Ver escuchando
¿Qué se sentiría vivir en una película del 40?
The Killers con Ava Gardner escogería yo.
Pero en realidad no me lo preguntaba hasta que descubrí a Neil Harbisson, este artista del Reino Unido radicado en España, que nunca, nunca, nunca ha visto el color en su vida.
Su condición se denomina acromatopsia y a ella se refiere como a “ver el mundo en escala de grises”. Romántico, pensé, hasta que tareas como ver un semáforo, identificar las banderas de Italia o Irlanda, diferenciar la llave caliente de la fría o reconocer a una persona por su color de cabello u ojos se vuelven tareas simplemente imposibles.
© Fotografía tomada de TED | Neil Harbisson.
Con 30 años Harbisson es el primer cyborg reconocido por un país en el mundo. La máquina que tiene conectada de una cámara encima de su cabeza a sus huesos es en realidad un complejo software que trasmite frecuencias sonoras a las que él ha codificado como “colores”. Tiene 360 sonidos que se traducen en Neil como 360 tonos de color diferentes, incluyendo el ultravioleta, el color que no podemos percibir los que no padecemos acromatopsia.
El color más fastidioso es el rosado, porque es muy agudo. Ni el blanco ni el negro tienen sonido. Le parece que el rojo tiene una relación cultural errónea: ha sido un símbolo de violencia cuando en realidad a Neil le suena totalmente “armonioso”.
© Fotografía tomada de esbaluard.org | Neil Harbisson.
A raíz de ponerse un calcetín de un color y otro de otro "antes solo vestía de blanco y negro” dice, “ahora me visto de forma que suene bien: abro el armario y escucho las notas, si estoy triste voy vestido en un acorde menor”.
Lo primero que se me ocurre es que Neil Harbisson nos está escuchando mucho antes de que empecemos a hablar. Así que trasladada a otro lenguaje, la ropa se vuelve la primera etapa por la que hablamos de nosotros mismos. Lo que nosotros percibimos por el ojo, él lo hace por el oído, mostrando que no son solo cosas las que llevamos puestas sino notas musicales o signos que construyen nuestra propia sinfonía.
Esto es lo más claro: aún sin abrir la boca estamos comunicando, pues aunque no lo sepamos, Neil más allá de cómo está vestida una persona, siente el color, siente de qué está hecha esa persona y ciertamente lo que más puede sonar en nosotros, porque estamos todo el tiempo con ella, es la ropa. Esta agudización de los sentidos hace que me piense como un ciborg: está bien, veo color y mi único defecto físico-no-estético es una rinosinusitis que se alborota con el frío, sin embargo siempre que veo a las personas; antes de escuchar lo que tienen por decir, me pongo a escuchar lo que tienen por mostrar.
Esta mañana me encontré preguntándome como le sonaría a Harbisson. Probablemente no muy claro, mi clóset está construido en la dicotomía blanco y negro, pues como una vez me dijo mamá: "estoy mamada de solo tener ropa para ir a un entierro".
Así que la rutina matutina de mirarse al espejo se convierte no solo en mirarse y esperar que los otros vean lo que yo veo, sino también preguntarnos qué escucharía Neil Harbisson al vernos, o algún otro cyborg al olernos. No transmito más de lo que debo, y como ni el negro ni el blanco le suenan a Neil, él entenderá, pues como me enseñó John Cage sentado en un piano sin producir sonido alguno por 4 minutos 33 segundos: there's no such thing as silence.
Todo el tiempo estamos sonando.
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