Carta de amor a Miley Cyrus
El próximo lunes 21 de marzo será el concierto de Miley Cyrus en Colombia. Aquellos que la vimos desde nuestros televisores cada tarde al salir de clases, conocemos la nostalgia que nos vincula con este ícono para los millennials y centennials.
Miley ha sido el reflejo de muchxs jóvenes que, al igual que ella, hemos amado hasta destruirnos para encontrarnos. La diferencia radica en que ella ha utilizado sus canciones para narrar todo ese dolor permitiendo que seamos parte de su experiencia.
Esta no es una carta de amor a una famosa, es una carta de amor a una amiga que supo poner en palabras todo aquello que alguna vez fui.
Querida Miley.
Qué clichesada decir que no sé cómo comenzar esta carta porque en realidad tengo tantas ideas que no he podido llegar a un consenso conmigo misma para hacerlo. Así que solo seré Mariana intentando escribirle una carta a una parcera que admira y comprende el parlache colombiano. Ahí va.
En casa era un ritual ver las noticias. Cada noche a las 7:00, estaba sentada en la sala con mis abuelos viendo pasar es coctel de bombardeos, asesinatos, violaciones, fútbol y farándula que componía (aún compone) la agenda noticiosa. Antes de esto, me preparaba con una buena dosis de serotonina que me proporcionaba ver Hannah Montana al despertar de mi siesta con la cara y los brazos marcados por el jumper escolar. Las manecillas del reloj de pajaritos marcaban las 5:00 en las tardes del 2007. Yo tenía 10 años, buscaba el control y ponía Zapping Zone con los párpados aún pegados. Me reía con las bobadas de Miley, Lily, Oliver y Jackson mientras comía sanduche con jugo, como si estuviera con un grupo de amigos. Tú en Hannah condensabas el sueño de muchas niñas y preadolescentes como yo, tener una vida alterna donde la existencia brillaba lejos de las tareas, los mandados y la violenta realidad de mi país.
Me recuerdo en ese entonces frente al espejo haciendo el lipsync y la coreografía de The Best of Both Worlds o He Could Be the One, en un escenario donde hacíamos una dupla cantándole al público en Medellín y California, porque obviamente éramos demasiado famosas como para quedarnos en un solo país.
Un recordatorio de esta época que siempre me acompaña es mi gata, quien hoy tiene 14 años y sí, se llama Hannah por ti. Me gusta porque es un nombre cool, que no pierde vigencia y rockea con su ronroneo.
Tu programa y tu personaje forjaron mucho de mi personalidad charlatana, a veces con un humor más bien descachado. Uno de mis capítulos favoritos fue el del cameo de los Jonas Brothers, ver a mis amores platónicos y a Hannah cantando juntos era el mejor crossover que le podía brindar Disney a una preadolescente. A veces, me gusta desbloquear memorias viendo la escena del concierto en la playa.
Durante los hermosos seis años que duró la serie, guardé muchos de mis primeros pasos en internet, como la creación de mi primer correo escuchando el soundtrack de Hannah Montana en YouTube y transcribiendo las letras de mis canciones favoritas para aprenderlas.
Con los años ambas nos transformamos, pero lo tuyo fue más radical. No puedo dimensionar cómo sería el drama de una niña de 12 años asumiendo el trabajo y la presión de una serie tan grande. Una avalancha la berraca se vino después, cuando te agarró la adolescencia en 2011 y al fin lograste poder tener algo de autonomía sobre tu vida, dejando a un lado la pelada de Tennessee católica y obediente que todos querían que fueras, como un modelo a seguir para sus hijos e hijas. Esa sacudida a la sociedad estadounidense fue una de tus primeras revoluciones, porque has sido y eres un grito de rebeldía y cuestionamiento a lo políticamente correcto.
Un ejemplo de esa etapa fue mi propia adolescencia. La recuerdo como un momento muy intenso de la vida donde todo el tiempo sentía que me iba a morir a carcajadas o que me deprimía en bucle llorando sin razón. También dejé a un lado muchas imposiciones familiares como dejar de ser acólita en la iglesia del barrio, comenzar a utilizar ropa ajustada y cortarme el cabello como Hayley Williams. Todo un cóctel de malas decisiones y libertad desenfrenada al ritmo frenético y variante de 7 Things y Party In The U.S.A.
Al igual que tú, también me enamoré de alguien rayando el límite de la obsesión. Imagino ese primer flechazo con Liam Hemsworth a tus 16 años en las grabaciones de The Last Song; tu primer beso enamorada, tu primera actuación adolescente luego de tantos años interpretando a Hannah Montana, la atmósfera de country y cursilería excesiva que era el idilio de cualquier romance adolescente sacado de Wattpad.
Quizás no tengas idea, pero a inicios de febrero se hizo viral un hilo de Twitter que toma horas leerlo sobre tu relación con Liam, es tan largo que lo añadieron como una lectura de un libro en Goodreads. No lo tomes a mal, pero es una tragedia muy entretenida. Y es que la mayoría de tus canciones tenían nombre y apellido, una lástima que tanta poesía fue dedicada a una pecueca de man. Si bien la diferencia entre ustedes era de solo tres años, la etapa de los 16 y la de los 19 no se parecen en nada, aparte de que tenía más experiencia que tú, era un celoso posesivo que sabía del poder que tenía sobre una adolescente tragada.
Esos primeros meses donde te sientes en una nube que nadie puede bajarte y el enamoramiento se vuelve más lindo que mañé, podía imaginar que besaba al man que me gustaba y el mundo era menos denso con When I Look At You. Esa fue la primera vez que confiamos, que creíamos ser las protagonistas de aquellos libros y películas que nos formaron en el amor romántico y tóxico.
A ambas nos ganó la ingenuidad, por tu parte, al acceder a las peticiones de la pichurria de tu ex de eliminar tu Twitter, al día de hoy esa sería una red flag muy funable, habíamos protestado por tu libertad como con Britney. Sinceramente Liam no tuvo un impulso en su carrera solo porque sabía actuar, ¿qué mayor peso para estar bajo las miradas que ser el novio de Miley Cyrus en 2010?, un golpe de suerte que te estrelló a ti con el mundo y a él con la fama.
Can’t Be Tamed es el álbum que menos me gusta, quizás porque cuando salió atravesaba mi etapa de florecita rockera donde quería parecer más ruda e “interesante” escuchando bandas como AC/DC, The Rolling Stones y Nirvana, me alejé un poco, pero conservaba canciones de Breakout y The Time Of Our Lives en mi mp4.
Aunque no estuve tan pendiente vi algunos rumores de tu compromiso con Liam, me impresionó la noticia puesto que tenías 19 años y yo solo 15, no me cabía en la cabeza la idea de casarse tan joven.
Dejé pasar esa novedad hasta que todos los canales de música, la radio y las redes se inundaron con tu polémica presentación en los VMA y el video de Wrecking Ball cuando regresaste a la escena musical con Bangerz en 2013. Me sentí confundida porque se notaba una evidente tristeza en el video, pero todo se centró en tu desnudo, en el martillo y en la bola donde te balanceabas, un banquete de memes para los haters. Aquella figura que crearon los medios de la pelada desquiciada ya la había visto antes, lo mismo sucedió con Britney, con Selena, con Demi, con Lindsay Lohan. Me tomaría años crecer y entender desde el feminismo que siempre ha funcionado así, aunque es evidente que tu pareja sea una pichurria y te maltrata psicológicamente, las mujeres siempre seremos las locas, las empeliculadas, la que no supieron cómo asumir la vida, las relaciones y las despedidas.
También estuve en ese momento confuso saliendo de la adolescencia y entrando a la adultez donde la delgada línea divisoria es evidente para quienes te rodean menos para ti,. El asumir que aunque sentía tristeza debía “madurar” porque ya no era una adolescente que podía chillar cuando no soportaba el peso de no saber qué hacer con mi vida. Creo que Bangerz es un relato en canciones de esa incomprensión, aunque vos tenías ese dolor a flor de piel tras la ruptura con Liam y es que parce ¡estaban comprometidos!
En My Darlin, se puede ver esa súplica a la pichurria de Liam para que te aceptara en una época donde ni tú sabías quién eras. La canción que más me identifica de Bangerz es We Can’t Stop con ese beat pegajoso y una letra que narraba las farras donde nos creíamos invencibles. A decir verdad, la mayor condensación de la depresión entre drogas y relaciones pasajeras fue en Dead Petz, ese álbum es la decadencia, la tristeza y el desespero entre mezclas de psicodelia y tu voz rasgada.
La presencia de tus canciones marcaron uno de los mejores años de mi vida, el 2017 con Younger Now, mi álbum favorito. Aún puedo sentir el vagón del Metro tambaleándose mientras miraba las casas y edificios que se desdibujaban con la rapidez del tren con Malibu y Love Someone de soundtrack camino a clases. Aquí se puede notar tu búsqueda de madurez, los primeros pasos de tu verdadero empoderamiento, y del amor propio que es tan doloroso pero necesario. Así me sentía en los pasillos de la universidad rompiendo el suelo con la fuerza de mis tenis caminando en línea recta.
Lamento y en el fondo agradezco tu separación. Imagino la valentía y la fuerza que hay que tener para dejar ir una relación de 10 años y un matrimonio que murió a los dos años. Y ahí está el punto, en darse cuenta que para nosotras las mujeres hay más caminos que solo el del amor, que nuestras vidas no giran alrededor de nuestras relaciones. Ese poder creativo que te rescata y te revuelca el alma cuando tocas fondo es para mí, la verdadera curación. No hay mejor consuelo para un corazón roto que crear. Amé tu regreso en 2020 cuando dejastes a todos embelesados, atónitos y fríos. La reina del pop rock volvió con aquella voz rasgada, fuerte y salvaje para sacudir el planeta, abrirles los ojos y mostrarles qué es una girlboss.
Gracias por mostrar esa confianza, por ser atrevida e invitarnos a muchas que como yo, aún batallamos por encontrar nuestra voz. Plastic Hearts es el recorrido de tu propio encuentro; la niña que cantaba country con su padre, la que usaba peluca y contaba chistes flojos en la tv, la que se enamoró profundamente del chico que parecía inofensivo y protector, la que sintió cómo se le rompía el corazón al ver públicamente como la engañaban, la que se drogaba hasta olvidar que estaba viva, la que esperaba ser salvada pero que en realidad necesitaba reconciliarse con su pasado, darse un abrazo y agradecerte por tanto.
Y es que al final las cosas se desmoronan, pero nada se rompe como un corazón.
Gracias por acompañarme todos estos años,
Sinceramente,
Mari
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