¿Para dónde se va el sexo cuando parimos?
Las hormonas, la panza y las ganas parecen mezclarse en un raro coctel de querer y no poder durante el postparto. ¿Cómo se vive el deseo durante los meses del embarazo? ¿Cuándo regresa después de parir? ¿Con qué ojos ve la pareja a “la mamá de su hijo”? Así ha sido la vida sexual de nuestra Mamá Milenial después de tener a su bebé.
Hace poco escuché en el podcast Siempre pasa algo que hablar de sexo y maternidad parece contranatura, pues las mujeres dejamos (o creemos que dejamos) de ser mujeres para convertirnos en madres. Y así mismo, decían las conductoras del programa (unas chilenas que recomiendo escuchar) que si no se hablaba de sexo y maternidad mucho menos de “pajas” (masturbación) y maternidad. En pocas palabras: la maternidad, en el gran imaginario social, va en contra del placer de nosotras, las madres.
Y aquí confieso que antes de parir, mi actividad favorita, con 14 kilos de más, con una barriga moviéndose todo el tiempo por las patadas de mi hijo, con dolor en el ligamento redondo y una cojera a causa de esto, fue follar, a manos de mi compañero y mías. Fueron siete meses y medio de placer sexual que duró incluso hasta el mismo día que nació mi hijo. El embarazo fue para mí mi Olimpo, un reencuentro con el placer, una fuente de aprendizaje sexual y la etapa de mi vida donde más pajeé.
Pero como nada es para siempre, llegó el parto, la cesárea, la recuperación, el dolor de la herida, el extremo cansancio de tener un recién nacido al que hay que darle teta todo el día, la presión por ser la mejor madre, la que entiende todo lo que quiere su bebé y la que nunca se queja, la culpa por no ser nada de eso y la ausencia de sexo y ganas de tirar. Y es que si mi embarazo fue el Olimpo del sexo, el postparto ha sido mi Inframundo, una etapa dominada por un frío eterno que me separó de mi pareja los primeros meses y que poco a poco ha ido cediendo y dándole paso a unas pequeñas llamas que comparadas con la fogata del embarazo no son más que brasas.
¿Qué me pasó?
–En el postparto, la mujer continúa las transformaciones corporales que ya venían desde el embarazo y con ello siguen los cambios en su autoimagen, autoconcepto y eroticidad de su cuerpo –me dice Alejandra Quintero Rendón, psicóloga y educadora sexual y fundadora de El Diván Rojo–. El cuerpo se nos convierte en un lugar que brinda cobijo, protección y cuidado de la cría, por lo que de manera temporal la mujer y su pareja tienden a des-erotizar el cuerpo de la madre. Es el cuerpo de la mamá el que abraza a su hijo, es el cuerpo de la mamá el que le presta sus senos para alimentarse (en el caso de las mujeres que lactan) o para que el bebé tenga un contacto cercano, es el cuerpo de la mamá el que se trasnocha, el que está ahí para cumplir todas las necesidades del niño. Y en el caso de las crianzas feministas, en donde los hombres participan activamente del cuidado del bebé, el cansancio propio del trabajo de crianza y protección disminuye el tiempo y el deseo sexual tanto de la mamá como del papá.
“Es el cuerpo de la mamá”, esta frase me atraviesa, me enorgullece y me destruye. Es el cuerpo de la mamá, es decir, mi cuerpo, un cuerpo que ya no me pertenece, un cuerpo que vive atendiendo a otro, a mi cría, a mi hijo, a mi bebé. Un cuerpo que está presente para él, que atiende a su llamado, que dejó de ser cuerpo para convertirse en una teta gigante que solo provee cuidado. Y en este día a día, en esta pérdida de corporeidad, individualidad y libertad, pensar en sexo es de las últimas cosas que se nos pasa por la cabeza a la mayoría de las nuevas madres.
Un estudio realizado en 2015 en Australia con 1.507 madres, reveló que el 89% de ellas tuvieron problemas sexuales en los primeros tres meses del postparto y que incluso después de un año de haber parido, el 51% continuaban sin deseo sexual. Las principales razones, según la investigación, eran: pérdida de interés en el sexo, dolor durante las relaciones sexuales y falta de lubricación. Por su parte, Lauren tiene un bebé de 23 meses, pero en la primera etapa de su maternidad su cuerpo estaba en modo mamá y no soportaba que su esposo le tocara sus senos llenos de leche. Ni Sophia, ni Mafe, ni Thania, ni Paola, ni otras mujeres con las que hablé, piensan o pensaron en sexo los primeros meses de su postparto. Adriana tiene dos hijas y después de su primer parto pensó que se le iba a terminar el matrimonio por falta de sexo, pero con su segunda hija su ginecólogo la envió a terapia de rehabilitación de piso pélvico, lo que mejoró tanto el sexo con su esposo que ella dice que ahora es mejor que antes de ser madre. El pediatra del hijo de Carolina le dijo a su esposo que tiene una esposa mamá, que ya volverá la esposa amante; para Carolina estas palabras salvaron su matrimonio. Dahiana y Alejandra, por el contrario y más afortunadas que nosotras, tienen más ganas que antes de follar con sus parejas. Para ellas el postparto ha sido como mi Olimpo.
En mi caso, mi compañero y yo retomamos a los 45 días de postparto. Las ganas no han faltado, pero ha sido tan doloroso volver al ruedo que el sexo se redujo por un tiempo a cada quince días o una vez al mes, lo que es poco para nosotros. El día que volvimos a encontrarnos, compramos vino, queso y pusimos música sexy. Nos besamos y volvimos a usar condón. Y ahí apareció una cicatriz en la pubis. Una vagina estrecha, poco lubricada, traumatizada. Un útero que no había vuelto a su tamaño y que daba origen a una panza que parecía de seis meses de embarazo. Inseguridad. Dolor, dolor, dolor. Lubricante, paciencia, un pene que entraba con cuidado pero que desgarraba el camino que transitaba. Una mente que divagaba en la rutina del día a día y en el bebé que estaba en el cuarto del lado, nuestro cuarto, o el que era nuestro cuarto, un cuarto secuestrado, al igual que estaba (y sigue estando) secuestrada la cama king que compramos tras el nacimiento de nuestra cría y en la que las muestras de amor se reducen a abrazos, beso de buenas noches y una que otra metida de mano en los boxer del papá de mi hijo para tocarle su pene, al que casi no veo y mucho menos siento dentro de mí. Pero Nicolás no solo secuestró nuestra virginal cama, también secuestró nuestro tiempo, deseo y líbido.
–¿Por qué es tan difícil retomar el sexo? –le pregunto a Alejandra.
–Además de la deserotización del cuerpo del que te hablaba anteriormente, durante la lactancia hay un aumento de la prolactina y la oxitocina –me responde–. Estamos ante unos cambios hormonales constantes y contundentes en los que la testosterona tiende a disminuir. Las hormonas que influyen en la lactancia son las que además nos ayudan a generar apego con nuestra cría y no tienen nada que ver con las hormonas que despiertan el deseo sexual. Mientras las hormonas de la lactancia están arriba, las del deseo están abajo. Muy distinto el caso tal vez de las mamás que dan fórmula porque más rápido se estabiliza el cuerpo y vuelve a un estado de mayor regularidad hormonal. Entonces la lactancia implica un cambio hormonal que hace que no solo se disminuya el deseo sexual sino que también tiende a secar la vagina, por lo que el sexo puede ser doloroso pues no hay la suficiente capacidad fisiológica para que la vagina lubrique, así que es importante usar un buen lubricante artificial a base de agua o silicona.
En definitiva, cada decisión que se toma en la maternidad pasa factura. En este tiempo, mi hijo ha sido lactancia materna exclusiva. No tenía idea de que hacer esto afecta la líbido ni que el desbalance hormonal seca la vagina ni que alimentar a nuestro bebé sin horarios, a libre demanda y solo con leche materna nos protege en un 98% de un embarazo los primeros seis meses de vida de la cría, algo muy poco útil si tenemos en cuenta que una no quiere tirar en este periodo. Ni la ginecóloga que me atendió embarazada ni las enfermeras del curso psicoprofiláctico ni mi mamá ni mi abuela me dijeron que una no vuelve a ser la misma después del parto. No me advirtieron del sexo más allá de decir “ojo vuelves a quedar embarazada”.
Lo cierto es que no estaba preparada para tirar cuando volvimos al ruedo. Fue incómodo, doloroso, frustrante. Dentro de mi ignorancia e ingenuidad, pensé que iba a doler solo los primeros minutos y que después todo iba a ser como antes. “Al fin y al cabo tuve cesárea”, pensaba. Pero la realidad aplasta nuestras expectativas y se ríe de nuestra ingenuidad. Ese fue mi inframundo, uno para el que no me había preparado y en el que fue inevitable pensar en si hay alguna diferencia entre retomar la vida sexual después de una cesárea y un parto vaginal. Para responder esto hablé con Lia Matera Torres, ginecóloga-obstetra dedicada a la salud femenina.
–Después de un parto las relaciones se pueden sentir un poco diferentes y esto aplica tanto para el parto vaginal como para la cesárea. En el embarazo aumenta la presión intraabdominal causando que, en algunas mujeres, los músculos de la pelvis se sientan laxos, estos son los que sostienen el útero, la vejiga y el intestino delgado. Si se tiene un parto vaginal o una cesárea sin complicaciones con el paso de los días el piso pélvico vuelve a su normalidad y en caso de que no sea así se debe hacer ejercicios de kegel para que estos recuperen su tono y fuerza –me dice la doctora Lia Matera–. Si se tiene un parto por cesárea, por convención pero no porque haya evidencia científica, se recomienda que el inicio de las relaciones sexuales se den entre las cuatro y seis semanas de postparto. Algunos médicos prefieren que las parejas esperen hasta las 6 semanas especialmente cuando es cesárea para evitar que asciendan gérmenes de la vagina que afecten la herida del útero por donde salió el bebé. En partos vaginales complicados o de fetos grandes sí puede presentarse desgarros que comprometan desde tejidos muy superficiales hasta otros más profundos y si se hizo episiotomía la herida quizá pueda molestar por más tiempo que los 40 días del puerperio. Pero en términos generales las relaciones sexuales se pueden iniciar sin ningún problema, solo hay dificultades por el tema del piso pélvico que te comentaba anteriormente. Y es preciso mencionar que si se tuvo un parto vaginal normal, sin complicaciones, una mujer se recupera mucho más rápido y mejor que de una cesárea. Pero en realidad la falta de deseo sexual se da más que todo porque las mujeres se sienten abrumadas con todos los cambios que trae consigo la llegada de un bebé.
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