Marcelo D’Salete, una entrevista en blanco y negro
Es brasilero, profesor y dibujante. Tiene cuatro libros de cómic, pero también ilustra para niños y, eventualmente, hace animación. Esta es una entrevista sobre dibujar el racismo y la desigualdad; sobre dibujar sin usar color.
// Fotografía de Rafael Roncato //
arcelo D’Salete casi siempre viste camisetas estampadas con mensajes políticos. Ilustraciones, normalmente: alguna referencia visual a las extintas Panteras Negras, herramientas indígenas, el croquis de África o la silueta de alguna mujer afro. Para él no hay duda de que la imagen es política. Es decir, que va más allá del simple adorno. Eso es su trabajo: una exploración visual por la vida de aquellos que han resistido de una y mil formas la sociedad que los acorrala.
Es artista de cómic. Historietas, diría él en español. Quadrinhos, diría él en portugués, porque es brasilero, y sus entrevistas las responde en su idioma, con la voz suave, a veces insegura. Nació en Brasil y allí estudió Artes Plásticas y luego Historia del Arte. Y sobre Brasil ha dibujado siempre: tiene cuatro libros de cómic que se desarrollan en las ciudades y en los campos de ese país que a veces es diverso y casi siempre es racista, homofóbico. Como tantos en esta parte del mundo.
Noite Luz (2008) y Encruzilhada (2011) exploran la ciudad desde la vida de jóvenes negros que viven en la orilla de la desigualdad. Cumbe (2014) y Angola Janga (2017) retratan episodios históricos de la esclavitud en el siglo XVII. Todos son cómics sobre la experiencia negra. Sobre personajes que se mueven en las sombras, rodeados siempre por una oscuridad que los devora. Así son sus dibujos: en blanco y negro, con líneas finas, frágiles, poderosas, expresivas.
// Todas las páginas son de Cumbe //
Todos sus cómics son en blanco y negro. ¿Por qué la ausencia de colores?
Me gusta cierta simplicidad de ellos. Pero también me gusta que son complejos en la medida en que no necesitan de otros colores para presentar todo un universo.
Alrededor de sus personajes siempre hay oscuridad. Casi como una fuerza que los oprime, ¿no?
El uso del negro alrededor de los personajes en algunos cuadros terminó siendo una opción estética interesante para el tipo de historias que yo cuento. También es posible interpretarlo de otros modos, pero al principio surgió de los trazos que fui encontrando y desarrollando.
Las ilustraciones que ha hecho para libros infantiles sí tienen color. ¿Qué cambia en su trabajo cuando pasa del blanco y negro al color?
Sí, he hecho trabajos de ilustración utilizando colores. Son dos formas distintas de dar con una imagen. Pero confieso que mi pasión inicial es el blanco y negro, cuando trabajo con colores me gusta usar pocos.
Usted ha hecho animación, ilustración para libros infantiles y cómic. ¿Qué retos o dificultades le representa cada formato?
Trabajé con animación haciendo algunos trabajos bien experimentales para amigos. Ahora, claro que la animación tiene otro tiempo, otra forma de trabajar, se necesita un equipo más grande, en fin, es otra complejidad ¿no? De los libros infantiles me gusta mucho la diversidad de trazos, de estilos, las posibilidades de experimentar. Y la historieta, bueno, terminó siendo a lo que más dedico mi tiempo; me gusta que con ella puedo responder gráficamente a una historia sin tener un gran equipo de personas detrás.
Claro, el suyo suele ser un trabajo solitario. ¿También cuando está investigando?
Cumbe y Angola Janga fueron hechos a partir de un largo proceso de búsqueda de información que abordara el Brasil colonial. En esos casos me apoyé en otros investigadores importantes que ya habían buscado sobre el siglo XVII, como Clóvis Moura, Edson Carneiro, Ivan Alves Filho, Décio Freitas.
Al ser dibujante usted investiga pensando en imágenes. ¿Cómo es ese proceso?
Cada libro lleva una necesidad encubierta de profundizar en otros temas. Eso me llevó a revisar la historia de algunos personajes singulares; o buscar qué significó el tráfico de esclavos en la vida de las personas de la época; o encontrar que los grupos originarios hablaban lenguas como el Kimbundu y el Umbundu. Es necesario armar todo ese mosaico para contar una historia en forma de imágenes.
¿Y cuando la información no está?
Yo trabajo con hechos históricos que sí pasaron, pero los narro de un modo que es muy personal y que es muy ficcional también. No tengo la pretensión de contar algo como pasó exactamente, y tengo dudas de que sea posible. Realmente, lo que hago es reconstruir y elaborar una narrativa que sea comprensible sobre algunos hechos, pero siempre produciendo una nueva lectura de estos para que la gente pueda imaginarlos sin importar que ocurrieron siglos atrás.
Muchas de sus páginas no llevan diálogos, todo lo comunican los dibujos. ¿Cómo conseguir tal expresividad de las imágenes?
Hago guiones que generalmente tienen algunas indicaciones de diálogo, pero cuando veo que el diseño final expresa aquello que quiero decir prefiero retirar el texto. Prefiero contar a partir de imágenes. La imagen tiene cierta capacidad de apertura de sentido. Tengo la certeza de que gran parte de la narración en las historietas se debe a la participación del lector, ¿no?, digo, completando las lagunas entre una escena y otra.
Entonces el cómic tiene alguna ventaja sobre los medios netamente escritos…
Es otra forma de lectura. La narrativa de las historietas permite evocar diferentes interpretaciones sobre algunas imágenes, sobre una secuencia; y estas terminan por acompañar otras lecturas y otros lectores. Son un discurso muy dinámico y rápido que muchas veces van creando conexiones que están más allá de lo que el autor pensó.
Cuando trabaja, ¿siempre sabe a dónde quiere llegar?
Uno, como creador, generalmente sospecha, tiene indicios, de a dónde quiere llegar y lo que pretende evocar con las imágenes, con las historietas. Pero el lector tiene la posibilidad de interrumpir esa relación de comprensión. Un buen texto, aclaro, también lo hace, solo que de otro modo. Las historietas tienen algo bien especial porque nos encontramos en un mundo donde la imagen cada vez es más fuerte –acaba dictando las formas de ser–, solo que la gente no siempre tiene el tiempo de profundizar en su significado. Yo creo que las historietas pueden ser esenciales para que la gente aprenda a leer imágenes y a comprenderlas dentro de un contexto más crítico y más interesante, para que no caiga en fake news y otros recursos muy utilizados hoy.
Su trabajo se desplazó drásticamente en tiempo y espacio: de la ciudad de hoy al campo del siglo XVII. ¿Por qué?
Mis dos primeros libros, Noite luz y Encruzilhada, hablan de una ciudad grande desde la perspectiva de jóvenes en la periferia, pobres y negros. De cierto modo, lo que intenté hacer en Cumbe fue llevar esa mirada al Brasil colonial pensando en los conflictos, en la presencia, en los objetivos e intereses de esa población negra, en gran parte originaria de Angola, que vino a Brasil a ser esclavizada. Pero la idea también era expandir un poco esa visión limitada de "esclavizados": las personas tenían una vida antes de eso, tenían creencias. Quise traer esos elementos para construir personajes en búsqueda de autonomía en ese Brasil colonial que tenía un sistema esclavista. No veo tanto cambio, yo veo más una continuidad de intereses pero en contextos y universos históricos diferentes.
En esta investigación sobre la historia negra en Brasil, ¿qué ha descubierto de usted mismo?
Algo importante fue el hecho de ver que gran parte de las personas que vinieron a Brasil eran principalmente de la costa oeste de África, de la región que va de Angola hasta Nigeria, y no de todo el continente; que tenemos unas influencias difusas pero muy grandes y poco investigadas. Diversas celebraciones brasileras como la congada o el jongo tienen que ver con esa influencia angoleña. Aclaro: cuando hablo de Angola me refiero a los antiguos reinos de los siglos XVI y XVII, que son muy diferentes al país que la gente se imagina hoy.
¿Por qué cree que han sido poco investigadas?
Por cuestiones históricas de discriminación, de racismo. Aquí en Brasil las personas con origen en esos pueblos son invisibilizados, borrados; se intenta borrar esa experiencia.
Pienso que gran parte de la historia de Brasil se quemó el año pasado con el Museo Nacional. ¿Qué peligros representa perder la historia?
Brasil es un país grande, muy vasto, y todavía tiene mucho para ser investigado. Pero las obras que había en el museo son una pérdida inestimable. Las élites brasileras, desde el Imperio de Brasil en el siglo XIX, intentaron borrar y destruir gran parte de nuestra historia, principalmente, en relación con los grupos negros e indígenas. Eso es un hecho. Hubo científicos brasileros que hace cincuenta años proyectaban que hoy ya no tendríamos negros ni indígenas. Todo esto estaba ligado a un pensamiento eugenista europeo, de exclusión y exterminio. Aquí en Brasil todo eso se ha confirmado mediante la lucha de estos grupos por la supervivencia, por la defensa de su vida aquí. Y es evidente que esa supervivencia debe darse en un plano físico pero también en uno simbólico. Ahí entran esas narrativas sobre una historia extremadamente violenta que vivimos aún hoy, y que no podemos borrar ni olvidar. La supervivencia de mucha gente depende de nuestra capacidad de organización para enfrentar las políticas perversas que están en actividad en Brasil. Hoy más que nunca.
*Marcelo D'Salete es uno de los invitados a la Feria del Libro de Bogotá 2019. Participará de la charla "El cómic en Latinoámerica", junto al dibujante mexicano Bernardo Fernández (BEF) y los editores colombianos Jhon Naranjo y José Agustín Jaramillo. El evento será el domingo 28 de abril, a las 3:00 PM, en El Gran Salón Ecopetrol Sala FILBO B.
Alguna vez leí algo así como «Los consejos para tener éxito en Internet: dibujos bonitos, colores brillantes y un final que le deje algo al lector». Y mi manera de ser un poco punk ante esos consejos para tratar al lector como un tarado fue hacer El hombre que NO se hacía dramas: dibujos en blanco y negro, reiterativos, sin fondos y la última viñeta siempre igual: FIN, FIN, FIN, FIN.
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