Letras hechas a mano
¿Quiénes están detrás de esos trazos perfectos que vemos en fachadas y supermercados? El libro Letras hechas a mano no es solo el resultado de una emocionante investigación que recorre paredes y páginas, es también el fruto de una pasión presente en la familia de Roxana Martínez. Esta es su historia.
Roxana Martínez recuerda aún las preguntas que se hizo al recibir cada una de las cartas que el ratón Pérez le envió cuando perdió sus dientes. Eran cartas larguísimas; hechas con evidente ternura, una letra menuda, simétrica que solo era posible con detenimiento y paciencia. Le causaban mucha curiosidad. ¿Cómo sostiene el lápiz un pequeño ratón?, ¿cómo se acomoda en una página que para su tamaño es casi un pliego entero?, ¿se tomará tanto tiempo para los otros niños como el que se toma para ella?, ¿será que a todos les hace dibujos en los bordes de las páginas? Esas eran las preguntas que se planteaba de niña ante esas muestras de dedicación superior.
Las respuestas a esas preguntas las encontró cerca. Lo que notaba en esas cartas era algo que había visto antes; la letra diminuta y cuidada pertenecía a su madre, se parecía a ella. Su madre, Antonieta Vergara, era delineante de arquitectura y tanto la letra técnica que aplicaba en su oficio como la que usaba en la informalidad demandaban de ella una postura física, un agarre de los instrumentos y una entrega solo equiparable en la imaginación a los monjes copistas del medioevo; entregados al silencio, la pausa y la artesanía de las letras.
No podría decirse que la fijación de Roxana por las letras venga de ese recuerdo único de las cartas que le dejaba un ratón, pero tampoco podría decirse lo contrario. Roxana es diseñadora gráfica, docente e investigadora en temas de cultura visual popular en el entorno urbano; ha hecho estudios en Teoría del Diseño Comunicacional en la Universidad de Buenos Aires y Estudios Culturales en la Universidad Nacional de Colombia; además es profesora asociada a la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de los Andes, donde ha hecho proyectos sobre gráfica popular. Hace más de dos décadas trabaja en Populardelujo, un espacio que fundó con Esteban Ucrós y Juan Esteban Duque para pensar la cultura visual desde quienes la crean. Dentro del universo de la gráfica popular y la cotidianidad, la letra le obsesiona.
Los últimos cuatro años Roxana ha trabajado en el proyecto de investigación Letras hechas a mano donde se centró en el oficio de hacer avisos a mano. Habló y siguió el trabajo de rotulistas de Bogotá, Buenaventura, Santa Marta, Barranquilla y Medellín que dedicaban sus días a crear avisos manuales, de letras dibujadas, para restaurantes, tiendas, busetas, vendedores de minutos, zapaterías, panaderías, peluquerías. Este proyecto ha resultado en encuentros, alfabetos, textos, talleres, una exposición y una guía. El último producto que resultó de esta iniciativa es un libro homónimo y robusto que no condensa el proceso, lo amplía.
El libro es un ejercicio académico distinto; se aleja de la estructura tradicional de estos entornos y aparece con un modelo más cercano al tema: informal sin perder rigor, lleno de gráfica sin descuidar el contenido escrito. No es la publicación de una investigadora común, es la publicación de una investigadora de calle y se nota. Además del prólogo y la introducción, el libro contiene cuatro artículos principales e independientes que juntos crean un panorama diverso sobre la letra escrita, dibujada.
Roxana arranca con un texto íntimo donde muestra los trazos que la hicieron detenerse sobre el gesto de escribir. Cuenta pedazos de su historia y la de su familia alrededor de la correspondencia, las postales, los cuadernos y los alfabetos encriptados. Al mismo tiempo cuenta sobre los recursos pedagógicos con los que las generaciones que la anteceden han aprendido a dibujar las letras y se detiene sobre cómo algunos miembros de su familia le dan valor a lo escrito.
En las páginas de este ensayo aparece el texto de corrido pero se complementa con un inserto donde se ven cartas que le ha hecho su hija, escritos de su bisabuelo paterno, su abuelo y abuela maternos, de algunos tíos, de su padre, sus hermanos, de su esposo y, por supuesto, de su madre. Ella fue su aliada y su guía; organizó por carpetas todo el material escrito que venía guardando desde siempre con el deseo simple de preservar la memoria y sin pensar que alguna vez sería parte de una investigación.
Frente a las letras, a consignar con lápiz y papel, su madre es de rigor. Tanto así que en la búsqueda de ese registro escrito familiar, Roxana se encontró con un grupo de caracteres que usa su madre para escribir textos íntimos; en este código, ilegible para cualquiera menos para la artífice, hay figuras que parecen flechas, figuras geométricas, líneas punteadas, círculos y semicírculos que esconden las letras del abecedario. “Ese alfabeto jamás se lo mostró a nadie e igual nadie lo va a descifrar jamás, pues para evitar eso, cada cierto tiempo va cambiando los elementos. Es un nivel muy sofisticado de algo que hacíamos con las amigas cuando éramos pequeñas.”, cuenta Roxana. Este capítulo ocupa el lugar inicial, tal vez, porque es la síntesis del por qué ahora Roxana mira donde mira.
Luego entra la voz de César Augusto Peña, un docente, doctor en Educación Artística con énfasis en Cultura Visual de la Universidad de Illinois e investigador dedicado a pensar la ciudad y la ciudadanía a través de la cultura visual y material; también es profesor asociado de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de los Andes. En su texto titulado ‘Imagen hablada, texto ilustrado: cultura visual popular, educación e ideología en América Latina’ habla de la alfabetización en la región, su historia, sus brechas y lo que eso significa para la construcción social. También hace una disertación sobre la convergencia entre la imagen y las palabras y las pone como dos resultados del mismo proceso de pensamiento.
En ese marco explora la gráfica popular como el gesto ciudadana de comunicar y accionar dentro de sus límites educativos y sociales, transformando estéticas heredadas y poniéndolas en un escenario reconocible. “El fervor sobre la gráfica popular está indudablemente ligado a su papel protagónico en otorgar agencia y visibilidad a identidades históricamente marginales e invisibilizadas”, escribe César.
Roxana aparece de nuevo pero esta vez para hablar del oficio de la rotulación que en sus propias palabras es “la concepción y producción de elementos gráficos hechos con letras a mano, que están al servicio de bienes y productos comerciales”. Son, entonces, esos carteles que aparecen en vitrinas, muros, paredes, buses que están ahí porque un rotulista se preparó en el arte de dibujar letras imponentes y generosas y puso su oficio para solucionar las necesidades comunicativas y referenciales de otros.
Casi que desde que el proyecto Letras hechas a mano comenzó, Roxana ha trabajado con los rotulistas Roberto Ayala, Santiago Bueno, Arnulfo Herrada y Mario Fajardo. Estos aparecen en el libro para contar la manera en la que ejercen su oficio, cómo se formaron, de dónde adoptaron la estética de las letras que dibujan. Entre preguntas y reseñas sobre el trabajo de estos artistas de la gráfica, se deja ver que el oficio de dibujar letras es una práctica que requiere una destreza manual a la vez de esfuerzo físico y una disposición particular del cuerpo.
En este capítulo, además, se habla del carácter popular de la rotulación, su lugar en la economía informal, cómo se enseña y se aprende en este oficio, las diferencias entre tipografía, caligrafía y rotulación, y hace un recorrido por los otros momentos –antes del libro– del proyecto Letras hechas a mano; da cuenta de las exposiciones, talleres y charlas y reseña la Guía práctica que fue un esfuerzo por sintetizar el conocimiento de los pintores antes mencionados; en esta guía, a través de muestrarios de sus alfabetos, recomendaciones, tips y glosarios crean una fuente de conocimiento y a la vez un homenaje a su trayectoria.
El libro cierra con un artículo de Fernanda Martins, diseñadora gráfica brasilera, docente y conferencista que trabaja con identidad visual, editorial y tipografía institucional; además es doctora en Historia del Diseño por la Escola de Desenho Industrial y fue la creadora y coordinadora del proyecto Letras que Flutuam. En su ensayo titulado ‘Mil y un ríos’ comienza contando que en el amazonas brasilero son muchos quienes se transportan en barcos, botes y otro tipo de embarcaciones que son marcadas con una “manera amazónica propia”, Estos alfabetos, adoptados desde un referente dado por los invasores europeos, toman diversas formas para decir: este bote es mío. Lo particular de esta historia es que ha cobrado tal fuerza a través de la décadas que ahora todas las embarcaciones llevan a lado y lado estas letras dibujadas por artistas que han aprendido a hacerlas y a pintarlas para que duren sobre el agua.
A medida que avanza el ensayo resulta en una narración que evoca a lo que es o no ser brasilero y cómo estas letras pueden ser un camino para responder esto. “Es importante resaltar que este es el hacer brasileño real que constituye la cultura brasileña, que a partir de los riverenses nos revela nuestras verdades. Es hora de apropiarnos de estas verdades reales, con respeto y devoción, a partir de ellas reelaboramos como brasileños, latinos, creando nuestras propias maneras de ser y hacer, reescribiendo nuestra propia historia. ¿Con letras decoradas, tal vez?”, escribe Fernanda.
Cada uno de los textos de esta publicación tienen un carácter distinto y un tono distinto pero todas coinciden en una cosa: el gesto de dibujar letras y ver letras dibujadas nos es común a todos sin importar el nivel de alfabetidad y la gráfica popular se ha alimentado de artesanos que ven el alfabeto como un contenedor expresivo y múltiple que se enriquece en su uso.
La publicación Letras hechas a mano fue diseñada por Piedra, Tijera, Papel, un estudio de diseño para el diseño, y el resultado fue un libro diverso. Tiene una tapa dura que contiene bloques de papel distintos entre sí: hojas mate, hojas brillantes, hojas blancas, hojas azules, hojas amarillas; hojas con letras, hojas con fotos, hojas con reproducciones de notas escritas a mano, de carteles rotulados. Cada página está pensada para resaltar la naturaleza de la publicación, para contener el registro de oficios artesanales y populares y para dejar lucir los coloridos alfabetos que cuentan las historias de nuestras ciudades, pueblos y ríos.
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