Gokú es mexicano
En tiempos en los que ver una serie o una película con subtítulos en casa es normal, nos preguntamos qué ha pasado con los doblajes en las piezas audiovisuales. Si no sabe de lo que estamos hablando, quizás recuerde que alguna vez vio a sus personajes favoritos exclamar palabras como órale, hostia o tío.
Mario Castañeda es mexicano pero tiene la voz de Bruce Willis –o más bien Bruce Willis tiene la voz de él–. A sus 53 años ha doblado para Latinoamérica a actores como Jim Carrey, Jackie Chan y Mark Ruffalo, ha dado vida a personajes como Goku en la saga de Dragon Ball, Zapp Brannigan de Futurama, al Lobo y a Droopy y Dripple en Los pequeños Tom y Jerry, Hidan en Naruto, Kevin Arnold de Los años maravillosos y MacGyver en la serie homónima. Sus ojos y cabello son de color negro y tiene ligeras entradas de calvicie; aunque sabe que el tiempo no da tregua, vive tranquilo: “yo voy a morir y mi voz me va a trascender; me gusta pensar que en diciembre la gente va a ver El Grinch y, aunque yo no esté vivo, los puedo seguir conmoviendo cuando me escuchen. La voz es algo muy poderoso”, dice.
Mario y muchos de sus colegas de actuación viajan a menudo alrededor del mundo para acompañar las promociones de películas en las que participaron. Siempre hay un fan que se pone a llorar y es ahí cuando se dimensiona su labor. “Alguna vez alguien se paró frente a mí con un rosario, en Venezuela, y cuando regresé a México me contaron que esta persona inició la religión Castañeriana. Darse cuenta de que por años hemos entrado a las casas de la gente y de repente nos tienen en persona, debe ser muy loco”, cuenta entre risas.
Fernando Manrique (productor, director y actor de doblaje desde hace 24 años) afirma que lo que más caracteriza este oficio es el anonimato. “La gente no sabe lo que uno hace hasta que uno abre la boca”, confiesa. Aunque en la calle no muchos saben que este hombre robusto fue voz de varios documentales de la BBC, de series como Cops, The Last ship o Hunter X Hunter y ha interpretado en español las voces de Jean-Claude Van Damme, Humprey Boggart y el mismísimo Elvis Presley, de vez en cuando ha tenido gratas sorpresas. Una vez, un oficial de migración en el aeropuerto de México le pidió documentos y le preguntó qué iba a hacer; cuando el colombiano comenzó a responder, el oficial lo interrumpió diciendo: “Oye, pinche güey, yo te he escuchado en algún lado; ¡cabrón, tú eres el de la salsa de tomate!”.
Pero el oficio de actor de doblaje no siempre es bien recibido por el público. A veces, la traducción no es rigurosa con el diálogo original –los personajes hablan mucho en la pantalla y en el doblaje apenas se escuchan tres palabras–; otras, las voces sobreactúan la acción del personaje –expresiones como “¡oh, me he golpeado muy fuerte la cabeza!” cuando en la vida real un “me pegué muy fuerte” es suficiente–. Por eso muchos prefieren ver series o películas con subtítulos y escuchar el idioma original. Amados y odiados, los actores de doblaje han construido su vida alrededor de sus cuerdas vocales.
En sus inicios, el doblaje se implementó como una alternativa para recuperar las escenas que se habían grabado en exteriores: el ruido del ambiente tendía a arruinar el sonido y los actores debían volver a grabar su voz; a veces, no lograban una alta calidad interpretativa y se comenzaron a llamar a actores de radio, que tenían mayor fluidez, manejo de tono y expresión.
Durante la depresión económica de los años treinta, en Estados Unidos empezaron a rehacer las películas con actores extranjeros buscando fortalecer la industria en el exterior, pero los gringos perdieron público porque no todo el mundo comprendía el idioma o sabía leer los subtítulos –problemas sociales que aún son latentes–.
La primera película de Hollywood doblada al español fue Luz que agoniza o Gaslight (1944), que representó una seria competencia para las industrias locales. De ahí que en México y España se prohibiera la exhibición de cintas extranjeras, a menos que el doblaje fuera hecho por actores nacionales. Por otra parte, las voces para la televisión se empezaron a grabar en 1953, cuando la creciente demanda de programas de diferentes naciones instigó la creación de nuevas casas de doblaje en toda América Latina y España.
En el caso de Colombia, la primera película doblada en el país fue Un comisario acusa, de origen rumano, en 1979. El trabajo estuvo a cargo de un grupo de actores –la mayoría dedicados al radioteatro– bajo la dirección de Gustavo Nieto Roa, quien después crearía Centauro, una compañía especializada en el doblaje de contenidos junto a otras empresas más jóvenes como Provideo o VC Medios.
En un principio las grabaciones tenían que hacerse en bloque, con todos los actores presentes, porque se grababa con una máquina monofónica –de un solo canal–. Si repetían más de cinco veces una toma, la cinta se dañaba y tocaba volver a comenzar. Actualmente, la tecnología permite que cada actor grabe por separado y que los audios se mezclen en una sola pista.
- Crédito: Armando Plata -
El proceso de doblaje de una obra suele ser el siguiente: la compañía recibe el material internacional que consta de libreto, videos y audios (efectos y música) y el guion se envía a uno de los traductores de la casa para que lo devuelva en el idioma requerido; la traducción no se hace literal porque el significado en español puede ser más extenso que en el idioma original, entonces se procura captar la esencia y el tiempo de la escena. Luego, de acuerdo a los perfiles de los personajes, el departamento de casting elige a los actores que interpretarán a cada uno de ellos.
Lo primero que hace un ingeniero para preparar la grabación es descargar el video y el sonido ambiente del producto, armar una sesión en un programa de grabación y sacar dos copias del libreto: una para el director y otra para el actor. Luego realiza una guía que dice qué personaje va a hacer cada actor, en qué página hablan y cuantas líneas dicen. “Yo, como técnico, lo edito para que todo suene donde tiene que sonar y lo envío a la revisión de control de calidad; después de esto me lo regresan con una lista de correcciones de actores o mías, lo corrijo y lo envío nuevamente para la mezcla final”, relata Andrés Molinares, editor en Centauro.
A diferencia de los actores que aparecen en teatro, cine y televisión, los de doblaje no ensayan su voz para el personaje. Ellos son convocados, llegan a la cabina donde el director les entrega el libreto y les explica las características de su rol (si es valiente, misterioso, bondadoso o temeroso) y entran a grabar sin más preparación que un vaso de agua para refrescar la garganta. “Yo veo cómo el personaje se está moviendo en escena e independientemente de si es alemán, japonés o inglés, si escucho un tono siniestro o alegre, me pego de la musicalidad que tiene cada uno y de los gestos, es una parte auditiva y visual muy clave y la que me da el pie para saber cómo es el personaje y cómo respetarlo”, cuenta Andrés Palacio, actor de doblaje colombiano que ha dado su voz a series como Trolls y El mundo animal de Max Rodríguez, de Señal Colombia.
Por su parte, cuando a Mario Castañeda le ofrecieron doblar a Goku, él no tenía muchas ganas de hacerlo pero su hijo de ocho años lo animó tanto que interpretó al héroe japonés durante cuatro años. “Cuando Goku se convirtió en supersaiyajin la primera vez, nadie estaba ahí para verlo pero hubiera sido maravilloso poder filmarlo porque habrían visto cómo las paredes a mi alrededor explotaron, el estudio voló por los aires y lo que estaba a mi alrededor se incendió. Si yo no me lo creo, la gente no se lo cree”, afirma el mexicano.
Después de grabar a todos y cada uno de los personajes, los audios se envían a control de calidad y ellos lo comparan con el producto original: que el lip sync (sincronización de movimientos labiales con el diálogo), el tono y la intención estén perfectos. Si hay correcciones, el sonido se devuelve al estudio y se graba de nuevo. Después de corregir, se reúnen las voces, la música y los efectos en el área de mezcla y se envía el resultado final a la casa matriz, que se lo entrega al cliente.
“Generalmente me doy cuenta cuando un actor se entregó a un personaje y lo deja muy parecido o mejor que el audio inicial: uno no encuentra la diferencia entre el doblaje y la voz original”, dice Leonidas Ochoa, director de mezcla en Centauro que tiene como deber hacer una réplica de la pieza original en cuanto a efectos, color de voces, nivelación de la banda sonora y reverberaciones.
Si quiere conocer la diferencia entre un doblaje en Colombia, México o Argentina puede poner atención a los dejos; los colombianos tendemos a cantar mucho, los mexicanos arrastran la ese y los argentinos se la comen. Es que, como muchos otros trabajos de las industrias creativas, este no se ha profesionalizado. Si alguien quiere ser actor de doblaje tiene tres opciones: hacer un curso en alguna de las academias o empresas colombianas, hacer radio, teatro o televisión o asistir a una convocatoria de nuevos talentos.
Aunque las nuevas generaciones no sean tan proclives a tolerar las malas traducciones ni las voces impuestas o simplemente les guste aprender inglés viendo series gringas, los doblajes le dan chispa a películas animadas en las que el humor extranjero no es tan universal, además de acercar historias al público infantil y a personas que no pueden leer o no saben otro idioma. “Películas como Shrek o La Era de hielo es bueno verlas dobladas y no en inglés porque le ponen magia, pero series como The Big Bang Theory me parece tenaz que estén dobladas”, confiesa Andrés Palacio, actor de doblaje desde los ocho años.
Mario, por ejemplo, no ha visto los capítulos completos de Dragon Ball ni muchas de las series y películas que ha doblado, “no hay tiempo y hay cosas que no soporto porque la personalidad del personaje es muy opuesta a como soy yo y tengo que cambiar al canal. Muchas veces no me caigo bien”, revela.
Para un actor de doblaje no hay alfombras rojas ni cámaras pero sí el reconocimiento de quienes ven más allá de la pantalla y encuentran en la voz de sus personajes favoritos el alma de la serie. “La gente no dice es Mario Castañeda sino ¡Ey, es Goku!, y me preguntan qué pienso de esto o aquello: es algo bien bonito”, concluye entre risas el mexicano.
Suscríbase a nuestro boletín
Sin spam, notificaciones solo sobre nuevos productos, actualizaciones.
Dejar un comentario