Unas líneas valientes
Para muchos, el trauma escolar es haber visto la materia de dibujo técnico, pero para esta artista fue más que un método: se trata de la forma en que percibe al mundo y se entiende a sí misma.
Diana Londoño es bogotana bogotana, sin cachaquismos o síndrome capitalino; una creyente de la ciudad en su forma y en su fondo, en su abrumadora fuga de edificios en espacios impensables, en su fecunda fe de progreso e, incluso, en su caos casi infernal.
Creció en el centro de Bogotá, en las torres Jiménez de Quesada, frente al Parque de los Periodistas. Cuando era pequeña, iba con sus padres a la parte trasera de la Media Torta –donde se aún se hacen conciertos– y se recostaban en el pasto a ver cómo los edificios se les venían encima por ese efecto visual que se crea al mirar al cielo continuamente. “Quiero mucho al centro”, confiesa Diana.
“Dibujé en un cuadro todos los edificios en los que viví y los hice a partir de la imagen distorsionada del recuerdo, no son tan fieles a la realidad pero no me interesa que se note o sea evidente”, cuenta. Cuando empezó a estudiar arte en la Universidad Jorge Tadeo Lozano y tenía que coger un bus en la avenida séptima que se demoraba dos horas en su trayecto, Diana se aprendió todas las calles y llegó a clase a dibujarlas junto con la gente que vivía dentro y las situaciones en las que estaba: “una mirada muy voyerista”, según ella, que desde ese momento le hizo acoger a la arquitectura como línea de estudio, como oxígeno.
¿Qué es la ciudad para usted?
Yo concibo varios tipos de ciudad: una que acoge toda esa estética geométrica, la que cada uno percibe, esa ciudad contemporánea que fortalece la soledad de la persona; y otra que es un ente orgánico que refleja el pensamiento del humano, que es a la vez una enfermedad que se va esparciendo por la naturaleza.
¿Cómo es su proceso creativo?
Yo empiezo en una esquina y él se va construyendo solo. Nunca hago bocetos, lo que ve es el boceto porque no tengo una idea preconcebida de lo que va a pasar, creo que son fragmentos que se van sumando y después es que uno puede observar. De resto, estoy metida haciendo y haciendo, así es como trabajo.
¿Qué quiere hacer después de estas maquetas o con ellas?
Siento que hay muchas más cosas que quiero hacer con ellas, pero la mano es más lenta que la cabeza y cuando termino una cosa ya la idea pasó, y es esa angustia la que tengo todos los días: que la vida no me va a alcanzar para hacer todo lo que quiero hacer.
¿A. M. o P. M.?
Por la mañana las cosas no fluyen y a las tres horas de trabajar y trabajar es que empiezan a fluir. Por eso me gusta trabajar muchas horas seguidas, incluso es por la noche cuando más lúcida me siento.
¿Se anima con encargos de afán o no?
Yo no hago nada de afán, yo sé que tengo en un dibujo mínimo dos meses. Porque si me lo piden para dentro de una semana, en siete días apenas voy a empezar a hacer lo que en realidad quiero hacer.
Una película que la haga llorar…
Hachicko.
Una que la haga feliz o que la emocione…
Crumb, el documental sobre el creador de Fritz el gato, Robert Crumb, me hizo parar de la cama a dibujar.
Una de lo que le gusta: la arquitectura…
El gabinete del doctor Caligari, por su arquitectura toda retorcida. Y las maquetas de Metrópolis que hizo Fritz Lang cuando fue a Nueva York y quedó impresionado por esos rascacielos y se dio cuenta de que la luz se está volviendo algo muy valioso precisamente porque los edificios están tapando todo.
Verduras o chatarra…
Me gustan las verduras. Pero, por ejemplo, la remolacha me la como es por el color que tiene, más que por el sabor. Siempre he pensado que cocinar es como pintar.
¿Qué tipo de música ha escuchado últimamente?
Como se me dañó el computador, últimamente he escuchado radio, casetes y audiolibros.
¿Qué audiolibro le ha gustado?
Una lectura que hace un español de Don Quijote: más que el libro es la forma como lo narra.
Le gusta la ciudad, ¿viaja por ella?
No me gusta desplazarme en Bogotá y no le veo sentido a tener un taller en otro lado; por eso trabajo en mi apartamento y, además, me gusta estar con mis gatos. Me gusta la soledad, no podría vivir con nadie.
Diana ha expuesto individualmente en 2012 en la Sala de Proyectos de la Universidad de los Andes y en 2014 en la Galería Santa Fe. Ha participado colectivamente en diferentes exposiciones nacionales como Artecámara, en la feria internacional ARTBO, y el Séptimo Salón de Arte Joven Colsanitas. En 2014 fue invitada a la cuarta Bienal de Nuevos Talentos en el Museo Käthe Kollwitz, de Alemania, y participó en la residencia artística “La ciudad subterránea 02” en Tordera, España.
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