Woolf, una habitación propia para las escritoras
Woolf es un lugar inspirado en la obra de la escritora británica para visibilizar y poner a conversar las obras de las autoras del mundo. Aquí la venta de libros se convierte en una excusa para el diálogo y la juntanza, en los que las y los lectores pueden vincular sus lecturas a la transformación social.
¿Es posible una resistencia desde las letras en un mundo donde nos enfrentamos a cientos de libros escritos desde visiones masculinas, con apenas unos pocos provenientes de mujeres? Ahí pude ver que sí. Eso sentí al visitar Woolf por primera vez hace varios meses, cuando me llamó la atención ese nuevo lugar abierto en el segundo piso de la cervecería Statua rota, en el Parkway de Bogotá.
La conexión del lugar con la escritora británica Virginia Woolf era innegable. Al adentrarme en esta habitación, resonaron en mi mente sus palabras en Una habitación propia, preguntas sobre la independencia real, si estaba desempeñando un papel para que las autoras pudieran publicar. Al ver títulos Este espacio se fue revelando poco a poco como un refugio literario que celebra la creatividad y el pensamiento crítico de las mujeres.
Es como una conversación entre mujeres de distintos lugares geográficos y áreas, desde los clásicos de Virginia Woolf y Simone de Beauvoir hasta las voces contemporáneas de Chimamanda Ngozi Adichie y Nnedi Okorafor, y se pueden encontrar también libros de ciencia política, economía, sociología, filosofía, política, medio ambiente y géneros como la poesía, ciencia ficción, libros de narrativa gráfica y una sección de literatura infantil escrita por mujeres.
La librería está organizada para encontrar autoras, inicialmente por secciones geográficas, pero también desde la interseccionalidad.
He vuelto muchas veces más, porque he encontrado algunos ejemplares que llevaba buscando en otros lugares y que siempre aparecían como agotados, lo que demuestra el compromiso con las y los lectores, porque sí, es un espacio abierto para todas las personas. En una ocasión, descubrí que así como su catálogo diverso no se centra solo en literatura, había toda una programación de actividades culturales que reunían a mujeres e incluso a algunos hombres, a modo de juntanza y reflexión colectiva.
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Una habitación propia es un ensayo escrito por Virginia Woolf en 1928, a partir de conferencias que la escritora dio en el Newnham College y el Girton College, dos de las pocas universidades femeninas en el Reino Unido en ese momento. Allí analiza por qué hay tan pocas mujeres escritoras y algunos prejuicios que se habían vuelto paradigmas que sostenían que una mujer no podría tener la genialidad de Shakespeare para escribir, y sí, pero no por falta de capacidad intelectual, sino por los roles de cuidado y expectativas e imposiciones que las alejaban de tener un espacio propio e independencia económica para dedicarse a la escritura.
Marian Rodríguez, ingeniera química y activista ambiental, fundó este proyecto, porque sintió la necesidad de crear un espacio donde las mujeres pudieran encontrar su propia voz, no solo a través de la lectura, sino también mediante la expresión creativa y el diálogo. "Desde hace varios años venía en un proceso de leer más mujeres y en noviembre de 2022 leí Una habitación propia y reflexioné sobre la vigencia que tiene casi un siglo después, así que cambié mis planes de vida. Regresé a Colombia y empecé a construir este proyecto que hoy es de construcción colectiva", dice.
Aquí, la lectura de obras escritas por mujeres trasciende marcar casillas en una lista; busca comprender el mundo desde perspectivas diversas, explorando vivencias que desafían realidades preconcebidas. Rodríguez destaca que cada persona escribe, actúa y propone desde su experiencia única, integrando una comprensión profunda de lo que las mujeres experimentan en diversos campos y en la vida cotidiana. La librería está organizada para encontrar autoras, inicialmente por secciones geográficas, pero también desde la interseccionalidad.
En la librería hay conversatorios, presentaciones, club de lectura mensual, recitales de poesía, micrófonos abiertos, astro clubs, talleres de escritura, microrrelato, collage, poesía y periodismo feminista.
Las obras van más allá de la etiqueta de "feminismo". Si bien suele ser la principal referencia, dependiendo de la perspectiva racial, del contexto social y de si se vive o no en una experiencia colonial, la perspectiva cambia, pues estos factores influyen significativamente en cada experiencia y mirada. La librería acoge esta intersección de ámbitos precisamente porque busca encontrar los feminismos, en plural, que rompan con el estereotipo de una teoría crítica única. “Cuando mencionaba el tema de los hombres, sin duda para ellos también es un despertar y abrir los ojos. Incluso para las mujeres, ha sido un proceso desafiante, ya que a muchas nos llevó tiempo reconocernos como feministas debido al estigma asociado”, recalca Rodríguez.
Aunque persiste un peso significativo y un cierto temor frente a lo que implica ser feminista, especialmente en una sociedad como las del contexto latinoamericano donde ciertos comportamientos están profundamente arraigados y muchas violencias, estigmas y prejuicios están normalizados, cada vez más hombres se suman a este espacio. “Al principio, algunos llegaban con una especie de disculpa, preguntando si, siendo hombres, podían participar. Sin embargo, ahora vemos que muchos visitan el espacio y participan en los clubes de lectura y nuestras actividades. Incluso en nuestro equipo hay hombres, como nuestro administrador”, dice Rodríguez, explicando que este proyecto no es exclusivamente para mujeres, sino para cualquier persona interesada en sumarse a esta conversación.
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“Es un proceso de aprendizaje para todos, y aunque el cambio se ha dado, somos conscientes de que aún falta mucho”, dice Marian Rodríguez, fundadora.
Al final del día, la venta de libros es una excusa, porque Woolf se ha convertido en un espacio de gestión cultural e intercambio de saberes con una agenda semanal en la que hay conversatorios, presentaciones de libros, promoción de obras de autoras emergentes y un club de lectura mensual. También hay recitales de poesía, micrófonos abiertos, astro clubs, talleres de escritura creativa, de microrrelato, de elaboración de collage poético, de poesía o de periodismo feminista, gestados por las mismas personas que visitan la librería.
“Es un proceso de aprendizaje para todos, y aunque el cambio se ha dado, somos conscientes de que aún falta mucho. En comparación con toda la historia de la humanidad, este cambio es nuevo, en relación con la opresión y la invisibilización radical que hemos sufrido las mujeres”, dice Rodríguez, llamando a seguir buscando formas en las que el actuar en nombre del cambio no se quede como un tema exclusivo de las mujeres, sino que, a medida que adquiere peso, se convierta en un elemento de transformación del que se apersone la sociedad en general.
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