Preguntas incómodas sobre la piratería
Este es el primer capítulo de una serie que decidimos llamar Preguntas incómodas.
La primera es ¿usted qué tanto piratea?
a historia sobre la piratería en tiempos modernos es larga. En 1999 nació Napster, la primera red utilizada por usuarios de todo el mundo para compartir e intercambiar contenido, especialmente musical. Ese mismo año, en diciembre, a sus creadores les llegó la noticia de que varias empresas discográficas habían demandado a la red por violación de derechos de autor.
Según se cuenta en los foros, una de las consecuencias del acoso jurídico fue que, ante el posible cierre de la red, los usuarios migraron hacia otros organizadores de pares o P2P (por sus siglas Peer to peer, o Red de pares) como EMule, Ares Galaxy, SoulSeek o eDonkey 2000. ¿Quién de ustedes no usó una o muchas de esas plataformas?
Esos programas representaban el acceso sin límite a contenidos que iban más allá de la música: películas, videos, libros, fotografías, pornografía y software eran parte de la vastísima información que se podía compartir a través de la red, sin contar los malware (también conocidos como virus) que acompañaban cada descarga. Todo bajo la propia responsabilidad del usuario porque ¿quién se atreve a demandar a Ares por un virus que instaló mientras bajaba la discografía completa de Pink Floyd?
En 2005 apareció Megaupload, una oda al uso ilegal de material protegido por derechos de autor. Decimos “oda” porque fue la evolución del P2P: ya no teníamos que descargar, o podíamos hacerlo si así lo queríamos, pero ahora accedíamos a los contenidos online, como en YouTube.
Sin embargo, la felicidad duró hasta 2012, cuando el FBI cerró Megaupload e inició un juicio contra los fundadores de la página. La noticia le dio la vuelta al mundo y las autoridades internacionales se dieron cuenta de lo obvio: la internet era divertida, y era libre para acceder a contenidos gratuitos. El control es casi imposible, como lo comprobaron incluso los integrantes de Metallica después de hacer una pataleta demandando a sus fanáticos.
La piratería sigue existiendo pero se volvió una palabra delicada. Trabajar con ella se señala como algo tan grave como robar y, aunque es conocida por todo el mundo (y practicada por buena parte del mundo), las leyes no saben definirla y proponen maniobras jurídicas para detenerla. La Organización Mundial del Comercio dice sobre la piratería que “se entenderá por “mercancías pirata que lesionan el derecho de autor” cualesquiera copias hechas sin el consentimiento del titular del derecho o de una persona debidamente autorizada por él en el país de producción y que se realicen directa o indirectamente a partir de un artículo cuando la realización de esa copia habría constituido infracción del derecho de autor o de un derecho conexo en virtud de la legislación del país de importación”. ¿Entendieron? ¿Son conscientes de todo lo que han pirateado a lo largo de sus vidas?
Sin embargo, hay cosas que no se dicen sobre la piratería, en especial sobre la de productos audiovisuales como películas, cortometrajes, series de televisión y videoclips. El principal argumento en contra dice que la industria del cine sufre pérdidas irreparables por culpa de la descarga de contenido ilegal en internet o la copia de DVD, contenido que termina a la venta en cualquier andén de Colombia y muchos otros países. Sin embargo, la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres –entre otras instituciones– ha reiterado que, aunque Estados Unidos afirma que la piratería está devastando a la industria del cine, Hollywood rompió el récord de ganancias en taquilla en 2012 con 35.000 millones de dólares, un incremento de 6% sobre 2011, según Bart Cammaerts, uno de los autores del informe. Además, dice el estudio, que aunque las ventas de discos físicos ha disminuido, la venta del mismo contenido pero digital ha aumentado significativamente. Ahí están Netflix, Amazon y iTunes, por mencionar a los más comunes.
Y por eso estamos aquí, porque sabemos que en Colombia nos encanta la piratería de películas. Aceptémoslo. Y como en Bacánika no somos como los demás medios del país, que en lugar de hacer reportajes juegan a ser jueces y ley divina, planteamos las preguntas incómodas alrededor de la piratería de películas en Colombia y los mismos ciudadanos e implicados las responden. Con ustedes, un vendedor de películas piratas, un cineclub ilegal, la cinemateca de Bogotá y un distribuidor de contenidos legales enfrentan sus opiniones al estilo de Laura en América, pero pirata y con la suspicacia y curiosidad del colectivo Preguntas incómodas.
Por lo demás, queridísimos lectores, ¡ustedes juzgarán!
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