Odenbach y el video impopular
Para muchos, la pantalla no es más que una ventana al patético y ruidoso consumo, pero hace más de cincuenta años, artistas de todo el mundo entendieron que la caja mágica podía ser un gran lienzo.
ablamos con Marcel Odenbach a propósito de su exposición Movimientos Quietos en el Museo del Banco de la República. Este alemán comenzó a acercarse a las artes gracias al dibujo, los collages y la escultura pero cuando vio las posibilidades del video no dudó un segundo en volcar su vida a la imagen en movimiento.
(Como si los recuerdos me engañasen. 1986)
¿Cuál fue ese momento en el que usted dijo “tengo que hacer videoarte”?
Cuando fui a una exposición en una galería en Colonia, Alemania, que estaba exhibiendo obras de artistas norteamericanos como Vito Acconci, Bruce Nauman, Peter Campus y Richard Serra y recuerdo que apenas entré a ese lugar y vi este espectáculo decidí que eso era lo que yo quería hacer.
¿Qué es lo que ama más del videoarte?
Desde que hice mi primera pieza entre 1974 y 1975 quedé fascinado por las facilidades del video; acompañar una imagen con sonido, jugar con el lenguaje y con el movimiento, era completamente libre y podía ofrecerla a una audiencia.
(Estar de pie es no caerse. 1989)
A pesar de que el videoarte tiene una larga historia como movimiento y formato, a veces no tiene la misma recepción que las exposiciones, incluso subastas, como sí la tienen la pintura o la escultura. ¿A qué cree usted que se debe esto?
Creo que hay varios problemas: por un lado, creo que la razón por la cual el video es cada vez menos popular tiene que ver con la dificultad de hacerlo, porque cuando yo empecé nunca tuvimos la idea de copyright. En ese entonces podías usar cualquier forma de imagen sin pensar en el derecho de autor, pero en estos días si sales con una cámara a la calle tienes que hacer que cada persona que estás grabando firme un papel que te autoriza legalmente a filmarlo.
Por otro lado, la escena artística y los valores del arte contemporáneo nunca fueron tan locos como en estos días, hay una razón por la cual el video no es tan popular y es porque el video no tiene valor.
Creo que el videoarte es crucial en la escena artística para influenciar la historia del arte y del arte contemporáneo y eso es muy interesante porque cuando ves piezas en museos y bienales es superpopular entre los jóvenes, pero cuando hablamos de su valor como obra, el video no tiene posición en el mercado del arte.
¿Cuál cree usted que es el motivo de esto? ¿Hay una falta de cultura sobre la compra del videoarte, de su aprecio más allá de las complejidades de adquirir toda una instalación?
Los videos no son únicos, se pueden copiar, ¿quién te dice que esta es una pieza única ahora o es la copia número 100? Esa es una de las cosas que impide su comercialización. Como los performances o los happenings desde la década de los setenta que han tenido ese problema para ser parte de colecciones privadas, ¿cómo protegemos esta pieza? Al final, las únicas personas que pueden proteger estas piezas son los museos.
(Dando vueltas en círculos. 2009)
Su obra ha girado sobre el tema de la violencia, ya sea en la Alemania posnazi o el genocidio de Ruanda, ¿cree que el artista tiene un rol dentro de la narración del conflicto de un país o es simplemente una elección circunstancial de temas?
Después de que se acabara la segunda guerra mundial en Alemania crecí en una sociedad en la que nadie hablaba de esta historia, y tanto mi generación como la anterior fueron las primeras en hablar sobre este tema. Para mí era una cuestión de identidad y de necesidad.
Hay muchos artistas a los que no les importan estos asuntos, pero hay algunos que sí quieren tratar la historia y te das cuenta que al final lo que se conoce del conflicto se narró a través del arte, por ejemplo Goya o Guernica en España.
Y a veces, cuando ves los Museos del Holocausto, son un método artístico para educar a las personas, aunque no me gusta mucho porque lo repiten tanto que ya parece Disneylandia, pero la idea original parte del arte.
Cómo fue su experiencia en Ruanda, ¿cuándo o cómo se dio el momento en que dijo “ya está, esto es lo que quiero”?
En 1994, cuando fui a Ruanda, me di cuenta de que tenía que cambiar el proceso, no quería ninguna entrevista, porque qué les iba a preguntar: ¿Cuán horrible fue ver a sus padres morir? Yo no quería tener que trabajar con lenguaje sino con imágenes. Comencé a grabar y fui arrestado por la policía, fue un proceso bien largo y tenso en el que tenía cerca de 26 horas de material, por lo que decidí parar y luego sentarme a visualizarlo, definir el concepto, elegir los cortes y entender cuáles imágenes me servían y cuáles no. Siempre hay un punto en el que dices “esto es todo”.
(Los cocodrilos acechan en aguas quietas. 2003 - 2004)
Sabemos que una gran influencia para usted fue el videoartista Joseph Beuys ¿Qué es lo primero que se le viene a la cabeza cuando piensa en él?
Joseph era este hombre divertido que cargaba un abrigo muy pesado y siempre tenía un palo en su sombrero. Luego de la época dorada en la que los artistas eran estos personajes de cigarrillos y alcohol, Beuys me abrió la mente sobre lo que realmente significaba ser un artista, él se dedicó a mediar entre historia y sociedad.
¿Cuál es la fascinación que tiene con los collages y la sobre exposición de imágenes en sus videos?
Yo siempre he hecho collage porque es un formato que se venía trabajando desde una perspectiva política en Alemania en los años veinte y treinta, y cuando lo enfrenté con el video me ayudó a decir lo que yo quería decir. En ese tiempo, el film solo era en blanco y negro, no podías salir a grabar a la calle porque las cámaras eran muy pesadas y era muy caro producir, entonces pensé en tomar imágenes de archivo que me gustaran. Por un lado me servía como un truco visual y por otro, podía sacar imágenes de su contexto histórico.
(Detalle de Blancanieves. 2010)
En el estudio del arte, así como en su crítica, se han construido una especie de medidas o criterios para decir si la gente debería ir a verla o no, ¿cree que el arte se puede o debe evaluar?
Yo nunca decidiría qué es arte o qué no. He tenido experiencias en las que he visto el trabajo de mis amigos y a veces no entiendo qué están haciendo, pero en esos momentos recuerdo a Beuys que decía: “la persona puede decir soy un artista y sus cosas se vuelven arte”, pero yo aún puedo decir, no me gusta.
(Lugares perturbados. 2007)
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