Robotrópico: la novela gráfica de ciencia ficción colombiana
Biorobots en el Transmilenio, congresos de humanos y máquinas para recuperar los ecosistemas en el mundo y mujeres pariendo robots es lo que se puede encontrar en Robotrópico.
Si bien el cómic y la novela gráfica de ciencia ficción en Colombia se ha hecho presente entre librerías, ferias e internet, su público es reducido. A esto se suman factores como la dificultad para acceder a los ejemplares debido a la baja producción de cómic, la subestimación a este género y el trabajo infravalorado de los artistas gráficos en la industria.
Aunque el panorama se ve más desalentador de lo esperado, entre tantos tropiezos, historietas como: Dos Aldos, Pandora, Maldito planeta azul, Liborina, Agente Manlintz, Emús y Gólgota, han presentado escenarios para crear universos paralelos en una Colombia imaginada desde la ciencia ficción. Tales narraciones, se han construído bajo escenarios distópicos, como es el caso de Robotrópico: una novela gráfica sobre robots en una de las tantas Latinoaméricas del futuro.
Según Mario Cárdenas, editor y redactor de Revista Blast –publicación digital dedicada al cómic–, la ciencia ficción le ha permitido los dibujantes “describir o narrar paisajes que de lo contrario con la escritura o tal vez con el cine no pueden hacer, pues las herramientas no son las mismas (...) va mostrando que es un género que se tiene presente en la gráfica y en la narrativa colombiana”, explicar el escritor sobre la actualidad del género en el país.
Una pandemia que escaló a tecnocracia
En 2019, el escritor Andrés Barragán y el ilustrador Guillermo Torres, fantaseaban entre los nuevos lanzamientos de la Feria del Libro de Bogotá con crear una historia, una de robots. Eso sí, querían algo diferente a lo usual, que se saliera de los típicos parámetros del anime o la ciencia ficción europea o americana.
Jamás imaginarían que el inicio de esta idea -que luego escalaría a guión, para terminar en novela gráfica- surgiría de nuestra propia experiencia cuasi-apocalíptica: la pandemia del COVID-19. Un año después de la conversación entre Andrés y Guillermo, estaríamos encerrados, mirando el pico y cédula para ir al D1 y entrando en pánico con la más mínima alerta de resfriado.
El lapso de terror y la incertidumbre que atravesamos fue el ambiente perfecto para crear Robotrópico: la novela gráfica de robots en Colombia. “Comenzamos a echarle cabeza y a los pocos días salió el nombre de “Robotrópico” en cuyo nombre plasmada lo que queríamos: contar historias de ciencia ficción, pero desde una óptica muy propia”, recuerda Andrés Barragán, en la creación del nombre y el escenario “platanizado” de esta novela gráfica.
Robotrópico se ubica en 2073, en un escenario caótico tras diferentes hambrunas y pandemias. La “Generación 19” -aquellos que nacieron durante de la pandemia del COVID-19- finalmente llegan al poder, instalando nuevos cambios con un modelo de tecnocracia, alejándose del caudillismo y la política tradicional, todo bajo los avances de la revolución robótica. A este le darán el nombre de “Proyecto PANGEA”. Pero como en toda historia, se necesita de un problema para el desarrollo de la misma. En Robotrópico, surge entonces la Resistencia Antrópica, un movimiento revolucionario que se opone a las tecnologías robóticas.
En su intento por frenar el inminente apocalipsis climático, la esperanza de la humanidad reposa sobre los robots cuánticos y las SIAC (Sistema de inteligencia artificial cuántica), los cuáles enviarán a zonas tropicales devastadas para recuperar los ecosistemas estratégicos para restaurar aquellos entornos necesarios sostener para la vida.
Robots bailando al ritmo del mapalé, humanas pariendo biorobots en un resguardo indígena, robots defectuosos y excluidos por pasajeros en el Transmilenio y operaciones de la resistencia contra el nuevo régimen es lo caracteriza el universo de Robotrópico. Este además, cuenta con tres reglas para su funcionamiento narrativo:
“I. Los personajes que protagonizan sus historias y los escenarios donde transcurren sus aventuras deben tener una mirada local. Es decir, deben todos reflejar la diversidad racial, sexual y social de la sociedad colombiana y, eventualmente, latinoamericana.
II. La estética de los robots debe aportar elementos nuevos, más concretamente, inspirarse en imaginarios tanto de culturas ancestrales como de realidades y ecosistemas locales.
III. Los personajes y sus historias deben inscribirse en un orden político anclado en la historia y el contexto socioeconómico latinoamericano caudillista, es decir, una institucionalidad fallida, un aparato judicial y jurídico precario, y unos líderes torpes y corruptos”, explica Andrés Barragán, guionista del proyecto.
Colombia y Latinoamérica: la papa de un sancocho ilustrado
Entre las reflexiones de Andrés sobre los referentes para crear una novela gráfica de ciencia ficción, Colombia no tuvo una muestra muy amplia, pues “la razón por la cual no hay ciencia ficción en Colombia es porque nosotros no pensamos en el futuro”, añade el escritor sobre su búsqueda de ideas para la creación del guión.
Pero Robotrópico no se resume solo a robots en la selva o la ciudad, también tiene una postura crítica sobre Latinoamérica. Por su parte, en esta búsqueda de contar, Guillermo Torres se ha movido entre diferentes estilos gráficos que van desde la pintura, pasando por la viñeta clásica y minimalista, hasta la historieta con detalles y secuencias más complejas. En la página del sello editorial de Robotrópico, Colombia Ilustrada -del cual son fundadores Andrés y Guillermo-, se puede ver el registro de estos procesos y la misma experimentación del ilustrador en búsqueda de esta diversidad de estilos que complementan el guión.
Para Guillermo Torres, de “ahí viene un discurso que nosotros fuimos armando y fue que queríamos diversidad porque pensamos que Colombia al final es un gran sancocho de cosas y eso es lo que nos define, o esa es la identidad de lo que estamos buscando al menos en Latinoamérica y en Colombia. Entonces ese gran sancocho no podía tener un solo estilo. A nivel gráfico es complejo también porque te reconocen por eso, pero aquí lo que queríamos, era lo contrario: tener distintos modelos de robots, distintos colores, líneas estéticas, formas artísticas, inclusive, lenguajes, todo también para enriquecer esa idea de que somos un sancocho”, explica sobre la estética de la novela gráfica.
El futuro de una distopía
Como una especie de laboratorio, Instagram le permitió a Robotrópico ser una bitacora para el ensayo, aquí registraban el avance de las secuencias sin intención alguna de ser virales en la plataforma. Pero como quien no quiere la cosa, con el pasar de los meses comenzaron a tener seguidores, comentarios y solicitudes de avances en la trama de esta novela gráfica en la red social.
Con la demanda de los lectores y el sueño de mejorar esta novela ilustrada, Andrés Barragán convirtió a Robotrópico en una novela gráfica de largo aliento. Decidió no solo experimentar, sino ser un profesional. Se dio entonces una pausa en el proyecto para realizar diferentes talleres en Los Ángeles sobre guión. Con esta afinación, Andrés y Guillermo esperan tener un desarrollo sustancial en este no-futuro de robots tropicales.
Ilustración: Robotrópico
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