Camino a Estambul
Este es Oriente Medio visto desde los ojos de una madre que pierde a su hija.
La película es de Rachid Bouchareb (London River), director nominado a la Palma de Oro en Cannes. Bouchareb es hijo de argelinos instalados en Francia después de la guerra, al igual que el director de La Vaca, Mohamed Hamidi.
La película comienza sin rodeos. Elodie (Pauline Burlet), una adolescente belga de 18 años, pone letreros que cuentan su conversión al islam frente a su webcam. Ella vive con su madre, Elisabeth (Astrid Whettnall), en una casa en el campo y un día no vuelve a casa.
Whettnall es una doctora rural que va de casa en casa examinando a sus pacientes –tiene algunas similitudes narrativas con En algún lugar de Francia– y su personaje se va transformando a medida que es consciente de que su hija se entregó al Islam y es probable que nunca regrese. Desde acabar varada en una zanja en un camino hasta enfrentarse a guardias de la frontera siria, esta mujer no descansará hasta encontrar a Elodie.
El verdadero atractivo de esta película es que hace parte de una escuela de cine hecho desde la mirada del inmigrante, que trata de quitarle el tono dramático que a veces le dan los medios de comunicación a todo lo relacionado con Oriente Medio.
Se trata de la historia sobre un fenómeno que ha ocurrido en toda Europa y que se cuenta con sutileza: la conversión de jóvenes a la lucha islámica no es una locura ni representa el fin del mundo, es un fenómeno cultural que ocurre día a día y que tiene que ser leído desde otros puntos de vista.
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