(Una no tan) feliz Navidad
Diciembre es un momento estremecedor en el calendario. Es cierto que la temporada es motivo de celebración, pero también es uno de los momentos que mayor ansiedad y tristeza puede generar en algunas personas.
La época navideña está cargada de estresores que pueden desencadenar en las personas una serie de sentimientos desagradables que incluso pueden terminar en desórdenes o enfermedades mentales como la ansiedad, la depresión, la manía, entre otros. Está bien no ser feliz durante estos días. O no unirse a las celebraciones generales. Pero también es importante entender cuáles son los factores que pueden afectarnos y qué hacer con ellos, porque cada individuo es distinto y todos cargamos con un peso emocional propio.
La soledad decembrina
Es natural que en una época en la que se nos impone culturalmente vivir el deleite y el ambiente festivo, seamos más vulnerables a la tristeza. Más cuando estamos en otro país, o cuando no está a nuestro lado un ser querido, por cualquier motivo.
“Diciembre es un espacio de recogimiento familiar”, explica el doctor Oscar Castro, director de la especialización en Psicología Clínica de Unisanitas. En diciembre se exacerban las obligaciones sociales asociadas a esta época: los regalos, las fiestas con colegas o familiares que no soportamos, el escape vacacional, entre varios otros. “Los otros meses del año estoy trabajando, estoy en mis responsabilidades, pero diciembre sí representa un alto. Principalmente el 24 y 31 se tiene que buscar soporte, se tiene que buscar a la familia y con quien resguardarse. Hay muchas personas que no tienen este resguardo. Poca gente trabaja un 24 o un 31 y tiene que confrontar esa soledad. Una de las variables importantes es esa: cuando no tengo esas redes de apoyo establecidas y llegan esos momentos en los que tengo que confrontarme”, añade.
La soledad decembrina puede acrecentarse particularmente si alguien a quien amábamos ya no está a nuestro lado. El recuerdo es una herramienta identitaria que puede idealizar un pasado inexacto pero reconfortante, que nos impide habitar cabalmente nuestro presente. “Creo que en esos momentos es importante tener dos cosas claras. La primera es la personal individual: ¿qué ritual puedo hacer yo de cierre a mi año? Si no soy muy religioso, ¿qué ritual hago solo? ¿Qué proceso reflexivo tengo con relación a lo logrado en el año, frente a lo que sucedió y los conflictos? No hay que dejar pasar el momento para la reflexión, porque ahí es cuando se empiezan a somatizar los problemas. Es importante hacer un alto y tener un proceso reflexivo a nivel individual”, añade Castro sobre las posibles herramientas para poder lidiar con la soledad de este mes, tan difícil para quienes se ven obligados a pasar las fiestas lejos de personas que quieren.
“La segunda trata de anticiparse un poco a esa emoción negativa que puede haber y buscar un resguardo con tiempo. Si uno está afuera, buscar la posibilidad de generar una videollamada con la familia en una hora que se pueda convenir, expresarse ese amor. También se puede buscar personas para compartir”, añade el especialista.
“Puede que uno no esté en su país, pero conoce a alguien del trabajo y, por qué no, se le podría preguntar qué va a hacer a final de año. Creo que es un espacio muy bonito en el que muchas personas se abren para recibir a otras personas que lo necesitan. Es un buen detalle anticiparse. Si yo sé que cumplo unos indicadores, que estoy mal emocionalmente, que estoy vulnerable o inestable y no planeo nada para este cierre de año, si estoy solo y escucho cómo en los otros apartamentos la gente celebra, va a ser un espacio muy riesgoso. Voy a pasar un muy mal rato. Y, llevándolo a un extremo, podría llegar a hacerme daño. Es importante anticipar esas situaciones”, señala el doctor Castro.
Cuando la consanguinidad resulta estresante
En contraposición a estar solo, está todo el peso ansioso que genera la obligación cultural de compartir con otras personas, generalmente los familiares no tan cercanos. Tíos o primos que no vemos sino una vez al año, por las fiestas. Las novenas, las cenas familiares nos exigen aguantar, por ejemplo, al tío radical o mal borracho, a un primo con el que se haya tenido un mal encuentro en el pasado, entre tantas otras posibilidades.
“Frente a esto creo que es muy importante que la persona en este proceso reflexivo establezca muy bien los límites de lo que quiere en pro de su bienestar, pensando también en sus terceros. Hay personas que dicen ‘yo no me aguanto al tío mamón radical, pero para mi mamá es importante que yo comparta en familia’. Es importante que la persona ponga esto en una balanza. Es decir, su bienestar, pero también el de su familia”, sugiere Castro. “Es importante tener esto en cuenta y poner ciertos límites: no todo tiene que ser de blancos y negros, puede haber grises. No tiene que ser ‘o voy o no voy’. Es importante que uno mismo pueda negociar esto. Además, se puede prestar para ciertos conflictos familiares en los cuales la esposa quiere ir donde sus padres, el esposo quiere ir donde los suyos, pero esto siempre puede negociarse en cuanto a tiempo y, sobre todo, en calidad de tiempo”.
También es importante que, como familia, hagamos un esfuerzo por recordar el verdadero valor de estas festividades. No nos compliquemos esperando que todo salga perfecto, porque la vida no está coreografiada por la dirección de arte del equipo creativo de Coca-Cola. No se exija demasiado, no sufra porque se le olvidó comprar la marca de gaseosa favorita de sus parientes. Lleve la fiesta en paz, sobre todo, con usted y su salud mental.
El dinero, siempre el dinero
Hay una presión permanente por demostrar el afecto a través de regalos. Lógico, es el ejercicio sobre el que se sustenta el mercado que mantiene a flote nuestra economía. Pero, a veces, la larga lista de regalos obligados desbarata nuestros presupuestos, nos pone una presión extra en una época llena de estímulos, que puede devenir en estrés, ansiedad y cansancio.
Aunado a esto, el tráfico que rodea los centros comerciales, el bullicio luminoso de los establecimientos, los saldos, gangas y promociones aterran y provocan vértigo. Ir a un centro comercial a buscar los regalos para esa familia que confirmó a última hora su asistencia es un desgaste injusto, a la luz de que este es, en teoría, un mes de recogimiento y alegría.
“Es importante, cuando en las familias se tiene el estandarizado de los regalos y de lo material, que se puedan plantear pautas que cambien la dinámica para quitar esta presión. Siempre encontramos en las familias al tío que tiene dinero y al que no tiene tanto, o al que le fue bien en el año y al que no. Hay unos súper regalos y otros no tanto. Esto genera diferentes matices que es importante reestructurar”, explica Castro.
“Algunas familias cambian esa dinámica y proponen, por ejemplo, ‘este año vamos a regalarnos mercado entre todos. Ese mercado lo vamos a reunir y nos vamos a ir a ofrecerlo a alguna comunidad necesitada’. O ‘este año vamos a donar juguetes’, incluso ‘este año no nos vamos a regalar cosas materiales, sino que cada uno va a preparar algo de comida para compartir’”, sugiere el especialista. “La idea es que las dinámicas cambien para buscar el verdadero significado de un obsequio, que no es un bono. Es regalar tiempo, creatividad, afecto, que es valioso e importante. Es clave que las familias puedan adelantar ese proceso de reestructuración y sopesar cuál es la verdadera importancia de un obsequio”, concluye.
Al final, es un tema de preguntarse si está usted obligado a hacer algo o si realmente quiere hacerlo. Hay formas diversas de mostrar gratitud y afecto, de recordarles a los que amamos que son significativos en nuestra vida. Los perfumes caros se los lleva el viento, las ropas de marca se desgastan con el tiempo, todo castillo de Lego se cubrirá de polvo. Podemos hacerlo mejor y de manera más humana.
Diciembre es el fin del año, pero no tiene que ser el fin del mundo. Conectar con nuestras emociones es un proceso valioso que nos prepara para las posibilidades de un año que viene, otro ciclo simbólico que empieza.
Está en todos recuperar el sentido de estas fechas, que no es la compra del regalo más costoso, ni la obligación de abrazar a quien usted no quiere: es compartir con las personas amadas, agradecer, cerrar un ciclo y poner esperanza al nuevo periodo que se abre ante nosotros. Démonos un abrazo, ofrezcamos una sonrisa, escuchemos al otro. Y, ya entrados en gastos, recordemos que a veces lo que damos por hecho es un regalo que la vida nos ha dado y que tendemos a olvidar. Nos hará bien, así mismo, compartir el pan con el que está solo y hambriento. Aprovechemos esta temporada para ver debajo de las capas titilantes de la publicidad para encontrar lo necesario: la empatía, el amor, el recogimiento y la gratitud.
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