El aviario ilustrado de Miles McMullan
A veces para dibujar hay que salir de casa, cruzar el océano y recorrer algún bosque inhóspito. El resultado: 5000 ilustraciones reunidas por la editorial Rey+Naranjo en un libro titulado Field guide to the birds of Colombia.
// Fotografía e ilustraciones cortesía de Rey+Naranjo Editores//
Miles McMullan guarda en su cabeza el registro del canto de casi 2000 aves. Cuando le preguntan por el más bello que ha escuchado, su rostro se transforma en una mueca que conjuga alegría y asombro. «Bueno esa es fácil: es de un cucarachero», dice con un español correcto para un irlandés. «En inglés se llama Musician wren, en español creo que se llama cucarachero flautista». Luego cierra los ojos y busca entre su biblioteca mental el audio correcto. Mueve la boca e intenta el sonido una vez. «Es esto». Y lo repite de nuevo. «Este es, este es»
Nació en Irlanda hace cincuenta años. Aparenta más edad de la que tiene a pesar de ser alto y conservar el cuerpo de un deportista esporádico. De niño le gustaba salir a caminar por la playa y nombrar todas las cosas que veía, desde las flores hasta las nubes. Hacia los quince años descubrió la cocina, la bicicleta y el dibujo. Aprendió a cocinar con la llegada a la televisión de «los cocineros sexys de la época, esos que antecedieron a Jamie Oliver y Gordon Ramsay».
Su primera bicicleta fue una de ruta adecuada para el terrero escarpado irlandés, pero en el 2015 retomó el ciclismo acá en Colombia para quemar toda la energía acumulada durante la recuperación por cáncer de piel que le ocasionó el salir a dibujar aves. Estudió Bellas Artes en Irlanda y durante sus primeros años se dedicó a hacer retratos porque le pagaban por ello, pero el oficio no dejaba muchas ganancias. Aún lo hace por encargo, sigue disfrutándolo. Actualmente es un pintor que ilustra. Su técnica es la de un artista con pincel, de los que dibuja con la muñeca en el aire para no manchar el papel.
—No es gran cosa, es café —Ríe. Es un hombre de risa fácil, contagiosa—. La evolución no invierte en canto y apariencia a la vez, solo una de las dos.
—¿Entonces cuál es el más bonito que ha visto?
—Los saltarines o manaquines, son muy pequeños pero coloridos. Yo creo que es la familia más llamativa.
En algún punto de su vida decidió que quería observar e ilustrar aves. Buscó cuál era el país con mayor cantidad de ellas en el mundo y tomó un avión hacía allá. A este punto ha visto 1600 de las casi 1900 aves que hay en Colombia. Sin embargo, ya las dibujó todas valiéndose de fotografías y de testimonios escritos de quienes han visto las que él no. Y a cada una les ha hecho más de una ilustración.
Cuando sale a caminar lleva consigo un par de binoculares, un cuaderno de dibujo y un lápiz. Rara vez lleva colores, porque el tiempo en campo no le da para tanto. Su trabajo en los bosques, en las selvas o en las trochas se resume en afinar el oído y agudizar el ojo para encontrar y atrapar en su libreta un par de alas, un pico y algunas notas del degradé de un plumaje. Es tan rápido el volar de un animal que su mano apenas alcanza a hacer un par de círculos que conformen un boceto aproximado, algo que él pueda completar cuando llegue a casa. Al día puede ver más de cien especies distintas, pero su libreta alcanza a registrar apenas cincuenta. «Desde hace unos años, solo dibujo cosas que he visto poco. Sí me acuerdo de los cien que veo, pero al cabo de una semana ya se me han olvidado. En campo son dibujos rápidos, no son obras maestras».
Las aves que lo obligan a sentarse en la tierra a dibujar son aquellas que no reconoce o que son variaciones de algo que ya ha visto, de pronto el plumaje de un macho cuando solo conoce el de la hembra, o viceversa. La mayoría de personas toma fotos, Miles prefiere el dibujo. Es algo que lo relaja.
«Me gustan los saltarines, pero mis favoritos son los colibríes», dice mientras se frota las manos; su piel es de color rosado oscuro. «En Europa no se ven casi. Creo que son los más chéveres porque no son tímidos y uno puede acercarse mucho, son más rápidos que sus depredadores».
Entre más cerca esté del ave, más apuntes puede tomar sobre ella. Cuando llega a casa, completa sus bocetos apoyándose en fotografías de internet. «En una ilustración la luz siempre es igual. Uno puede mostrar los detalles, dibujar el ángulo perfecto y ubicar al ave siempre en la misma posición para poder compararla con otras. En la fotografía no». Una cámara no tiene la capacidad de crear desde ceros que sí tienen el lápiz y el papel. En el caso de las aves, puede haber fotografías de 1700 de las 1900 que hay en el país, porque las 200 restantes no son fáciles de encontrar. «Es como con las láminas de las chocolatinas Jet», dice con una sonrisa. Para dibujar esas pocas que faltan, Miles recurre a testimonios escritos y orales de personas que las han visto y desde allí puede crear el dibujo de la nada, sin necesidad de verlas.
Completando su álbum personal ha recorrido todo el país. Durante mucho tiempo fue guía en el Amazonas, ahora lo hace una o dos veces en el año. Un tour de avistamiento puede durar hasta veinte días, en jornadas que arrancan a las seis de la mañana y terminan a las siete de la noche. Aunque lo parezca, él asegura que no es tan agotador, ya que suele guiar a turistas de setenta años a los que sí puede seguirles el paso. «Es agradable si lo haces poco. Si lo haces 365 días al año, te vas a quemar, literal y metafóricamente. En mi caso fue literal». En el 2015 lo operaron once veces por cáncer de piel en el rostro, los médicos tuvieron que reconstruírselo por completo. «Voy a tener que pedir descuento a los que hacen la cremación porque yo me quemo muy fácil».
Lo que más le gusta de la ilustración es que le permite pasar mucho tiempo en la casa, compartiendo con la familia. Está casado con una colombiana y tiene dos hijos. Normalmente trabaja de cinco a diez de la mañana, y el resto del día le queda para hacer lo que le da la gana.
«El plumaje de los colibríes es todo un reto para el ilustrador», explica. «Para cada especie hay una secuencia de colores de plumajes específica. Para una sola familia puede haber como cinco o seis diferentes plumajes. Con otras aves a lo mucho son dos».
Miles usa acuarelas porque siente que los lápices no son tan finos como la punta de un pincel. Además, las acuarelas le permiten hacer ilustraciones más pequeñas que se escanean en alta resolución en archivos más livianos. Suele pintar todo el boceto a la vez porque ahorra tiempo. En una ilustración puede demorarse apenas dos horas. Su trabajo es contra el tiempo. Completar su álbum de todas las aves de Colombia le ha tomado 12.000 horas. Un trabajo enorme que va a ser publicado por la editorial Rey+Naranjo como una guía de campo para avistadores principiantes. «Ya sabes que los libros de campo de aves son hechos por científicos y son volúmenes gigantes como ladrillos. Yo quería hacer algo para turistas, algo pequeño».
Field guide to the birds of Colombia tiene más de 5000 ilustraciones hechas a mano. Son 1900 aves, cada una tiene una ilustración para el macho, para la hembra o para el joven. La editorial Rey+Naranjo decidió publicarlas como una guía para avistadores principiantes, lo que generó que el proyecto fuera exitoso en crowfounding. El libro registra, incluso, aquellas aves que le han sido esquivas durante toda su vida. Él entiende que las aves reconocen a quienes las buscan con desespero y por eso nunca se les muestran. Que la inalcanzable para uno puede ser la más vista para otro.
«Hay una cotinga en la frontera entre Nariño y Putumayo a la que he ido a buscar cuatro o cinco veces y nunca veo», dice soltando una carcajada. «Todos van y la encuentran a la primera vez, pero yo no. Es mi némesis».
BEAUTIFUL JAY
(Cyanolyca pulchra)
«La primera vez que lo vi fue en Ecuador. Iba caminando solo cuando escuché el canto. Me habían dicho que era kaa kaa, y eso fue lo que escuché. Luego busqué y vi dos reposando sobre un yarumo».
Suele estar en parejas y habitar zonas de bosque húmedo, por ejemplo en el Chocó. No mide más de 28 cm de alto. Vuela distancias cortas entre ramas de bajo y medio nivel respecto al suelo. Se escucha primero el canto y después aparece.
CHESNUT BELLIED HUMMINGBIRD
(Amazilia castaneiventris)
«Hasta hace poco era muy difícil de encontrar, razón por la cual turistas y expertos pensaban que estaba en extinción. Yo lo he visto comiendo flores de árboles como el Guayacán».Es habitual del valle de Magdalena. No mide más de 9 cm de alto. Su espacio geográfico es muy cerrado y solo se logra ver en determinados sitios a determinadas horas.
PHEASANT CUCKOO
(Dromococcyx phasianellus)
«Es de las aves que nunca he visto. Una vez vinieron un par de amigos y yo los llevé al Putumayo. Cuando me devolví aún no lo habíamos visto, pero uno o dos días después ellos lo vieron por su cuenta».Tiene 38 cm de alto aproximadamente. Su canto es corto y puede variar entre tres y cuatro notas, siendo la última temblorosa. Es un ave rara, de las que se dejan ver poco. Suele encontrarse en los departamentos que limitan con la selva del Amazonas.
WARBLING ANTBIRD
(Hypocnemis cantator)
«¡Ah! Este me gusta. Lo he visto bastante en Amazonas. De ella escuchas primero el canto. Se puede atraer silbando. Cuando estoy con los turistas, comienzo a silbar mientras les cuento alguna cosa y cuando ya sé que está muy cerca les digo como: “Ay, miren esto”».Es un ave que mide alrededor de 12 cm de alto. El canto es de ocho notas descendentes. Es similar al copetón que se ve en la ciudad, pero el Warbling Antbird persigue a las hormigas guerreras para cazar a los insectos que huyen de ellas.
WHITE-FACED WHISTLING-DUCK
(Dendrocygna viduata)
«Le gusta mucho estar en aguas poco profundas, como de 30 cm, y se desplaza según llueva mucho o poco. Este es fácil de ver».
Mide alrededor de 45 cm de alto. Se le conoce como pato silbador porque su canto imita un silbido, a diferencia de los demás patos. Canta mucho durante el vuelo. En Colombia suele estar en los Llanos Orientales. Es un ave nómada que se mueve en grupos grandes de cien o doscientos individuos.
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