Verde, retratos de los últimos años de las Farc
Federico Ríos Escobar lleva diez años fotografiando a la guerrilla de las Farc. El autor comenta cinco de las 350 fotos que conforman su libro Verde, próximo a ser publicado por Raya Editorial.
l fotógrafo colombiano Federico Ríos Escobar lleva diez años retratando a la extinta guerrilla de las Farc. Su trabajo ha consistido en atravesar selvas y ríos persiguiendo campamentos clandestinos con el propósito de ver de cerca a cada una de las personas que durante años vistieron camuflado y botas pantaneras, desde soldados rasos hasta comandantes de unidad. Durante ese tiempo, Federico tomó alrededor de 42.000 fotografías de excombatientes en la cotidianidad de la selva, mientras comen o hablan o ríen o marchan o forman o simplemente aman. El libro VERDE, publicado por Raya Editorial y editado por Santiago Escobar-Jaramillo, consta de una selección de 350 de esas fotos, precedidas por un prólogo de Alejandro Gaviria.
Esta cuidada selección de imágenes obedeció a la idea de construir una narrativa que lograra dar cuenta de los últimos años de las Farc en tanto grupo al margen de la ley, es decir, del paso de la selva a la ciudad y de la guerra a la paz. Es así como el libro cuenta una historia cuyo peso narrativo reposa estrictamente en las imágenes y en los juegos que en conjunto ellas pueden configurar: pausas, sorpresas, clímax, cambios de temperaturas, de temporalidad, de color y de emociones. “Son fotos que hablan de una cercanía”, dice el editor y también fotógrafo, Santiago Escobar-Jaramillo. Y habla no solo de la cercanía que significa ver a un exguerrillero fumando o descansando o cambiándose la ropa, sino también de la que logra transmitir el ojo de Federico: esa sensación de que al ver la imagen nos embarga la pregunta que lo llevó a él a emprender este trabajo hace una década.
“ ‘¿Quiénes son las Farc?’, me pregunté hace veinte años, hace diez años y hoy sigo sin tener una respuesta”, dice Federico. Y explica que uno de los grandes problemas de la guerra es que deshumaniza al otro, por un lado, porque le quita su individualidad al hacerlo parte de un colectivo, y, por otro, porque se le convierte en un objetivo al que hay que eliminar. “Yo me preguntaba: ¿Quiénes son? ¿Son 10.000 personas que se despiertan y cogen su arma pensando en ir a matar? Entonces comencé a ver que a pesar de que no son las hermanitas de la caridad, porque eso hay que dejarlo claro, también tienen muchas otras facetas, y que el asunto es mucho más complejo”.
Y esa es una de las razones que llevó a Santiago a montarse en el proyecto de este libro, que fue rechazado por otras editoriales: la cercanía de ver individuos bajo el ojo preciso de un observador que es fotógrafo y también periodista. VERDE no se queda en la foto efectista que consigue una buena técnica. VERDE es una historia. Dice Federico: “La técnica es como la ortografía: si no la tienes la estás cagando terriblemente, pero si la tienes no estás alardeando de ella. Ningún escritor se vanagloria por su nivel de ortografía. Yo trato que mis fotos tengan una perspectiva similar a la del ojo humano”. En definitiva, es nuestro ojo el que ve cada una de las fotos del libro. Es nuestro ojo el que captura la historia.
La primera edición del libro se agotó en una preventa realizada en línea en apenas cinco días, cuando la meta era llegar al 30% en mínimo tres meses. Por ello, la editorial decidió lanzar una segunda preventa apenas termine la entrega de la primera edición. Mientras tanto, en BACÁNIKA presentamos cinco de las fotografías del libro comentadas por el fotógrafo para escuchar la historia capturada por su ojo.
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Esta foto tiene dos historias. La mujer se llama Jazmín y hacía parte del Frente 34 de las Farc, en la zona antioqueña del río Atrato. Yo hice esta foto durante una marcha del frente. El asunto es que los medios siempre nos presentaron a la guerrilla como un grupo de hombres jóvenes, fuertes y sumamente armados, y cuando yo comencé a visitar los campamentos me di cuenta de que también había mujeres y niños. Y las había prestado el servicio de guardia, en la tropa, en mandos medios y comandantes. Pues esta foto muestra a una de esas mujeres en ejercicio de autorreconocimiento, orgullosa de su feminidad.
Y la otra historia sucedió durante la Décima conferencia de las Farc en los Llanos del Yarí. Durante esos días yo estaba muy interesado en retratar a Timochenko, pero no quería un retrato del tipo dando declaraciones públicas en la tarima, sino algo más íntimo. Por más que intenté acércame no conseguía tener acceso a él. Así que un día yo estaba haciendo una foto de una comandante guerrillera y, al terminar, le dije que sabía que Timochenko estaba ahí al lado en su casita de madera, que si me dejaba acercarme a tocar la puerta. Ella me dijo rotundamente que no: “A usted le dimos permiso para hacer esta foto mía. Eso que usted está pidiendo es un abuso”. Empecé a devolverme frustrado y en el camino de regreso pasamos frente a la casa del tipo y él estaba en la ventana. Lo saludé. Él me saludó y me dijo: “Federico, ¿cierto? ¿Usted es el que tomó la foto de la morenita en el Chocó, la de los labios? Yo quiero esa foto”. Y gracias a esa foto tuve tres minutos para colarme en la casa del tipo y retratarlo.
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El guerrillero que monta la mula es alias El primo, del Frente 34, y él tenía que atravesar el agua con la mula hasta encontrar una trocha clandestina escondida en la selva. Para mí era muy interesante toda la escena: el esfuerzo del animal, el guerrillero montándolo con su uniforme, las hojas verdes, el agua verde. Todo era una escena salvaje.
Ese río se llama Quiparadó. Pero me costó dar con el nombre, porque está perdido entre Quiparadó y Jambaradó, al oriente del Atrato. He descubierto durante estos diez años que conseguir los nombres de los lugares no es tan fácil porque cambian según quien los dice: si los indígenas o los afro o los campesinos. A veces pensamos que el país es pequeño y la realidad es mucho más lejana: estamos fragmentados y estamos aislados. No conocemos nuestra geografía porque cambia todo el tiempo de acuerdo al que la camine; es como encontrar una trocha clandestina igual que la de la foto. Ninguno de tus conocidos, y esa es una apuesta dura, sería capaz de señalar en qué lugar de Colombia queda el río Quiparadó. Ninguno te va a decir que queda al sur de Mandé, al norte de la casa de Pacheca, a unas cuantas horas hacia arriba desde Isleta, por la Serranía. En últimas, la versión que me da el comandante del Frente 34 de las Farc es que se llama Quiparadó y esa es a la que me aferro.
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Nosotros la llamamos La última cena, porque además es de las últimas antes de la reinserción. Se la tomé a la columna Jacobo Arenas, que era una de las más feroces, un grupo élite, cuando el acuerdo estaba en las últimas etapas de la firma, cuando eso no tenía reversa. Esta gente hacía estas cenas todos los días como parte de su cotidianidad y para mí era muy representativo que estuvieran en esa dinámica cuando estaban a punto de cambiar de vida; porque para mí era muy complejo pensar que los guerrilleros no iban a un lugar conocido, sino a uno desconocido, a uno que ellos no entendían. Es como si hoy yo te dijera que tienes que dejar esta vida que llevas y dejar de ponerte esta ropa colorida que traes y usar un uniforme camuflado e irte a vivir a la selva: eso va a ser muy difícil de entender. Sucede lo mismo de acá para allá como de allá para acá. Es un viaje entre universos. Para mí esta foto es una alegoría de cómo su cotidianidad es tan parecida a la mía. Fíjate que muchos de nosotros tenemos fotos similares en alguna reunión familiar o en algún cumpleaños en casa. Anoche justamente estaba cenando en casa con unos amigos y alguien nos hubiera podido tomar exactamente la misma foto. Exactamente la misma.
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El libro está lleno de pistas para quien quiera leerlas. Esta foto se llama Chaverra. Chaverra es un alias. Pero es el alias del guerrillero que coordinó el secuestro del general Alzate, comandante de las Fuerzas de Tarea Conjunta Titán, una de las más agresivas en la lucha contra las Farc en el Chocó. Este tipo dirigió el operativo del único secuestro de las Farc a un general del ejército. Y en esa foto lo vemos con la novia, muy enamorado, a punto de besarse. El secuestro es una práctica miserable e inhumana que yo como individuo y periodista condeno, pero acá vemos que el secuestrador es un tipo que también ama. La pregunta es: ¿por qué secuestra si ama? O mejor: ¿cómo hacemos para que este tipo ame más y no secuestre? La respuesta fue desarmarlo y reintegrarlo, al firmar un acuerdo de paz.
Ahí está la delgada línea en la que podemos ver la humanidad del otro. Yo estaba caminando, volteé y estaba Chaverra en su cambuche dándole amor a la novia. Apenas tomé la foto, este man se volteó y se quedó mirándome como diciendo: “¿En serio me vas a tomar fotos hasta culeando?”. Luego se echó a reír como dejando el asunto ahí.
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Ambos son guerrilleros. El que está detrás del perezoso es alias Anderson, que era el comandante del Frente 36: un tipo duro que además de dirigir operativos para las Farc conocía la selva virgen de arriba abajo. Esta foto hace parte de la expedición BioAnorí, en la que luego de la firma del Acuerdo de Paz algunos exguerrilleros de las Farc guiaron a varios científicos de las universidades del país por una de las selvas inaccesibles durante los años del conflicto. La expedición duró quince días y en ese tiempo encontraron catorce especies nuevas para la ciencia. ¡Catorce especies nuevas! Es una cifra avasalladora.
A veces olvidamos que los guerrilleros habitaron la selva y entendieron el medio ambiente. Hay un profundo conocimiento de la selva por parte de los indígenas, otro por parte de las comunidades afro y otro por parte de las comunidades campesinas, y las tres se articulan en las Farc; son frentes conocimiento sobre botánica, sobre zoología, sobre medicina, sobre hidrografía, sobre climatología; son frentes de conocimiento empírico que no se ha sistematizado. ¿Dónde consigues agua en la selva? En un caño, pero también en las matas: estos tipos cogen una planta y la cortan y tienen un vaso con agua pura. Encontrar catorce especies nuevas en quince días es un número que está por encima de la media mundial. Y para mí ese es el momento más esperanzador: este modelo hay que replicarlo con los 13.000 guerrilleros que se acogieron a la paz, dotándolos de herramientas para que sigan moviéndose por los mismos territorios para producir conocimiento. De ahí que el libro se llame VERDE: eso es lo único que tenemos. Ahí está la esperanza.
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