Una amante de lo orgánico
Juliana Góngora es una artista que transforma los elementos naturales en obras de arte.
“El arte me compromete, me lo tomo muy en serio”.
Bogotana de nacimiento, Juliana Góngora Rojas estudió Artes Plásticas en la Universidad Nacional de Colombia siendo reconocida con matrícula de honor, además de una admisión directa a la Maestría en Artes Plásticas y Visuales de la misma escuela. Durante su residencia artística en Flora ars+natura desarrolló Labor, un grupo de cuatro obras en la que hace parte Lavanderas (ganadora de la novena edición del Premio Arte Joven Colsanitas – Embajada de España).
Esta pieza fue concebida desde un experimento natural de varios meses: el resultado de juntar bloques de sal, gasas y agua fue la composición de varios mantos de sal, los cuales se fueron cristalizando de manera natural para componer esa muestra artística.
La experiencia de Juliana con esta obra va ligada a un proceso anecdótico en el acto creativo. Al visitar la casa de sus abuelos paternos en Espinal, Tolima, el techo de paja y muros en bahareque pintados con cal le dieron la respuesta al porqué de sus ideas y creaciones con materiales naturales como la sal, la tierra, el arroz, la tela de araña y el cuero.
“Los raros del colegio siempre terminan estudiando en campos creativos”.
Nació el 29 de octubre de 1988 y su gusto por el arte fue el resultado de un acto de rebeldía con su madre once años después. Juliana tuvo que viajar con ella a San Francisco, California, por cuestiones de trabajo. Durante el año y medio de estadía en esa ciudad, ella no hablaba con nadie y el único escape fueron sus primeras vacaciones de verano. Feliz por tomar un descanso, la noticia de que seguiría estudiando en vacaciones no fue muy alentadora: las clases de matemáticas y física eran la única opción que le daba su madre. En ese choque de ideas –sólo por contradecir–, Juliana le propuso agregar una clase más: artes.
Al regresar a Colombia, dibujar a diario se convirtió en su nueva herramienta de comunicación; por eso, al finalizar el colegio sabía que el arte era su único deseo profesional.
“El estudiante de artes debería saber que entra a la universidad con un engaño”.
Los seis meses próximos a su graduación del colegio fueron los que determinaron aún más su gusto por el campo creativo. Durante un preparatorio en la Universidad Distrital de Bogotá –a escondidas de sus padres–, confirmó que realmente el arte era para ella.
Sus padres le sugirieron la Universidad de los Andes, pero Juliana hizo el esfuerzo para ingresar a la Nacional, donde sentía que podía ser ella misma. Allá entendió que para perfeccionar sus esculturas y dibujos, debía ser más propositiva y rigurosa.
“La disciplina hace al artista”.
Juliana tuvo su primer acercamiento en la enseñanza como docente auxiliar en el área de dibujo y escultura en la Nacional, ahora es docente de Escultura I en la Jorge Tadeo Lozano.
Además de su excelencia académica, ella no es de las personas que señalan qué está bien o qué está mal, prefiere impartir ejercicios que fortalezcan la autonomía del estudiante e incentivar una toma de riesgos ante sus obras o trabajos. Bajo ese ideal, ha logrado ganar becas, residencias artísticas y espacios de exposición en Bogotá, Cali, Nueva York y, próximamente, París.
“Todo lo que pensé que sería mi último plan en la vida, se convirtió en mi primera oportunidad para poder ser artista”.
¿Cómo concibe el arte?
Yo no puedo concebir el arte sin un proceso escultórico. Para mí la escultura acoge todo lo material que nos rodea y en ese sentido el arte se da en la medida que me relaciono con ella.
¿A. M. o P. M.?
A. m. Me da sueño a las diez de la noche, soy más productiva en la mañana, no funciono cuando trasnocho.
Placer culposo…
La comida. Me encanta la sensación del pescado crudo. El picante me gusta mucho también. Así que si combinamos el wasabi con sushi, es la combinación perfecta para mí.
¿Qué le disgusta?
Una sociedad del miedo –porque es miedo para todo–. No se puede vivir con miedo. La pereza de los estudiantes me disgusta. También la intolerancia y las cucarachas.
// Texto y fotografía: Nick Martínez //
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