió conocer el programa y decidió, definitivamente, que no sería ingeniera como su papá. En cambio, se arriesgaría por lograrlo en un mundo difícil del que se había enamorado desde niña. No fue fácil para su padre, quien intuía las dificultades que atravesaría en los años venideros, pero Vélez hizo parte de la primera corte de gastrónomos de la universidad.
Dentro del programa, la restaurantera recibió una serie de instrucciones para entender los procesos de la cocina, sus tiempos y su química, pero también la habilidad de enfocar su creatividad innata hacia lugares de los que puede salir un resultado provechoso. Se trataba de entender los efectos que guardaban entre átomos los ingredientes para potenciarlos a fuerza de su propia inventiva, construyendo e innovando desde su propia individualidad y originalidad. Como señala Vélez, cada persona tiene unas habilidades que le facilitan determinados procesos. Por eso, ella que se sabe poco inquieta por la química no se dedicó a la panadería, que es un ejercicio muy exacto, como sí lo hicieron algunos de sus compañeros de estructura más técnica en sus procesos mentales.
Tras terminar sus prácticas en Medellín a Vélez se le presentó una oportunidad de continuar sus estudios en Francia, como quizás ya había calculado su padre. “A la universidad fueron unas personas de una escuela de cocina para profesionales en Francia, el Centro de Formación de Alain Ducasse, dirigida por un chef muy famoso”, explica Vélez. COLEGIATURA apoyó la iniciativa del viaje a través de una alianza que acababa de formalizar y la chef viajó al país galo para asistir en cada una de sus clases a uno de los docentes principales de la institución. Era otro tipo específico de aprendizaje al que accedían personas ya recibidas como chefs profesionales que querían profundizar en saberes puntuales, como puede ser la cocina mediterránea o la preparación ideal de las distintas aves del mundo. “Fue una experiencia muy linda porque en Francia tienen ese amor por lo clásico, por la técnica, por la cocina madre. Ellos estructuraron y clasificaron muchas cosas, como las salsas madre. Fue supremamente hermoso. Son muy militares al trabajar y eso le termina aportando a uno rigor. Para mí eso fue vital. Sin rigor, no podría haber construido nada de lo que he hecho”.
A su regreso a Medellín, María Teresa Vélez intentó varios caminos profesionales que un principio satisficieron su curiosidad y la empezaron a posicionar en el mundo de la gastronomía de su ciudad. Vélez encontró, primero, la oportunidad de reunirse con un viejo docente de sus años en COLEGIATURA, en su cocina. Allí coincidió con otra egresada del programa, Mónica Rodríguez, con la que dio forma a un taller culinario que trabajaba cubriendo toda suerte de eventos: reuniones corporativas, celebraciones familiares o religiosas, entre varias otras. Eventualmente Rodríguez emigró del país y hubo que terminar la empresa, por lo que Vélez volvió a trabajar con una docente de COLEGIATURA, Anita Botero, de La Cafetière de Anita, toda una institución paisa.
Además, de sus técnicas insignes de cocina, Vélez aprendió de su nueva jefe cómo tener un trato digno con sus empleados, pues Botero le proporcionó condiciones ideales de trabajo que incluso le permitían viajar, pues la familia iba primero. Eventualmente, Vélez terminó siendo jefe de cocina del restaurante, pero algo empezó a faltarle a su vida, un vacío que le hizo dar cuenta de que no estaba del todo satisfecha con su posición actual. “En un momento, con toda la gratitud, me pregunté cómo iba a seguir creciendo. Ya era la jefa de cocina de su restaurante. Fue un momento en el que me sentí estancada, me cuestioné la vida, qué estaba haciendo, qué me hacía feliz y qué me llenaba. Renuncié y decidí quedarme en un vacío a ver qué pasaba”, reflexiona la chef.
Vélez consideró estudiar distintas cosas nuevas, pero lo cierto es que nada más le llamaba la atención. “Un buen día me desperté y dije ‘Pero a mí lo que me gusta es cocinar, ¿para qué estoy buscando otras cosas? Que haya alcanzado un estancamiento profesional, no quiere decir que no pueda seguir cocinando. Voy a cocinar, voy a hacer algo que sea un reto para mí’. Allí empezó a nacer la idea de Naan, un restaurante con sabores de la India que nació de manera modesta en el garaje de una casa gracias al apoyo de un amigo que fue su primer socio.
Si uno le pregunta a Vélez por qué terminó decantándose por esta gastronomía hoy podría atribuirle un orden más misterioso a las cosas. Pero lo cierto es que en ese primer momento se decidió por la comida de la India porque no conocía nada de ella y le parecía emocionante aprender de cero junto a lo que entonces fue un emprendimiento. “En ese proceso la gente me preguntaba por qué hacer un restaurante indio. Una amiga me dijo que estaba loca, que aquí sólo comen carne y arepa”, recuerda riendo. “Sentí ese llamado, sentía que me iba a ir bien y que no tenía miedo. La primera noche van tus amigos, eso es lo normal. Pero ese día el restaurante, no sé por qué, se llenó. Tuvimos fila el primer día, en la que había unas diez o doce personas de la India. Mis amigos se pararon y les ofrecieron la mesa. Nos dimos cuenta que nos faltaban ollas, sartenes, cucharas. Se acabó toda la comida. Fue un proceso de crecimiento y de organización. Porque sí había trabajado en restaurantes, pero nunca me habían enseñado a montarlos”, añade.
Un año después de que abriera Naan, Vélez se quedó sola con el restaurante y conoció por primera vez la India. “En COLEGIATURA montaron un viaje universitario para allá. Yo ya no era alumna, pero me dejaron tranquilamente ir. Fui con muchísima expectativa porque antes del restaurante yo no sabía nada de la comida india, no solía comerla. Fui a ver qué tan bien o qué tan mal lo estaba haciendo. Y, para mi sorpresa, lo que estábamos sirviendo estaba bien encaminado, estaba rico y hacía sentido. La expectativa de Naan nunca fue la de ser un restaurante de cocina clásica india, cien por ciento”, recuerda. Lo cierto es que parte del éxito de Naan fue el de poder implementar toda serie de aprendizajes a partir de una visión creativa única. “Hay cosas muy especiadas que resultan pesadas para nosotros. Ahí es cuando pienso que mi paso por Francia fue muy importante, porque allí aprendí a balancear las cosas. El sabor está pero es más balanceado, más acentuado, más delicado”, explica.
Naan hoy funciona no sólo como un restaurante, sino como una tienda de productos de cocina de la India para que la gente pueda replicar la experiencia gastronómica en casa. Con más de setenta empleados y más de un centenar de proveedores, Vélez ha entendido su propósito en el mundo. “Yo creo que la razón de ser de que Naan exista es empezar a entender la vida de manera distinta. Esta gente no ve la vida con ojos occidentales, sino que tienen más compasión, disfrutan su vida, ven el alimento con otros ojos, para ellos el alimento es medicina”, explica. Vélez empezó a meditar y a practicar el yoga desde que regresó de su viaje. “Empecé a entender que sí tengo una tarea, sí tengo una misión que es hacer las cosas y generar un cambio en el mundo. Para eso estamos: para que te comas la comida y sientas un abracito. Vine a hacer algo bueno por esa persona que se va a comer mi comida”, concluye, señalando la dignidad que tiene el alimento para la vida. “No es algo que te vas a llevar puesto. Es algo que entra dentro de tu cuerpo. Lo repito todo el tiempo”.
Amelia Mejía, viéndose para ver
Amelia Mejía es una de las egresadas del bachillerato creativo de EL COLEGIO COLEGIATURA, una alumna avanzada que vive por y para el arte, que sueña con irse a España para adelantar estudios como directora de cine.
Amelia hizo parte de un novedoso sistema de formación en el que se le alentó a buscarse a través de los procesos creativos, es mejor que sea ella quien se defina: “Amelia es una mujer que ama el arte, que ama preguntarse por ella misma, por la vida y encontrar la respuesta a través del lenguaje audiovisual. Amelia trabaja. Amelia escribe. Amelia dirige. Amelia actúa. Y a Amelia le gusta pintar. Todo lo que sea una experiencia artística le gusta a Amelia”, explica la joven.
Amelia había pasado por varios colegios antes de encontrar la propuesta formativa de COLEGIATURA. Según la joven, siempre había tenido problemas con el sistema de educación, con la formación básica que se supone que deberíamos tener todos. “Yo estuve en varios colegios en los que estuve muy inconforme con lo que se me planteaba que tenía que hacer como persona y tenía muy claro que no quería ser una hormiga más, qué pereza, yo quería hacer arte que es lo que me ha gustado toda la vida”, recuerda. Para algunas personas es más sencillo seguir una serie de instrucciones y acomodarse a los moldes de la cultura. Para Amelia, sin embargo, esto era imposible de negociar: sus sueños tiraban para otros lados y el traje de hormiga le quedaba estrecho.
Para Amelia, que sueña películas en blanco y negro, que escribe poemas viscerales en los que el cuerpo femenino está en el centro, la aparición de COLEGIATURA fue algo de carácter casi providencial. “Pasó algo mágico”, recuerda. “Precisamente estaba en cine con mi mamá y apareció un comercial de la COLEGIATURA, de su bachillerato creativo. Por eso no creo en las coincidencias. Yo ya se la había mencionado a mi mamá y ella me había dicho que no. Pero, cuando vio ese comercial, supo que yo tenía que estudiar allí. Empezamos el proceso y todo se dio de una manera muy fácil”, añade.
EL COLEGIO COLEGIATURA comprende los grados 10º y 11º y se erige sobre una serie de valores que resonaron con la actitud despierta y altiva de Amelia: Creatividad, Integridad, Felicidad y Comunicación Esencial. “Una cosa que me parece súper bacana es que tiene una mirada muy enfocada en el potencial de los estudiantes y un tema con el empoderamiento que me encanta”, comenta Amelia. “Alentaban el discurso de que yo soy responsable por mí y que yo respondo por mí. Es interesante su enfoque porque no es el tema de “Amiguito, dibuja”. Es una pregunta sobre quién eres y qué te gusta, para qué te sirve crear”, complementa emocionada.
Amelia quiere estudiar cine. Ya ha dirigido varios cortometrajes enfocados en personajes femeninos que nacen de la experiencia de “una Amelia chiquita”, de su reflexión sobre ser mujer, que estremecen por la visceralidad con la que presentan los cuerpos. Fue precisamente durante su paso por COLEGIATURA que tuvo la primera oportunidad de dirigir su empezar a trabajar con las imágenes en movimiento. “Disfruté mucho entrar a un ambiente en el que lo primordial era la experimentación del ser, descubrir el ser, y no sentarme a aprender cosas que nunca me han interesado, que nunca me van a interesar”, confiesa sin remordimientos. “Fue un despertar increíble como artista porque no sabía que uno podía ir tan más allá todavía estando en el colegio, siendo un niño. Es que yo entré con quince años a COLEGIATURA y, a esa edad, me dijeron ‘Amelia, este es el momento en el que tú vas a poder hacer un cortometraje’. Quedé loca”.
Durante durante su proceso formativo Amelia pudo conectar con su lado más creativo, con la escritura, la fotografía y el cine. Para una persona en la que ruge el verbo “crear” desde lo más profundo de sus entrañas, encontrarse en un espacio que no restringía sino que alentaba estos procesos fue fundamental. “Amelia cuenta historias porque es la manera como ve el mundo y es la manera que encuentra para liberar lo que siente, porque el lenguaje hablado no es suficiente”, explica. “Todo lo que hago a nivel visual y escrito es como si yo tuviera un globo lleno de agua, cogiera un lápiz o un chuzo que se llama Arte y le hiciera un hueco a ese globo y por ahí sale una cascadas de cosas que yo no sé muy bien qué son. Cuando voy a crear las cosas, primero tengo una necesidad: si yo no escribo o hago algo, creo que me muero. Por necesidad, simplemente me brota algo de adentro, una necesidad de producir alguna cosa que no he sacado con las palabras”, añade.
“Me gusta mucho traducir los sentimientos que tengo de una manera visceral. A mí me gustaría mucho que la gente viera las cosas mías y se quedara traumatizada, que sientan algo, así no les guste”, concluye Amelia, quien ahora está ahorrando para irse a cumplir su sueño de estudios. Desde que se recibió como bachiller, Amelia ha estado dirigiendo y protagonizando cortometrajes, siendo el más reciente un proyecto a estrenarse llamado La Madriguera. En 2022, fue selección oficial del XIV Maratón de Pantalones Cortos con Lamentia, un corto de siete minutos en que una pequeña Amelia se pregunta quién es. Amelia culminó su bachillerato en EL COLEGIO COLEGIATURA, un espacio en el que todos los individuos son valiosos en su unicidad, que desarrolla la convicción en las habilidades propias.
Juan José Cadavid, la creatividad crece desde lo interdisciplinario
El camino de vida de Juan José Cadavid es uno marcado por la curiosidad y la reunión de conocimientos. Cadavid es Diseñador Gráfico, especialista en Intervención Creativa, Magister en Estudios Humanísticos y Doctor en Humanidades, estudios que ha combinado para construir una serie de herramientas que lo llevan a reflexionar en torno a la creatividad humana y cómo esta habilidad inherente al individuo puede aportar a procesos de transformación social con impacto verdadero. “Desde la universidad estuve vinculado con otras carreras de las áreas creativas en función de desarrollar proyectos académicos”, explica Cadavid sobre su interés de ir siempre más allá de lo protocolario. “Esto me llevó a tener un interés particular por el mundo de la moda. Así, empecé a trabajar como diseñador gráfico para era una empresa de moda, de producción textil y confección”, añade sobre estos primeros momentos de su quehacer profesional, que lo llevaron a trabajar con el equipo de diseñadoras de su empresa en el diseño de accesorios y en el diseño de espacios para el montaje de experiencias en los puntos de venta.
Conforme avanzaba en esta industria fue invitado por sus antiguos docentes a formar parte de COLEGIATURA, pues quienes lo habían formado como diseñador estaban vinculados con esta institución. De ese modo, Cadavid empezó a trabajar horas cátedra para lentamente terminar siendo profesor de planta en el espacio del que ahora es director de la Escuela de Pensamiento Creativo. A medida que avanzaba su actividad docente, el diseñador se decidió por la especialización en Intervención Creativa, en la que realizó un estudio del colectivo 4 Ojos, una amalgama de artistas del arte urbano, músicos y dramaturgos que intervenían casas próximas a ser derrumbadas durante una semana para celebrar una fiesta con música en vivo.
“Me pareció un objeto de estudio muy especial y lo utilicé para mi tesis. Ese estudio después me llevó a hacer una maestría en Estudios Humanísticos en la que me pregunté de dónde venía esa idea del trabajo colectivo en la ciudad. Entonces hice la maestría estudiando la conexión de ese fenómeno contemporáneo con asuntos de la historia del arte del siglo XX, desde las vanguardias artísticas y las posvanguardias”, explica. Seguidamente, Cadavid realizó un doctorado en Humanidades, indagando sobre la manera en la que estas corrientes del arte habían llegado a nuestro país, encontrando que el grupo de los Nadaístas fue pionero en la realización de performances y happenings de carácter subversivo y combinando varias disciplinas creativas antes de que la institución del arte aceptase estas intervenciones como parte de la praxis contemporánea del nuevo artista.
Con estos intereses, Cadavid empezó a trabajar a su regreso en COLEGIATURA como director de la Escuela de Pensamiento Creativo en la que, además de labores de orden administrativo, realiza investigaciones sobre la interdisciplinariedad y transdisciplinariedad, siendo su objeto de estudio actual la poesía experimental latinoamericana. “Más allá de hacerlo por la obligación que tenemos con el Ministerio, el foco que tenemos en COLEGIATURA es el de la transformación consciente, individual y social”, explica sobre las investigaciones que realizan en su institución, añadiendo que estos procesos de cambio e impacto en grupos de personas sólo pueden construirse si se tienen en cuenta diversas disciplinas del conocimiento humano que, aunadas, pueden resolver de una perspectiva polifónica problemas con los que nos enfrentamos los individuos durante nuestro paso por el mundo.
“En términos de lo interdisciplinar o transdisciplinar, que tienen unas diferencias sutiles que no vienen al caso, nosotros tenemos en COLEGIATURA una estructura interesante. Nosotros nos especializamos en creatividad y en comunicación. Decidimos desde hace mucho que no tendríamos otras áreas del conocimiento”, explica Cadavid sobre el modelo curricular novedoso que ofrece COLEGIATURA. “La estructura curricular que creamos nos permite tener un componente que llamamos PerfilOriginal muy amplio. Tradicionalmente, las carreras tienen unos componentes flexibles muy cortos. En COLEGIATURA el componente flexible es de 36 créditos”, añade, complementando que estas opciones permiten formar perfiles humanos y profesionales únicos que van de la mano de los intereses particulares de cada persona. Cadavid resalta que estas posibilidades son útiles para todos las disciplinas y que no se limitan a las carreras vinculadas al área de la creatividad y la comunicación.
En ese respecto, señala que estos saberes, como aquellos impartidos en la especialización de Intervención Creativa, han tenido impacto en esferas públicas más allá de la que se refiere al mundo de la cultura. “Tuvimos una jueza de menores. Todo su proyecto fue cómo integrar las lógicas del pensamiento creativo para modificar las sanciones que se les ponían a menores, en función de mejorar algunas expresiones en términos sensibles que quizás no se habían desarrollado en su proceso formativo, por lo que estaban delinquiendo”, ilustra el director de la Escuela de Pensamiento Creativo. En ese orden de ideas, la idea de poder combinar prácticas que vienen de la creatividad a espacios como el legislativo, el punitivo o el de ordenamiento social prueba ser fructuoso para Cadavid, quien celebra la posibilidad de la pluralidad de diálogos entre conocimientos.
Fuera del campus, Cadavid es padre de Emilio, un infante lozano próximo a cumplir los tres años. De esta experiencia reciente de la paternidad, el docente ha desarrollado una serie de reflexiones prácticas que aplica a su profesión, en la medida en que el individuo es también el resultado de sus procesos íntimos. “En la casa no soy el profesor, sino el alumno. Todos los días llego a clase con mi hijo y él me enseña muchas cosas: paciencia, recursividad, estrategia, creatividad. Todas esas cosas se potencian con la inclusión de un ejercicio cotidiano con un personaje como Emilio”, explica el individuo. “Las dos estrategias puntuales que he aprendido son la importancia de la narrativa y el juego”, complementa sobre dos recursos que ahora hacen parte de la cátedra que regenta, llamada “Lo que narra el arte”.
A Cadavid le interesan los procesos sociales que repercuten en la construcción del individuo creativo, por lo que sus intereses abordan espacios tan diversos como la Arquitectura, la Moda, el Arte, la Literatura o la Filosofía. Combinando una serie de intereses que le llegan de su proceso vital, Cadavid aporta desde la dirección de la Escuela de Pensamiento Creativo a la redefinición constante de los pénsum de cada una de las carreras que ofrece COLEGIATURA, entendiendo las transformaciones en contexto volátil de rápidos cambios y nuevos paradigmas. Es un ejercicio de observación aguda con aras a la transformación que fortalece a los grupos humanos.
La trayectoria de estos miembros de la comunidad COLEGIATURA dan cuenta de la diversidad y de las particulares búsquedas creativas, que encuentran en este espacio las condiciones para potenciar su talento y para desplegar de manera integral su identidad.
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