Señor Pielroja: la obra desenfrenada de Memo Vélez
Un libro-collage rescata del olvido la obra de un artista quindiano y múltiple, devoto de la patafísica, la ciencia de las soluciones imaginarias. ¿Quién fue Memo Vélez? ¿Qué libro es este que reúne voces, cartas, tiempos y pinturas para intentar retratarlo? La autora nos cuenta en este perfil de un pintor, un libro y la mujer que hizo ese libro recordando a ese hombre, su amigo.
“Yo no tengo taller, lo que tengo es un pintadero. Mi pintadero es un lugar de palabras, de colores y de gozadera. Un escenario para duendes. Tengo una huerta, porque para mí es más importante la comida que la pintura.”
Guillermo Vélez
Nace un pintor
Nace un pintor en tierra quindiana con la nostalgia y la risa incrustadas en el pecho a causa de las micropartículas del fogón de leña y la música de boleros cursis. Nace un pintor y pinta cuadros, camisetas, marranos en barro, sillas, mesas, platos, sobres de cartas, pero ante todo cuadros a los que nombra El malmirado, Abrazo pa’ la foto, El primo cabeza de pipí, Navidad sin buñuelos, Rasca guevas, Lo tengo en el ojo, Yerba men, Lo mataron, Después de la risa, Dime dime dime. Nace un pintor, crece y escribe.
Nace un pintor que escribe y cocina y vende chorizos en su casa-taller-templo patafísico en Quindío. Un cocinero en un pueblo. Crece y hace amigos y se casa y tiene una hija a la que nombran María Paz y le escribe cartas como:
Pasita, niña grande de cielo y tierra. Hoy esta carta para ti te la escribí pensando en el dolor que sentiste en tu primer amor. Ojalá ya no lo tengas.
Escríbeme que ya tienes conmigo una grande de misivas. Te envío todo mi afecto, en la próxima carta hablaré de cosas cotidianas. Te quiero hija mía con sonido serio. Te quiero, pistolita con sonido rosa. Te quiero, amiga con sonido eterno. Te quiero, como suena.
Besitos, Memo
Un padre pintor cocinero poeta en un pueblo. Pero antes de todo eso, o en medio de todo eso, porque el tiempo en su vida se estiró con las voces de todos sus personajes, también viajó a Portugal tras los pasos de Fernando Pessoa, y los alcanzó y los andó también. Vendió cuadros en una casita costera y todavía ni sospechaba que volvería a Colombia y seguiría creciendo y haciendo más amigos.
Pasita, con esta carta te envío con muchos meses de retraso una foto de Porto Santo, hace varios meses, allí estaba más gordito, más negrito, ahora estoy más flaquito y muy blanquito. Me hace mucha falta una bronceadita empelota con el sol de Armenia. Ay, qué nostalgia.
Tampoco sospecharía que años después le harían un libro, el primero sobre él, el único. No un libro estirado de artista de manos limpias, como bien se burlaba él mismo. Nada de eso. Un libro podría decirse desparpajado colorido, generoso de su obra, que era también él, obra andante y desgobernada por el centro de Armenia. La inmensidad paseadora en el departamento más chiquito de este país.
Guillermo ‘Memo’ Vélez nació en Armenia en 1955 y viajó a muchos lugares: Brasil, Perú, Portugal, Costa Rica, Polonia, Bélgica, Alemania, Cuba, Corea, Irlanda, Yugoslavia, Puerto Rico, Estados Unidos, España, Japón, Chile, Italia y Noruega. Vivió por temporadas en otras partes y llevó a todos esos caminos sus cuadros que eran también personajes que luego de pintados tenían una vida. Rostros que dentro de sí tenían otros rostros, capas y capas de seres que eran uno y muchos. Su obra estuvo catalogada en el neoexpresionismo pero a él no le gustaba enmarcarse en una sola cosa y se la pasó explorando y siguiendo su ruta de no tomarse tan en serio y de hacer caso a su artista en movimiento: “Dicen que soy neoexpresionista, yo digo que soy del eje cafetero”.
La ciencia de las soluciones imaginarias
Memo vivió una vida patafísica, aunque no fue sino ya adulto que se encontró con ella conscientemente, la estudió y la incorporó a su quehacer. La patafísica es la ciencia de las soluciones imaginarias y las excepciones, un término inventado por Alfred Jarry en el siglo XX vinculado al movimiento del surrealismo.
En la revista de arte Patáforas, la describen así: “La ´Patafísica (con apóstrofe inicial por capricho de su creador) es una corriente cultural-filosófica, una especie de padre abandónico del surrealismo, carnadura de animal fantástico del pensamiento nacido en la Francia de 1950 que propone la creación de una ciencia paródica, que pule la mirada en busca de la rareza que habita en lo cotidiano, a sabiendas de que lo fabuloso está ahí, listo para ser descubierto”.
En la entrada de Filandia, Quindío, un municipio muy cerca de Armenia, Memo creó el Centro Cultural Patafísico - Ceculpa donde pintaba, recibía amigos, vendía chorizos y contaba cuentos a quienes quisieran pasarse y armar una conversación colectiva sobre el arte, la literatura, la comida, los cafetales, la vida y la muerte.
El gesto desnudo: un perfil a muchas voces
Catherine Rendón, maestra en producción editorial y gran amiga suya hasta su fallecimiento en 2016 –incluso todavía–, dedicó más de cinco años a investigar y escarbar en la vida de Guillermo Vélez. Juntos habían hablado hace años de hacer un libro sobre Pessoa, pero ese libro fue encontrando otro camino ahora trazado por la voz de Memo contándole a Catherine sus pasos andados.
El concepto editorial debía estar trazado por la patafísica, pero también por la ternura que desbordaba el personaje. No era una biografía propiamente porque mezclaba a modo de collage tomando referencias del dadaísmo diferentes capas de su vida: los rostros que formaban un mismo rostro, que a su vez formaba otros.
Catherine viajó a Portugal a conocer el Centro Português de Serigrafia donde conservan buena parte de su obra y donde quedan amigos de Memo que le contaron más sobre los 7 años en que vivió allí. Hizo además un viaje intenso de dos meses entre Medellín, Cali, Manizales, Armenia y Pereira para encontrarse con viejos amigos y familia que volvieron una y otra vez a historias compartidas. Entrevistó a más de 60 personas y revisó el archivo de pinturas, sobres, cartas, recortes y demás hasta tener tanta información como fuese posible para contar a muchas voces quién era Guillermo Vélez.
Un libro patafísico, en el que la palabra ficticia, documentada, ampliada de Memo aparece más grande y en otro color porque su voz era estruendosa; un libro patafísico que está organizado por tiempos, que adentro es conducido por una voz pero también por muchas otras y que entre capas aparecen las pinturas y cartas que también cuentan de él.
Dice la autora sobre esta disposición desordenada-ordenada de la edición: “El libro tiene una voz que guía, están las cartas, las anécdotas de amigos y familia, pero están las imágenes, que son también otra voz, que también son en sí mismas una narrativa que cuenta algo”.
En 2021, cuando Catherine estaba en la búsqueda de la voz que hilaría el libro, juntando todo el material, escribió en la revista Corónica:
Llevo tres años viviendo en México: cambié dos veces de ciudad y cinco de casa. Hace varios meses llegué a una nueva casa y hace un año la vida nos cambió. La nueva casa no existe para mí. Afuera hay un bosque-jardín, alrededor de éste hay calles y edificios, y una iglesia que un inglés amuralló entre piedras con formas de olas de mar. Afuera del barrio, le siguen árboles y más edificios, calles y avenidas. Y más a lo lejos está el mar del pacífico y del otro extremo el Popocatépetl y la mujer dormida, la Iztaccíhuatl. Afuera está la vida. Y yo no salgo más allá del cubículo de una habitación. Mi casa no existe porque está contenida en el pequeño espacio que habito: mi habitación, que es como un cuadro. Yo miro siempre dentro de un cuadro que contiene toda la humanidad, y que Guillermo Vélez pintó.
Un libro, una conversación
La vida y obra irreverente, desenfrenada de Memo Vélez quedó en una memoria ampliada de ciudades y países lejanos, y en cientos de calendarios Pielroja también. En una música que suena a Pessoa y es mecida por brisa montañera.
Además del libro, el misticismo siguió hermanándolos: “Cuando alguien no me quería dar una entrevista, estaba difícil, yo le decía ‘Memo ayúdeme…’ y tiempo después me la daban. Lo mismo cuando pasa algo bueno con el libro, voy y le llevo un cigarrillo pielroja a Ceculpa, su casa”.
Del artista que se empelotaba para caminar por la Plaza de Bolívar en Armenia, que sacaba a pedradas a familiares fachos de su casa, que orinaba desde un penthouse, hay una obra rodando por ahí ruidosa en sus bordes e inmensa en su complejidad y belleza. En ella hay cosas que quiso contar Memo a través de sus personajes monstruosos, entre quienes también se incluyó en la pintura Abrazo pa’ la foto, una obra que es también portada de la primera edición del libro El gesto desnudo, que salió a con editorial Corónica y que además ahora tiene una segunda con la Universidad del Rosario y la Universidad Veracruzana de México.
Nace un pintor. Nace un libro sobre ese pintor en 2023, un libro que es también la conversación entre dos grandes amigos: Memo y Catherine. Un libro que se parece a él: libro collage, crónica íntima, archivo general y particular de la obra y los afectos de un pintor que en sí mismo fue su mayor creación; que se desbarajustó tras todas sus vidas, y que dejó en quienes lo rodearon la ansiedad de contar con más detalle esa carcajada que se sigue escuchando.
Fotos Cortesía de Catherine Rendón.
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