Pasa en la vida real. Con la explosión de la campaña-publicitaria-serie-viral Adulto contemporáneo, todo el mundo cree verse reflejado a sí mismo o a alguno de sus amigos en las situaciones dramatizadas. Es inevitable, tanto como tener dentro de su grupo de amigos alguien apodado “el negro”, “el paisa”, “el gordo”, “el enano”, “Pacho” o “Beto”. Sin querer queriendo, ciertas convenciones sociales se han ido asentando provocando que, a final de cuentas, por muy esnobs, godos o petristas usted y sus amigos sean, todos los parches sean iguales.
EL YUPPIE
Es una erupción de un aviso de Arturo Calle (pero sin ropa de Arturo Calle). Entre semana se camufla entre todos los oficinistas, pero en fin de semana reconózcalo a metros por su pantalón de prenses, su camiseta Polo (o “tipo Polo” para los menos adinerados), su saco gris de lana anudado sobre el cuello en horas calurosas y correctamente puesto en horas frías y por gafas Ray Ban (o “imitación de Ray Ban” para los menos adinerados). Usa términos raros al hablar. Por ejemplo, a la actividad conocida como tomar licor entre semana le dice “after-office”, a un plato de más de 35.000 pesos en un restaurante le dice “precio normal” y en sus frases usa palabras como “confianza inversionista”, “mis empleados” o “la finca”. Trabaja sin música, y cuando prende el radio (de su carro propio), el dial está puesto en La W. De hecho, su espectro más extremo en música actual es Adele y abre grande los ojos cuando se le pregunta si ya oyó el último disco de Die Antwoord o si se vio la última película de Lars Von Trier. Está suscrito a Semana, Dinero y Portafolio, y lee The Economist en el iPad. Sus novias suelen ser maracas ambulantes por toda la cantidad de pulsera metálicas que lucen, pueden tener el pelo oxigenado o “iluminaciones” y van a misa juntos todos los domingos. Como la gente de bien.
EL AMIGA
Este amigo tiene dos opciones de vida paralelas. Por un lado, puede ser un inminente habitante de la temida “zona del amigo”: ese oscuro terreno masculino en el que se le oye decir a dos de cada tres mujeres a las que les declara su amor: “no quiero que dañemos nuestra amistad tan especial”. Es el famoso papel del amigo gay: ese mismo hombre con el que las mujeres cuentan para que las acompañen a comprar ropa interior, el que escogen para hacer los trabajos de la universidad, con el que descargan su ira ante las decepciones amorosas y con el que no dudan en compartir paraguas. Es el que tiene entre sus series favoritas a Grey’s Anatomy, cuenta entre sus películas favoritas Comer, rezar, amar, reconoce a las integrantes de Spice Girls y se sabe de memoria la receta para hacer cupcakes. Sin embargo, el lado B de esta personalidad está en su relación con sus amigos hombres. Por ejemplo, en una tusa, no propone que se vayan a embutir una de guaro, sino un “cafesito en Juan Valdez”. Así mismo, el amiga termina de compinche de las novias de sus amigos, nota cuando se cortaron el pelo y se queda callado cuando la manada de machos acaba de ver pasar a la nueva Ana Sofía Henao.
PETER PAN
El Peter Pan de su parche resalta en un evento elegante, como la fiesta de matrimonio de otro de sus amigos. Su traje incluye tenis y no tiene corbata porque “qué mamera”, eructa duro y se ríe de su proeza, e incluso le intenta bajar los pantalones al recién casado para recordarle la misma broma que le hizo diez años atrás. Es un híbrido entre Alan de The Hangover y los personajes de The Big Bang Theory. Tiene especial preferencia por las camisetas con chistes estampados, tipo “FBI: female body inspector”, “el exceso de sexo nubla la vista” o las que tienen a Bart y a Homero disfrazados de personajes de The Matrix. En su cuarto aún tiene souvenirs de Coca Cola y al menos dos consolas de juegos de video. Un fin de semana mensual los dedica a jugar torneos de Fifa en PlayStation y si tiene novia, “que se aguante”. En su foto de perfil en Facebook posa con orgullo, como si fuera un trofeo de cacería, al lado del petaco de cerveza que se acaba de tomar y también tiene una que otra foto reciente besando una garrafa de aguardiente. Si tiene carro, hace piques ilegales. Para que no lo confunda, cuando está próximo a cumplir treinta años, sigue usando collares artesanales con el símbolo del Ying Yang o manillas con el escudo de “millitos querido”.
EL MACHO
Es difícil omitir su presencia cuando cabalga imponente y soberbio sobre la llanura. Es el único capaz de tomarse una botella de aguardiente solo, levantarse al otro día a jugar un partido de fútbol de 90 minutos entero y luego devorarse un hamburguesa doble con papas y gaseosa. Se adueña sin dificultad de todas las conversaciones para hacer una larga listas de yo-hice, yo-pude, yo-dije y, cuando está de levante: yo-invito. En etapa de conquista recoge y deja en la casa a su pareja, le lleva flores y se gasta 100.000 pesos a las 3 de la mañana, a la salida de un bar, pagándole a un grupo de vallenato ambulante para que le dedique canciones a su mujer. Cuando está cuadrado, calla a su mujer en público diciendo “amor, no seas bruta”; hace chistes tipo “las mujeres solo tienen en la cabeza una neurona por cada fogón de la estufa” o cuando ve que hay un accidente de tránsito en la calle afirma sin dudar, “fijo es una vieja la que iba manejando”.
EL ALTERNO
Fue uno de los primeros usuarios de Mac, uno de los primeros en reemplazar el Nectar por Jack Daniels o Gin Tonic y no fue a la excursión de once a San Andrés. También fue uno de los primeros en usar pantalones rojos y verdes entubados, en ponerse un arete, en tatuarse frases como “protect me from what I want” o un mandala oriental. Luego de ser uno de los pioneros en probar marihuana, lsd y ácidos, ahora se altera la conciencia con yoga y hace dieta vegetariana. No sabe bailar salsa ni vallenato, le parece una boleta el reggaetón y le enferma cualquier cosa que suene, huela o parezca tropipop. Detesta ir a bailar a Andrés Carne de Res y varias veces le ha oído decir que estuvo de fiesta en una bodega en la zona industrial o en una casa abandonada en la Macarena o la Candelaria. A pesar de ser un niño problema en el colegio, era de los que menos castigaban y, para completar, le regalaron carro a los 16 porque su familia vivía en Cajicá.
EL BORRACHO
En este momento, su amigo borrachín está usando un “celular temporal” pues perdió por quinta vez en el año su celular principal. La pérdida de celulares tan solo es una ítem más de una larga lista que incluyen billeteras, llaves de la casa, chaquetas y gafas. En los taxis usted ha tenido que pagarle la lavada del carro al conductor pues el borrachín no alcanzó a aguantar la trasbocada a la casa, y en otras, el conductor se aprovechó de la ebriedad de su amigo y dejó que sumaran 50 unidades antes de despertarlo y decirle que ya habían llegado al destino. Es el amigo que se ha besado con las mujeres más impensadas, al que le han guardado lonjas de jamón en los bolsillos del pantalón y el que, cuando hablan de una fiesta pasada, siempre pregunta “¿a qué hora pasó eso?”. De todas formas, mientras no cae, es el alma de la fiesta; su imprudencia es encantadora y baila como pocos. Su conocidos ya se saben de memoria su rutina de ebriedad y por eso, antes de que caiga, le piden que vuelva a imitar a Faustino Asprilla.
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