¿Cómo es vivir con cólicos menstruales incapacitantes?
Menstruar no es tan sencillo como nos lo enseñan en el colegio: para muchas personas es un suplicio que afecta su vida personal, laboral, familiar y sexual. ¿Cómo es vivir con esta afección? ¿Por qué se produce? ¿Qué hacer para quitarle los estigmas? Desde su experiencia y junto a voces expertas, la autora nos cuenta.
“Puñaladas en el vientre”, es la expresión que más se acerca a qué siento cuando estoy en mi periodo menstrual y los cólicos están presentes. Suelen estar acompañados de otros síntomas como calambres, escalofríos, sudoración, y a veces, hasta náuseas.
En el país, los cólicos menstruales incapacitantes y severos, también conocidos como dismenorrea, afectan aproximadamente al 8% de las mujeres que menstrúan, según la congresista María Fernanda Carrascal. El último proyecto de ley para otorgar una licencia menstrual fue presentado —por segunda vez– ante la Cámara de Representantes el 16 de agosto de 2023. Esta es una propuesta que busca aprobar un día mensual remunerado para las personas menstruantes, a cargo de varios representantes y congresistas, incluyendo a Carrascal.
Para la ginecóloga de Colsanitas, María Alejandra Cifuentes, los cólicos menstruales severos no son normales, “siempre hay una causa patológica, la primera es endometriosis, una enfermedad crónica que produce la mayoría de cólicos incapacitantes. El segundo puede ser una causa estructural que puede alterar el funcionamiento adecuado del útero. De ahí se derivan un montón de subcausas, pero esas dos son las patologías más importantes que debemos valorar”, expresa Cifuentes.
Con estas dolencias que no sufro en soledad, me pregunto: ¿qué hace falta para crear una verdadera conciencia social sobre el tema?
De la A la Z: una breve explicación de la dismenorrea
La dismenorrea es el término médico que se le atribuye a los cólicos menstruales. Esta es una de las afecciones ginecológicas más frecuentes, pues se presenta aproximadamente en un 45% a 95% de las mujeres en edad reproductiva. Es de suma importancia conocer el tipo de dismenorrea así como sus causas y lo que el mismo útero manifiesta a través del dolor. Pues este síntoma tan normalizado y subestimado históricamente, suele comunicar una enfermedad o afectación que debe ser consultada por la paciente según su intensidad.
Cada mes, 28 días más o menos según el ciclo de cada persona menstruante, el endometrio se descama y es expulsado debido a la disminución de estrógenos y progesterona. El endometrio es un tejido mucoso que recubre el útero —también conocido como matriz— para favorecer y albergar la implantación del embrión. Cuando el óvulo no es fertilizado, esta membrana se desprende por la cavidad vaginal con coágulos y sangre, generando lo que conocemos como menstruación.
Durante el desprendimiento endometrial, se liberan prostaglandinas que favorecen al desprendimiento del endometrio. Las prostaglandinas son lípidos, una sustancia similar a las hormonas: afectan la presión arterial, la contracción de músculos y otros tejidos donde se producen, como la matriz, generando contracciones musculares en la zona baja del abdomen y alrededor de este. Por eso las prostaglandinas pueden provocar otros síntomas como náuseas, diarrea y vómito al estar relacionadas con el sistema nervioso, muscular y gastrointestinal.
Existen dos tipos de dismenorrea: primaria y secundaria. En los cuerpos de las personas que las sufren se han encontrado niveles más elevados de prostaglandinas que en otras personas menstruantes.
La dismenorrea primaria suele ser la más común y es idiopática, es decir, que no tiene una causa concreta. Generalmente comienza desde menarca o primera menstruación. Esta tipología es causada principalmente por las contracciones promovidas por las prostaglandinas, y suele ser tratada con analgésicos u otros métodos para mitigar el dolor. Debido a la imprecisión de su origen, también debe ser consultada con especialistas, pues podría indicar anomalías en el útero.
Por su parte, la dismenorrea secundaria suele estar asociada a afecciones ginecológicas más severas como: endometriosis, miomas, adenomiosis, pólipos endometriales, adenomiosis, enfermedad pélvica inflamatoria o el uso de algún dispositivo intrauterino. Este tipo de dismenorrea suele afectar la calidad de vida de la paciente, incapacitándola de sus actividades cotidianas. Además, está acompañada de otros síntomas como dolor y sangrado durante y después de las relaciones sexuales —cuando no se está menstruando— y menorragia, o sangrado menstrual abundante.
El estudio Dismenorrea: una revisión de la Revista Médica de la UAS, aclara que “es el dolor el síntoma cardinal referido por las mujeres. Tanto en la dismenorrea primaria como secundaria, el dolor es frecuentemente descrito como calambre, dolor tipo cólico en la región suprapúbica que puede irradiarse a la región lumbo-sacra o la cara anterior del muslo. En la dismenorrea primaria el dolor generalmente se asocia con el inicio del flujo menstrual con una duración típica de 2 a 3 días. En la dismenorrea secundaria el dolor da inicio una a dos semanas antes de que inicie el flujo menstrual y persiste más allá después de que ha finalizado el sangrado”.
La normalización de los cólicos menstruales incapacitantes
Vivir como persona menstruante en una sociedad inclinada hacia la productividad crea un ambiente hostil y desafiante para quienes nos vemos afectadas por la dismenorrea. Para muchas no es ajeno escuchar un “tómate algo; nada que una aromática y un acetaminofén no solucionen” o “¿no estás exagerando?, eso no debe ser tan horrible”, mientras lloras, abrazas una almohada y te retuerces del dolor sobre la cama en posición fetal. Un cuadro tan íntimo que generalmente compartimos solo entre mujeres.
Para Maria Alejandra Cifuentes, “esto afecta laboral, profesional, escolar, en su estado de ánimo puede llegar a depresión, ansiedad, [y también a impactar en] su vida sexual y familiar. Si una paciente tiene este dolor durante cinco días al mes, todos los meses, esto afecta completamente su calidad de vida”.
Pero si es un escenario tortuoso para las mujeres que vivimos en la ciudad con acceso al sistema de salud, las mujeres con dismenorrea en zonas rurales o sin acceso a agua potable, instalaciones sanitarias adecuadas, toallas o conocimiento sobre la menstruación, atraviesan un verdadero suplicio mensual que las imposibilita de tomar decisiones informadas o conocer su propio cuerpo. Y esto por no añadir las problemáticas sociales originadas por los estigmas y mitos que rodean a la menstruación, especialmente aquellos que se perpetúan en la educación escolar, donde la experiencia menstrual se reduce a la periodicidad de un proceso natural.
Esta desigualdad crea una brecha aún más amplia en la deserción escolar y laboral de otros territorios en el país. Según el estudio sobre los desafíos de la menstruación en niñas y adolescentes de comunidades rurales del pacífico colombiano de la Revista de Salud Pública de la UNAL, “el dolor es la principal razón por la cual las menores no asisten a la escuela (86%), seguida de incomodidad y miedo a mancharse (28%), sangrado fuerte o hemorragia (8%) o por falta de toallas higiénicas (4%)”, en que las jóvenes crean una relación limitante e incapacitante con su ciclo menstrual.
Avances y retrocesos de la licencia menstrual
Mientras enfrentamos nuestro suplicio mensual y personal, el desafío colectivo se da en el Congreso desde el 2021. La reglamentación de las licencias menstruales es el proyecto de ley más reciente, pues le anteceden seis proyectos con medidas y garantías para las personas menstruantes. La realidad ampliada es que la atención de esta problemática a nivel global es escasa, y aunque el panorama suena desalentador, según este proyecto de ley, “Colombia, para el 2019, se ha posicionado en la región latinoamericana como un país líder en la rebaja impositiva para los artículos de higiene menstrual en lo que se refiere a las Políticas Públicas sobre gestión menstrual que se identifican en todo el mundo”.
Hay un conjunto de factores que retrasan esta iniciativa, como la negativa del primer debate en la Comisión Séptima, el cual archivó el proyecto por primera vez el 28 de marzo de 2023. Sin embargo, la congresista María Fernanda Carrascal radicó el proyecto de ley nuevamente ante la Cámara de Representantes. Las peticiones de la propuesta definen que "las trabajadoras y personas menstruantes tienen derecho a una licencia remunerada de un día por mes calendario ante la imposibilidad de llevar a cabo su jornada laboral debido a los síntomas generados por su periodo menstrual". Este proyecto de ley debe pasar por un total de cuatro debates para finalmente convertirse en una ley, proceso que puede tardar hasta un año.
Lo segundo es un factor más social y cultural, pues se cree que la licencia menstrual reforzaría estigmas sobre las personas menstruantes y su debilidad, así como una ineficiencia ante los lineamientos de productividad laboral. En contraposición a estas suposiciones, según el proyecto, “la licencia menstrual no se traduce en una especie de trato diferenciado o de discriminación, solo sería una herramienta o recurso que está para normalizar la menstruación (...) y así mismo contrarrestar las barreras informativas que no permite enseñar que la regla se siente distinta en cuerpos distintos, y que de por sí, la diversidad jamás debe ser un motivo de desventaja”, afirman en la viabilidad de la propuesta.
¿Qué hacer con mi dolor menstrual?
Más allá de los medicamentos antiinflamatorios, que son una gran ayuda para sobrellevar el dolor, hay que reconocer la importancia de la consulta ginecológica para tratar encontrar el tratamiento adecuado según el tipo de dismenorrea.
Gracias a los avances sobre esta afección, hoy hay medicamentos y procedimientos para la inhibición de las prostaglandinas, así como cirugías más especializadas según la anomalía uterina de la paciente.
María Alejandra Cifuentes, ginecóloga adscrita a Colsanitas, sugiere que “si ya sabemos la causa, podemos mirar el tratamiento, pero si es una causa morfológica en la que encontramos una alteración, pues hay que hacer una cirugía para intervenir esa condición que está produciendo el dolor. En la mayoría de casos puede ser que no encontremos nada y sospechamos endometriosis, el primer tratamiento sería hormonal y obviamente los pacientes deben tener un tratamiento multidisciplinario, no son solamente hormonas y ya, sino que debe haber un manejo analgésico adecuado acompañado de dietas, ejercicio o mindfulness”, agrega.
Finalmente, no está demás recordar el llamado a tomar conciencia desde los cuerpos menstruantes y desde quienes nos acompañan en el proceso, pues la menstruación también es cultural y política. Más de la mitad de la población mundial menstrua. Todos saben que la menstruación existe, pero la dinámica sociocultural rechaza e ignora este proceso biológico, desligandose de las consecuencias psicológicas y físicas de las personas que padecemos sus síntomas más severos. La menstruación no es solo una cuestión de mujeres.
Suscríbase a nuestro boletín
Sin spam, notificaciones solo sobre nuevos productos, actualizaciones.
Dejar un comentario